Parlamentarismo circense

13/05/2017 - 13:26 Emilio Fernández Galiano

Tiempos pasados en los que el verbo transmitía la tensión del momento, pero sin escudarse en el aspaviento, el númerito circense, las camisetas serigrafiadas.

Damas y caballeros, niñas y niños, bienvenidos al circo! Aquí podrán contemplar estrafalarias vestimentas, a zombis  rompiendo fotografías, macabras propuestas de traslados de cadáveres, a la mujer gusana y al hombre elefante. Pasen y vean.
    Añoro las sesiones parlamentarias de mi juventud. O las leídas en los diarios de sesiones que forman parte ya de nuestra Historia. Protagonizadas por insignes padres de la patria que con su oratoria, no con sus papeles, exponían o proponían, discutían o criticaban. Pero con arte, elegancia.
    No en vano España es cuna del parlamentarismo europeo si atendemos a las primeras Cortes formalmente constituidas, las de León, allá por el 1188. Habitualmente este tipo de reconocimientos se le otorga a los británicos, pero por lo que he indagado, propiamente como Cortes (parlamento) no se constituyen en la isla hasta comienzos del siglo XIII.
    Tal recorrido cronológico debería inspirar algo más de respeto a quienes con sus posaderas ocupan los asientos  en los que en su día se acomodaron Argüelles, Martínez de la Rosa o Zumalacárregui. Parlamentos que en su momento fueron vanguardia europea, como las Cortes de Cádiz, pero siempre manteniendo las formas y el respeto correspondiente.
    Nuestro pasado está jalonado de numerosos paréntesis e incidentes, guerras y golpes de Estado, involuciones o revoluciones o, una de las más recientes, gestas como la gloriosa Transición. Y tengo para mi que en todo ese periodo se guardaron las normas y el protocolo pues, como en el Derecho, así como es menester aplicar la ley, así con la diligencia procesal pertinente.
    Tiempos pasados en los que el verbo transmitía la tensión del momento, pero sin escudarse en el aspaviento, el numerito circense, las camisetas serigrafiadas o el rasgado de fotografías. Para eso está la calle, padres de una patria maltratada.
    No busco en nuestros actuales representantes la brillantez oratoria de Castelar, la ironía de Romanones o la vehemencia de Gil Robles. La mesura de Julián Besteiro o la elegancia de Suárez o Felipe González. O la contundencia de don Manuel Fraga. No pretendo encontrar, por excepcionales, frases célebres que en su día generaron impronta o bautizaron una época. Citando a uno de los más grandes, Castelar “No quiero hacer elegías, no quiero conmover vuestros corazones; sé muy bien que los corazones de los legisladores suelen ser corazones de piedra.” Pero aspiro a que a nuestro parlamento se le respete por lo que representa. Y que los responsables, empezando por los presidentes de sendas cámaras, apliquen el reglamento con rigor. Las payasadas, al circo.