Región

26/05/2017 - 17:57 Jesús de Andrés

El concepto de región va más allá de la designación de un marco administrativo o político,

Recuerdo la primera vez que vi una alusión a nuestra comunidad autónoma refiriéndose a ella como una región. Fue en Toledo, allá por los noventa, en uno de los carteles que en las cercanías del Alcázar indicaba la situación de la entonces “Biblioteca Regional”. Aunque hoy su uso está generalizado, mi asombro de entonces fue mayúsculo. No les sorprenderá si les refresco que por aquellas fechas –y cuándo no- el debate sobre si Cataluña y el País Vasco eran una nación o dejaban de serlo estaba a la orden del día. En Castilla-La Mancha gobernaba Bono sin oposición alguna, encadenando una mayoría absoluta tras otra, y paradójicamente era él uno de los principales opositores a considerar dichos territorios algo más que regiones.
    El concepto de región va más allá de la designación de un marco administrativo o político. Incluye, por el contrario, una apelación a una sociedad con larga trayectoria histórica en común y elementos culturales distintivos. Sin duda que Cataluña, por ejemplo, se ajusta a la perfección a ese concepto, pero como suele ocurrir cuando estos debates se convierten en esencialistas, máxime cuando los recién llegados aspiran a igualarse (como ocurrió también con las transferencias), a los catalanes –a una parte de ellos- ser una región o una nación cultural les parece poco y aspiran a ser una nación política, a subir un peldaño en su reconocimiento. Algo parecido, aunque dirigido desde arriba, funcionó aquí. Lo de comunidad autónoma debía sonar a poco y se decidió ascender de categoría.
    En su origen, las comunidades autónomas se diseñaron, además de para dar satisfacción a las demandas territoriales existentes, para consolidar un sistema de organización que acercara la administración a los ciudadanos y resolviera sus problemas. No insistiré en la orfandad de Guadalajara en aquel momento histórico, sin voz alguna en todo el proceso, excluida de las decisiones y arrastrada por el seguidismo partidista, ya que remover ese asunto sólo conduce a la melancolía. Por supuesto que, como españoles, estamos tan interesados como el que más en resolver el puzle territorial y que, como ciudadanos, queremos una administración cercana y competente. Pero más que refuerzos de identidad sobre las esencias regionales, que por aquí lo que hacen es pisar callos, lo que los guadalajareños reivindican es no tener que ir a Alcázar de San Juan para hacerse unas pruebas médicas teniendo los hospitales madrileños a un paso, no tener que hacer cientos de kilómetros para participar en competiciones deportivas, no ver cómo se deniegan becas y ayudas por estudiar en Madrid (o cómo se deniegan allí por residir en Castilla-La Mancha) o que la carretera entre Meco y Villanueva de la Torre, por poner un ejemplo, parezca una carretera minada entre Kosovo y Serbia. Ni más ni menos.