Noviembre

05/11/2017 - 12:56 Pedro Villaverde Martínez

Queremos dedicar unas líneas a la venerable tradición de visitar las tumbas de nuestros antepasados en este primero de noviembre.

Ya se ha iniciado este mes de noviembre que nos lleva al frío y al invierno. Las Festividades de Todos los Santos y el recuerdo de todos los difuntos suelen ocupar páginas en su recuerdo…Este año noviembre, además de estas añoranzas tiene connotaciones excepcionales. Nos encontramos en una situación muy especial con los hechos acaecidos en una política que cada vez se nos antoja más compleja. Hemos venido escribiendo sobre esta situación creada en Cataluña. En estos últimos tiempos hablamos de perplejidad, confusión y otros términos bastante complejos. El tema de Cataluña ahí está  y esperemos que su resolución final sea la mejor para todos. Desde hace tiempo, por no decir siempre, unas elecciones son algo muy importante en el gobierno de los pueblos; pero hay veces que resultan más calientes que otras aunque estemos en tiempo ya más que frío. Parece que la política se haya politizado y valga la redundancia en demasía y en las noticias siempre aparece algo referido a ella. Lo de Cataluña para muchos o al menos para nosotros se nos presenta como un galimatías enredado que esperemos el resultado de las elecciones de diciembre pueda resolver. Nosotros hoy, tras mencionar el asunto político, queremos dedicar unas líneas a la venerable tradición de visitar las tumbas de nuestros antepasados en este primero de noviembre, festividad de todos los Santos. Tradición muy arraigada y que cada año se repite con esa casi obligada visita a los cementerios.  Los cementerios son punto de reencuentro familiar para visitar las tumbas de los seres queridos, ponerles algunas flores y rezar alguna oración, si creemos, por ellos. Tradiciones que esperamos sigan adelante a pesar de que otras cuestiones muy importantes converjan en el mismo día. No podemos, pues, por menos que dedicar este comentario a nuestros seres queridos que nos dejaron y que según nuestras creencias gozan ya de ese bienestar eterno al que todos los creyentes aspiramos. Merece, pues, la pena que en este ajetreado vivir, muchas veces convulso, nos detengamos y pensemos que todo ese ajetreo político y de muchas clases...puede apartarse un tanto y cumplir con la santa costumbre de visitar los cementerios y rezar, si tenemos la fe cristiana, por  las almas de los que ya nos precedieron.