Ranas ni en Cantarranas

24/03/2018 - 18:26 Antonio Yagüe

La paulatina desaparición de estos animales, junto a culebras de agua e insectos de nuestra infancia también se detecta en la comarca molinesa.

Si oímos una rana croar en el campo, debemos pensar que ese animal es un superviviente. Un artículo publicado en la prestigiosa revista ‘Nature’ por investigadores españoles alerta de que este anfibio y sus hermanos sapos y salamandras han iniciado una cuenta atrás que, de paso, amenaza con desmoronar el resto del ecosistema en torno a las charcas. Parece que en tan solo unas décadas la acción del hombre está poniendo en peligro una forma de vida que empezó hace trescientos millones de años.
    Los científicos se han desplegado por sus principales hábitats y centros de investigación en toda España –Rascafría, Doñana y Delta del Llobregat- para estudiar el problema y tratar de atajarlo. Una verdadera carrera contrarreloj para detectar cómo afecta a los batracios  el cambio climático y otros factores como la escasez de agua, la extrema sequía, los vertidos tóxicos de pesticidas y herbicidas  o un misterioso hongo que está diezmando en muchas zonas españolas a renacuajos, ranas y sapos.
    La paulatina desaparición de estos animales, junto a culebras de agua e insectos de nuestra infancia (saltamontes, grillos, libélulas, zapateros  o mariposas), también se detecta en la comarca molinesa por la transformación e imparable destrucción de su entorno. Adolfo Uriel Campos, amante de verdad de la naturaleza y divulgador incansable desde su niñez en Hinojosa, advierte de otro enemigo que se ha sumado al azote de la pertinaz sequía: la caprichosa y descontrolada suelta de carpas y otros exóticos peces foráneos en aguaderos, navajos, charcas, acequias, pozas, pilones y balsas. No arrojar más -llama la atención- podría permitir que la propia naturaleza, si las lluvias permiten que se recupere el nivel de las  aguas, se regeneren las especies propias o autóctonas.
    En Labros sólo hay un barrio y se llama Cantarranas. Seguramente con una historia o leyenda detrás, como los nombres de los parajes y los abundantes motes de las personas. De niños nos hacía gracia. A sus vecinos y, mucho más, al resto. Entonces, ranas y otros anfibios croaban por doquier en llegando la primavera. Sería una pena que el nombre solo sobreviva en el Catastro como una reliquia inexplicable. O que no quede otra rana que la del campeonato con lanzamiento de fichas de acero en el bar del pueblo cuando las fiestas.