Sainete y esperpento, aunque golpe de Estado

12/11/2017 - 13:26 Juan Jesús Fernández

Y es que hemos estado ante un proyecto atrabiliario, sí, pero que muy bien planificado: con tozudez de inaguantable gota malaya, aunque de boquilla  a lo Gandhi.

isum teneatis amicis
Si en política todo está permitido, salvo hacer el ridículo, como al parecer sentenció hace cuarenta años Tarradellas, resulta evidente que sus sucesores en la Generalitat le quieren enmendar la plana. Sin perder de vista que estamos ante delitos gravísimos y un incuestionable golpe de estado que, de haber triunfado, habría traído peores consecuencias que el ‘tejerazo’ -y como tal pasará a la historia-, encierra también sobrados comportamientos que basculan entre el sainete y el esperpento, que esperamos no desdibujen la hondura del golpe, y menos el remedio a aplicar, cual la ciudadanía y la ley exigen.
    Espiguemos entre mil. La irresponsabilidad y volubilidad de unos protagonistas enloquecidos, en especial los Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Mas, el dúo ‘los Jordis’ con su Òmnium y la ANC como omnipresentes organizadores de eventos …separatistas, o la cuasisimilar actitud de la alcaldesa Ada Colau (‘¡emperatriz de la ambigüedad!’, en palabras de Borrell); los ochocientos heridos proclamados urbi et orbi, como argumento del estilo franquista y la maldad innata del Gobierno, y que a la postre fueron cuatro; el sí pero no (o el no pero sí, vaya Vd. a ver) de la mitad de las imprevisibles decisiones alocadas y concatenadas; el que vota cinco veces en dos horas, cruzando medio Ampurdán de arriba abajo, sin el menor problema, antes bien con la más cálida acogida de las Mesas de ‘voluntarios’ (¡tú sí que vales, muchacho!); el recuento de votos durante la homilía cual si fuera la colecta del Domund por temor a algún monaguillo tunante; el parlem-parlem-parlem en el que se han venido escudando quienes, tras reírse a mandíbula batiente de la ley, no prestaban oídos a la mitad mas uno (cuando menos) de los ciudadanos; la escenificación fascistoide del Parlament en al menos dos ocasiones, que ni en la Venezuela de Chávez y Maduro. El enmiendo  o rectifico, en definitiva, a los ocho segundos de la presunta proclama de la República (con similar tranquilidad que beberse un vaso de agua), el proclamo la independencia ocultando el voto de cada cual (¡pero no debía ser una fiesta alegre y expansiva, con nombres y apellidos!), el convoco elecciones si me garantizan el escape de la trena, y/o la huída precipitada a la ciudad del Manneken Pis del president y la mitad del Govern para evitar dormir en chirona, dejando a los ‘creyentes’ en la estacada del desierto sin avistar ni en la lejanía la soñada (embaucados todos) tierra de promisión. Para qué seguir.
    Por todo lo cual, el procés en definitiva, que nos ha tenido a tres cuartos y pico del país medio secuestrados, ha recibido en la prensa de aquí los calificativos más variopintos, superando hasta la más desternillante lista de sinónimos y calificativos aledaños al ‘esperpento’: sainete, galimatías, bufonada, patochada, charlotada, quimera, pantomima, delirio, mamarracho, tragicomedia, infamia, mascarada, timo, birria, ópera bufa, verbena, comedia de enredo, aquelarre, payasada, astracanada... También en la prensa de allá y acullá pues, superado el despiste inicial por algún presunto exceso cuando el 1 de octubre -todo ello bien trabajado y voceado por las embajadas del chamberilero Romeva-, que han calificado a la postre de cirque el remate de Bruselas pues, no contento un cuarto y mitad del Govern con tomar el pelo hasta a los de Finisterre, se nos han fugado -¿para nuestro respiro o consuelo?- con la matraca al centro de Europa, para tener más eco desde la ciudad del Atomium. Celebrémoslo. Antes teníamos dos calamidades, Puigdemont y Junqueras: loado sea Dios que, al menos por ahora, se ha mostrado compasivo y nos ha liberado de una, al poner el de Gerona pies en polvorosa. Y es que las dos calamidades juntas resultarían una prueba insoportable hasta para el mismísimo Job.

