Necios y necias

10/06/2017 - 16:53 Emilio Fernández Galiano

“Denuncio a todos aquellos que sin hacer caso de las reglas de nuestro lenguaje lo tergiversan por razones pornográficamente demagógicas”.

El jurado me nombró portavoz de un concurso de pintura. Entre los participantes, afortunadamente, había bastantes mujeres aunque en número inferior, todavía, al deseable. Renuncié, como no podía ser de otra manera, a hacer ninguna referencia sexista entre los concursantes, pero, ay, en la improvisación del discurso caí como un cándido en esa patada a nuestra lengua en diferenciar queridos y queridas, víctima de la machacona y mediática perseverancia de los “maloradores”. Me arrepentí al instante y me sonrojé por tamaña incorrección. En las breves palabras que pronuncié iba mentalmente improvisando en cómo rehacerme de capullada tan mayúscula. Al terminar opté, al despedirme, por diferenciar entre “artistas” y “artistos”, intentando ridiculizar con el final el comienzo del alegato.
    El español, el castellano, es lengua rica en giros y precisiones, muy superior a las anglosajonas o nórdicas. Por ello para un inglés es mucho más difícil hablar un correcto español que viceversa. El hecho de que genéricamente se utilice el masculino de forma universal, afectando a sendos sexos, supongo que vendrá porque determinadas normas prehistóricas decidieron diferenciar al hombre del animal, supongo que por ser humano, en esta ocasión terminando en “o”. Supongo que la identificación del ser humano como persona, a diferencia de las alimañas, tampoco buscaría cualquier provocación, aunque en este caso termine en “a”. EL hombre, LA mujer. LA persona. EL ser humano, LA humanidad.
    Los sustantivos lo son por raíces etimológicas bien curiosas y recónditas, pero dudo que su origen y formalización tuvieran en su momento cualquier pretensión sexista. Es bochornoso oír lo de compañeras y compañeros. La utilización –incorrecta, por cierto- del “a” y el “o” con una obscena y ridícula pretensión igualitaria es literalmente patética, paleta, inculta y transgresora. Principalmente ridícula.
    Y más cuando casualmente el sustantivo termina de forma indefinida, o neutral. Ni en “o” ni en “a”. ¿Porqué “la jueza” y no “el juezo”?. Con lo elegante que es decir o escribir “la juez” o “el juez”. Nuestro idioma utiliza los artículos para diferenciar los sustantivos del género masculino o femenino, con independencia de si éstos terminan en “a”, en “o” o en “ez” –con perdón-. El ensañamiento en el atropello a las normas lingüísticas en estos casos raya la comicidad.
    Que nadie aspire en buscar en estas líneas cualquier fundamento que no sea estrictamente gramatical. Denuncio a todos aquellos que sin hacer caso de las reglas de nuestro lenguaje lo tergiversan por razones pornográficamente demagógicas. Y, lo siento, siempre vienen de los mismos. Aquellos que en las afiliaciones de los críos  se niegan a poner en los formularios ni padre ni madre y recurren a “guardador”. O los que se niegan a recibir donaciones multimillonarias para la adquisición de aparatos que curan el cáncer. Esta caterva de ignorantes no dan un milímetro a la sensatez. Ni a la solidaridad bien entendida.
    Necios, necias (su significado en el diccionario de la RAE, a ver si se cultivan un poco: Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber): curiosamente, padre y madre ni acaban en “a” ni en “o”. Altruista termina en “a”. Y el que esto escribe, nunca será ni “artisto” ni “periodisto”.
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