Que llueva, que llueva
Necesitamos tormentas, chubascos, gotas gordas y pesadas, como las que caían antes del cielo.
Certifican los meteorólogos que, no solo en Guadalajara sino en toda España, entramos en el otoño más seco de la década. Una sequía que, unida a inclemencias como las heladas a destiempo, han reducido la producción de cereal en más de un tercio y obligado a España y a otros países a importar grano de Ucrania y Rumanía. Pero todo tiene compensación, ya que la menor cosecha, y la peor desde 2005, ha procurado, según el mercado agrícola, “precios más competitivos” en un 20 por ciento. La ausencia de lluvias también está retrasando la temporada de setas y hongos. “Alguno se va encontrando” comenta esperanzada mi amiga Cruz, de Orea, zona líder en riqueza micológica y otros atractivos. Las perspectivas no son favorables ni en el Alto Tajo ni en las colindantes tierras de Teruel y Cuenca, pero los aficionados al ‘porro’ o boletus y al níscalo creen que todavía hay margen para la esperanza si llueve en la próxima quincena. La temporada ya no puede ser buena, observan, porque “falta humedad en el terreno”. También en las ciudades se nota la falta de lluvia, con la sucesión de días secos como el esparto, inéditas noches asfixiantes para ser octubre y duermevelas soñando con amaneceres nublados. Necesitamos tormentas, chubascos, gotas gordas y pesadas, como las que caían antes del cielo, calaban a pastores y cuantos pillaban por el campo. Y nos parecía normal. Tendría que limpiarse el ambiente, renovarse, y hacerlo ya. Estos días arden las redes sociales, con una lluvia de opiniones de lo ya opinado una y mil veces. Todos son expertos en Cataluña, muy pocos leen y muchos saben de todo. Las tertulias están abarrotadas de gente, a cualquiera le llaman periodista y los de verdad no entienden el nuevo concepto de democracia que incluye convocar referendos fuera de la ley ni la avalancha de posverdades, bulos y las nuevas mentiras de siempre.
Hace falta, invocando a la Virgen de la Cueva, que caiga la lluvia de verdad, que limpie coches, suelos y fachadas, de las casas y de algunos zarrapastrosos. Mientras, el campo sique seco, respiramos polvo y nos ahogan los aires contaminados. Tiene que llover. A cántaros, como cantó hace ya 45 años Pablo Guerrero, todo un himno, cuando aún había franquismo de verdad.