Perdidos en la niebla

13/03/2017 - 19:51 Luis Monje Ciruelo

 Por Fuencemillán, Espinosa de Henares, Jirueque y santuario de Valbuena llegamos al embalse de Pálmaces sin problemas por caminos desusados de solitarias veguillas...

Salimos el pasado sábado para ver el Ocejón nevado, como nos habían dicho. Al salir temimos que la densa niebla nos creara dificultades, pero seguimos. La Mesa de Alarilla, ese cerro amesetado desde el que los aficionados al parapente y ala delta se arrojan  al vacío poniendo en riesgo su vida, estaba desierta, quizá por falta de viento. Por Fuencemillán, Espinosa de Henares, Jirueque y santuario de Valbuena llegamos al embalse de Pálmaces sin problemas por caminos desusados de solitarias veguillas Descendimos hasta la Casa de las Palomas, debajo de la presa, una singular vivienda aprovechando la gran grieta de un enorme farallón rocoso. Es un paraje solitario, ahora sin la espléndida belleza de rocas y florestas que disfruté cuando un mes de junio de hace veinte años llegué allí por primera vez.  Un poco más abajo, están las ruinas de un convento de monjas calatravas, que allí vivieron pobremente durante seis siglos. Decidimos, irreflexivamente,  llegar por caminos de tierra a Congostrina, casi diría campo a través, en el 4x4 de mi hijo que conducía él. Una cantera junto a la presa nos avisó del embarramiento de los caminos por los que íbamos a ir. Seguimos entre la niebla,  desorientados, hasta creer que habíamos pasado dos veces por el mismo sitio, un extenso pinar de árboles de unos treinta años con grandes charcos en los que el coche levantaba oleajes achocolatados que nos impedían la visión y nos hacían temer quedarnos atascados en zonas sin cobertura para móviles. Dudábamos si seguíamos la buena dirección hasta que nos encontramos con  un inesperado indicador en pleno monte. Entre las tres direcciones que señalaba: Congostrina, Hiendelaencina y Robledo de Corpes, tomamos la primera por creerla más próxima, aunque la niebla nos hizo rebasar el pueblo sin verlo. Nos dimos cuenta al llegar a La Toba, ya por carretera asfaltada, y regresamos porque nosotros a donde queríamos ir es a Las Minas y a Robledo.Al toparnos con el empalme de la carretera de Alcorlo, supimos ya dónde estábamos, pues la niebla nos impedía orientarnos. Así que nos quedamos sin ver el Ocejón nevado. Por falta de tiempo tampoco fuimos a Robledo de Corpes, donde estuve en marzo de 1978, enviado por ABC, en el entierro del policía Félix García Alonso, de 24 años, asesinado en Vallecas por el Grapo, y condecorado con la Medalla de Oro al Mérito Policial,  acto recogido en Guadalajara a mi través.