Otros procesos

11/03/2018 - 12:41 Jesús Fernández

La democracia está en desarrollo, está en proceso.

En la vida humana personal y social todo está en proceso, en formación. Ciñéndonos al tema o al discurso de la democracia, debemos decir que todo está en camino hacia la formación de los Estados como culminación de la convivencia política. Sin Constitución y sin Estado de derecho no hay democracias. Por ello, echando una mirada al mundo, vemos todavía muchos Estados fallidos donde no se alcanzan o establecen las reglas de la convivencia en paz, en igualdad y en estabilidad. Estado viene de estabilidad, de reposo.  

   En el continente africano quedan muchas dictaduras, hay mucha persecución o discriminación, se producen flujos o movimientos de población, emigrantes y refugiados, que tienen que salir huyendo de la muerte, de la masacre y del exterminio. Y todo esto sucede por razones étnicas, odios raciales, limpiezas religiosas, imposiciones lingüísticas. Visto con la mentalidad occidental, todavía existen muchos sistemas de autoridad y gobierno apoyados en convicciones religiosas. La religión actúa como perímetro, apoyo y consolidación de gobiernos y dictaduras. Eso es utilizar la religión y los valores más absolutos del hombre y de la conciencia en beneficio propio, egoísta, Y para odiar. ¿Por qué existen tantas dictaduras y fundamentalismos en territorios cercanos o vecinos a nosotros? ¿Por qué no rechazan o critican esto los comunistas ateos que viven en nuestros enclaves? ¿Por qué no critican los mismos comunistas y socialistas de aquí, la falta de libertad, el trato que recibe la mujer en estos regímenes político-religiosos? Lo que denuncian aquí no se atreven a hacerlo allí. Lo toleran, lo aceptan.
    Esto es lo que se llama, genéricamente, sistema o estructuras que van superpuestas al hombre, a la comunidad. No existen sistemas democráticos químicamente puros, socialmente vírgenes, jurídicamente inocentes. Todos tienen una mezcla de historia y realidad. En todas las sociedades existen castas, privilegiados, dictaduras, totalitarismos, ricos, pobres, parias, esclavos, pueblo y dirigentes, dueños del poder, doblegados y obligados a la obediencia y resignación. Todo eso trata de corregir lo que se llama Estado de derecho o constitucional como lucha por los derechos de igualdad, de justicia y de solidaridad de todos los ciudadanos.
    La democracia está en desarrollo, está en proceso. Es una tarea de todos los días. Es absurdo plantear o conducir las alternativas democráticas de un pueblo hasta esta disyuntiva: independentistas o no independentistas. Así sólo se desarrolla un sentimiento dual de confrontación y de enfrentamiento. El pluralismo y las opciones, en democracia, son mucho más amplias y los márgenes no son tan estrechos. Ahora ha entrado en liza otra categoría que se llama “reconocimiento”. De nada sirve ser o no ser demócrata si no te reconocen como eso, si te rechazan los demás como tal. El reconocimiento, la aceptación, parece hoy una condición de legitimidad, representación y legalidad. La democracia está hoy sometida a dicho reconocimiento sin el cual no existe como tal. Es la democracia pasiva. Es la legalidad pasiva. Sin embargo, dicha pasividad o rechazo no forma parte de la esencia de la ley que “se impone” por sí misma, sin necesidad de que sea o no sea aceptada, percibida, reconocida.
    Ahora se ve lo importante que es, en la vida de los pueblos, el consenso como consentimiento, que todos sentimos lo mismo, que mis sentimientos son los del otro, la unidad en el sentir, prescindiendo de la unidad en el pensar. Muchos políticos juegan a romper (y corromper) esta unidad, impedir el reconocimiento del otro.