Respeto a los sindicatos

26/09/2010 - 01:17 Fernando Jáuregui

Como era de prever, estamos ante una guerra de cifras: ¿Fue seguida la huelga por el 70 por ciento de los trabajadores, como dicen los sindicatos? ¿Por el 20 por ciento, como dice el gobierno? Para que nadie diga que no me mojo, a través de lo que ví y conocí tiendo a creer más en esta segunda cifra que en la primera. Pero en todo caso, hay que tener en cuenta la opinión, que es un veredicto, de esa minoría que, descontenta con tantas cosas, se apuntó a la jornada huelguística.

Lo que importa ahora son las consecuencias de esta huelga general. Desde el comienzo me he posicionado en contra de un paro que pensaba que traería más daños que bienes, y eso que también me he  posicionado críticamente contra una reforma laboral que, simplemente, es inaceptable y acabará siendo modificada por la realidad: sin duda, tal y como está, generará bastante más paro que empleo, según opinión bastante extendida incluso entre los analistas más independientes. Pero, desde luego, la legislación, que fue aprobada y viene del Parlamento, no será echada abajo por esta huelga.

   Ahora lo que importa, más que cualquier guerra de cifras o de preguntarse quién ha perdido más, si gobierno, sindicatos o todos nosotros con esta jornada tan desaconsejable, lo que importa, digo, es gestionar el futuro. Porque nada puede ser igual después de un día como el de ayer. Y en ese futuro que nos queremos diseñar, los sindicatos  son imprescindibles.

   Unos sindicatos que sin duda deben reflexionar sobre su modernización y su necesaria evolución. Ya no caben estos primeros de mayo, ni hablar, como se habla, de sindicatos 'de clase' ni, menos aún, acudir a estas movilizaciones, piquetes y amenazas como algunas de las registradas ayer para enfrentar a los interlocutores sociales, a la sociedad, que claramente no quería la huelga. Pero eso no quiere decir que los sindicatos no sean necesarios para mantener el equilibrio social y hasta el económico: más que nunca, el mundo, y desde luego España, necesita diálogo, interlocutores, moderación (por cierto cosas que no se han visto mucho últimamente).

   Por eso me preocupan algunas descalificaciones globales, bastantes de ellas de trazo demasiado grueso, lanzadas, desde muy determinados sectores políticos y desde muy precisos medios de comunicación, no solamente contra las organizaciones que representan a los trabajadores -que los representan, pese a quien pese_, sino también contra sus líderes muy en particular. Que un dirigente sindical acuda a almorzar a determinados restaurantes no puede ser objeto de crítica, y menos de esa demagogia de sal gorda que ha sido utilizada a raudales, y también, por ejemplo, para criticar que otro dirigente sindical haya pasado una parte de sus vacaciones en un crucero. Y ¿qué pasa si lo hizo?

   Más vale comenzar ya a pensar sobre todas las cosas que están sobre el tapete y que ahora, tras la huelga, tenemos que abordar sin demasiadas demoras. Pero eso será acaso mañana. Hoy, solamente alegrarnos de que no haya habido excesivas escenas de tensión callejera, aunque reconozcamos que sí ha habido algunas, lo cual ya es siempre demasiado.

   Y pedir, como antes decía, un respeto a los sindicatos, aunque su funcionamiento no sea el que nos gustaría a todos. Claro que ¿acaso el funcionamiento de la patronal, del Gobierno, de las instituciones, de los partidos, es el que nos gustaría? Mal de muchos consuelo de tontos, por supuesto; pero la reflexión sobre las exigencias de la nueva era que se abre no puede limitarse a lo que hacen o no hacen UGT, Comisiones Obreras y las demás centrales. La larga sombra de una huelga general abarca a toda la sociedad española.