Niveles de exigencia

16/09/2017 - 16:13 Jesús Fernández

Ante el panorama de una corrupción generalizada, no podemos permitir que se hable de la supremacía moral de la izquierda o se pretenda acallarnos con ella.

Se habla mucho de corrupción de los de arriba pero a ellos, a los corruptos, les hemos elegido nosotros, entre nosotros, forman parte de los nuestros, antes o después de serlo. Por eso, todos somos culpables. Hay una corrupción generalizada, extensiva, intercostal, de baja intensidad, de perfil bajo. Todos participamos en ello. Somos un sistema. ¿Hasta cuándo está el pueblo dispuesto a tolerar, aguantar y cooperar en esta situación degradante, costosa e inmoral? Hay muchos vigilantes en la playa. La izquierda actual es la misma que ya existía antes. Los comunistas de otoño, que son los socialistas, actúan igual que los de verano, cultivan y recogen la misma cosecha. La izquierda profunda es la más profunda de las izquierdas. Los socialistas de hoy son los que pasan a limpio el borrador original del comunismo.  En el fondo hay un pacto entre ciudadanos y políticos entorno a una permisividad inocua frente a los abusos hasta que no se dispare o agrande.
     Ante el panorama de una corrupción generalizada, no podemos permitir que se hable de la supremacía moral de la izquierda o se pretenda acallarnos con ello. La izquierda primitiva no está muerta. Está en marcha un reajuste del marxismo donde la izquierda tiene la palabra que no las ideas. Queremos galopar y remar hasta el final sabiendo lo que es nuestra izquierda y la hegemonía o predomino  del comunismo en ella que da lugar al socialismo marxista o socialcomunismo, no socialdemocracia como creen algunos. No nos van a distraer o a confundir.
    La política nos corrompe a todos. El proyecto político de algunos ciudadanos consiste en explotar y especular con cualquier manifestación de descontento del pueblo, repetir sus consignas, multiplicar las promesas incumplidas de solución y alimentar falsas aspiraciones, Y mientras tanto, los políticos se enriquecen hablando en nombre del pueblo. Con ello se pierde credibilidad y confianza. Es verdad que la legitimidad no se pierde por las mismas causas que la credibilidad o prestigio  pero se comienza por perder reputación o confianza y se termina perdiendo representación y legitimidad.
    Por ninguna parte se ven  convicciones, ni principios ni ideales, ni el bien común sino sólo estrategias para servirse del pueblo en beneficio y patrimonio propio. Dicha estrategia sociocomunista consiste en mirar con un ojo a las demandas de la izquierda pero con otro ojo están atentos a los deseos y apetencias de la derecha oculta y capitalista. ¿Cómo se puede ser anticapitalista siendo capitalista al mismo tiempo? ¿Y cómo se puede ser comunista o de izquierda teniendo las mismas aspiraciones que los burgueses? La democracia parece  un juego, una magia imposible y los políticos unos malabaristas que engañan al pueblo que aplaude.