Sáhara: de Franco a Zapatero

12/11/2010 - 00:00 Rafael Torres

Que el mundo del toro anda revuelto salta a la vista, no sólo porque en Cataluña se hayan prohibido las corridas, que ya es grave, sino porque de la noche a la mañana la vida íntima de algunos de los más famosos matadores, ha saltado a las páginas de sociedad por sus trifulcas matrimoniales y no por sus éxitos en los ruedos, para gran sorpresa del respetable, ya que se trata de personajes de prestigio -Jesulín de Ubrique, Francisco Rivera Ordóñez, Rafi Camino entre otros-, que nunca antes habían protagonizado escándalos sentimentales. El caso más flagrante es el de Juan Antonio Ruiz Espartaco, quién ha pasado de ser un señor a convertirse en un truhán, una vez que se supo que se había separado de Patricia Rato porque el amor ha vuelto a llamar a su puerta después de 20 años de matrimonio. Una relación que no ha sido tan idílica como nos hicieron creer, pero que se mantuvo contra viento y marea porque ambos pensaron que merecía la pena luchar por mantener a flote un matrimonio que hacía aguas por todas partes, tal y como manifestó el propio interesado en un comunicado de prensa que hizo llegar a los medios de comunicación, preocupado como está por la mala imagen que se está dando de él en algunos programas del corazón, donde la mayoría de los periodistas se muestran más proclives a la esposa que al hasta hace poco su marido. Me consta que salvo raras excepciones pocos son los que ponen fin a una relación utilizando la cabeza en vez del corazón. Es más, sostiene una famosa abogada matrimonialista amiga que las parejas empiezan peleando por la custodia de los hijos y terminan matándose por el equipo de música. No digo con esto que sea el caso de Patricia y de Juan Antonio ya que tenían separación de bienes gananciales, pero mucho rencor debe haber entre ellos ya que según se va acercando la fecha en que tendrán que encontrarse cara a cara en los juzgados, se acrecienta la guerra mediática, que es donde hoy se dilucidan la mayoría de los contenciosos sentimentales de los famosos, quizá porque es más fácil llamar a un periodista y contarle tu propia versión de los hechos que demostrarlos ante un juez. Lástima, porque hasta ahora ni Patricia ni Espartaco habían mostrado interés alguno por ser los protagonistas de un culebrón que sabemos como ha empezado pero no cómo puede terminar. Aunque termine como termine el daño es ya irreparable a nivel familiar y de imagen. Y puesto que de peleas se trata ninguna como la que dicen que tuvo lugar en el hotel donde se celebró la boda de José Mari Manzanares y Rocío Escalona, su ya mujer. No hay testigos presenciales de lo que ocurrió dentro del dormitorio de Estrella Morente y Javier Conde, pero las versiones que se cuentan dan para escribir un novelón. Ellos lo desmienten y amenazan con querellas; la bola no ha hecho más que crecer desde el día siguiente de la boda, y ya no hay quién la pare por más que el diestro malagueño reconozca que se pasó de copas, algo que molestó a Estrella, y de ahí su enfado. Una lástima que personas a las que tanto ha costado llegar donde están, se jueguen su prestigio de esa manera. Prestigio y respeto que les va a resultar difícil volver a conseguir porque una vez que abren la puerta a su intimidad, el daño es ya irreparable.