Delenda est Hispania
Sainete y esperpento, esperpento y sainete, pero golpe de estado; sobre todo esto último. Incruento, claro está, faltaría más, aunque la chispa de algún radical(ismo) de uno u otro color podría haber hecho saltar por los aires la concordia y la paz en cualquier momento. Y es que hemos estado ante un proyecto atrabiliario, sí, pero que muy bien planificado: con tozudez de inaguantable gota malaya, aunque de boquilla a lo Gandhi, que dicho pasaporte dicen que es inobjetable en momentos flácidos de ‘buenísimo’ y ‘posverdad’. Independientes puesto que somos diferentes, proclamaban al viento, incluidos los Rufián(cillos) de turno y algunos otros charnegos de mal vivir pues, aunque tengan algunos de sus actores más genes de aquende el Ebro que Manolo ‘el del Bombo’, los trastocan como por encantamiento y ensalmo desde el momento en que asumen la ideología y el ritual independentista, incluida la lengua nova en exclusiva (el catalán), adobando la ideología supremacista con algún exabrupto insultante para quienes todavía moran en la atrasada patria de sus abuelos, padres inclusive. Nihil novum sub sole. ¿Acaso no eran en el XVI los más delatores de judíos aquellos en los que corría sangre hebrea por sus venas?
    En tres pilares básicos se ha apoyado, al parecer, el proyectus interruptus: control de la educación en todos sus ámbitos (niveles básicos, medios…y hasta universitarios), unos Mossos d’Esquadra con competencias integrales y al servicio del proyecto nacionalista, y unas instituciones y entidades de todo tipo, disfrazadas de culturales (Òmnium y ANC como vanguardia) pero cuya meta principal era la construcción del delirio nacionalista. Cimientos que se empezaron a asentar, ladrillo a ladrillo, por los ochenta del pasado siglo, con Jordi Pujol (ya ni se pudo con él cuando lo de Banca Catalana). A añadir la pretensión de disponer de una, en teoría, más saneada economía (¿para seguir nadando en el despilfarro y así acrecentar los 76.700 millones de euros de deuda?), como también el cupo catalán reclamado por 2012, cuando la crisis (puesto que Espanha ens roba), unas embajadas voceras por doquier (¡por qué Dinamarca y no nosotros!). Y hasta una Justicia solo para catalanes; pues, si somos diferentes, por qué nos van a seguir juzgando magistrados mesetarios (y menos a los del 3 %, o a la superiora-madame Ferrusola, la de los misales, que familia que trinca unida permanece unida); dicho sea con licencia del Padre Peyton.
    Luego ya vendría, por añadidura, el proyecto expansivo (los Països Catalans), a lomos del caballo de Troya de la lengua, sea por Baleares (algunos de estos, medio abducidos: Antich, senador balear, se ausenta para no votar el 155); Valencia (Compromís no les haría ascos), incluso algún retazo de Murcia, para redondear; otrosí, la ‘franja’ aragonesa a quien, sin embargo, no le devuelven ‘el tesoro de Sijena’ ni aunque Roma lo apoye, que por allí nació Durán y Lleida (ese padre de la Patria a quién Jiménez Losantos me suena que alguna vez lo apostrofa, no sin razón, como ‘el señor de Huesca’). Y el Rosellón para culminar la faena, aunque se carguen la frontera más antigua de Europa…es decir del mundo (que los gabachos -piensan en su locura estos catalanistas recalcitrantes, que no catalanes- a lo mejor ni se enteran); ¡pero si le llaman Pyrenées Orientales!, so mastuerzos. Por supuesto, pretendiendo seguir en la Unión Europea -para destruirla, claro está, pues de entrada derriban las bases en las que ésta se sustenta-, que somos europeos como nadie (vociferan). ¿No será que, a la postre, lo que subyace es fatuo imperialismo?, o el interés en vender en todos los mercados sin el menor compromiso, que la pela es la pela.
    Y el caso es que hasta casi lo consiguen, que la fe mueve montañas, de no haberse impuesto la alocada impaciencia de los Mas y Puigdemont, no sé ya si seguidos o empujados por una caterva de discípulos dignos de cuando las Cruzadas, de la expansión de la Reforma protestante o de la hiyab antieuropea y antioccidental de nuestros días. Y es que, como dijo en su momento Artur Mas (Arturo hace un septenio), si montamos en España “un gran pollo”, Europa intervendría. Criaturitas.

Si vis pacem para bellum
Ya sé que no goza de predicamento el aforismo romano en cuestión; como tampoco lo goza el art. 155, aunque los más de los países democráticos europeos lo incluyan en su Carta Magna. ¿Por qué será? O la ley, o el sálvese quien pueda, por no decir el caos. O sea que menos diálogo con quienes de entrada lo rechazan (aunque lo reclamen incluso llorosos, siempre que sea para obtener sus fines), hasta que entren en razón; y más ley, aunque sea dura. Dura lex, sed lex. Que salvando a los millones de catalanes silenciados, salvando a Cataluña, salvamos a España…y a Europa. Cargarse en un tris a la nación, con Francia y Portugal, más antigua de Europa; ¡qué dislate! No es extraño que esta pandilla de botarates no hayan encontrado el menor eco en las cancillerías del viejo continente. ¿Es que a algún país le molan unos Balcanes al oeste, por no hablar de vuelta al feudalismo en tiempos de globalización?
    O sea que gracias a Rajoy. Gracias a los de Sociedad Civil Catalana, que han actuado como revulsivo de lo mejor. Gracias a Ciudadanos por su compromiso (¡Arrimadas, vas de president!). Gracias al PP, que ha olvidado complejillos del pasado ante un problema capital.     Gracias al PSOE, que parece estar de regreso de la plurinacional a la internacional (o sea, donde tiene que estar); que socialismo e independentismo siempre han sido -deben ser- cual agua y aceite. De los podemitas, ni mu, hablarán las urnas, plurinacionales del enredo, desconocedores de la historia y perdidos en el presente. Y gracias al Fiscal General del Estado, al Tribunal Constitucional y a jueces y fiscales todos por estar en su lugar, por poner la maquinaria de la ley en marcha. Que ya era hora.
    Gracias muy especiales a la Policía y la Guardia Civil. De Mario Onaindía, buen conocedor de las artimañas etarras y de los silencios cómplices de los batasunos y algunos otros nacionalistas vascos descarriados ante situación, dizque, si no similar, sí parecida, se afirma que sentenció en algún momento de eclipse cuasitotal de la razón: “Menos mal que tenemos a la Guardia Civil”. Alguna cabecera de la otrora nominada canallesca lo recordó hace cuarenta días señalando cómo unos centenares de ‘pikoletos’ -dicho sea con la mayor admiración y respeto-, salvaron si no al Estado, al menos nuestra dignidad. Y el caso es que fueron cogidos a trasmano, mal pagados, mal aposentados (¡hasta en campings o en literas del Piolín!, que tiene tela), lidiando contra las turbas ante la defección cómplice de los Mossos (¡Tu quoque, Trapero!, el de Valladolid).
    ¿Cómo se ha podido llegar a tan delirante situación: entregar el cuido del completo rebaño a una Generalitat que, a la postre, lo que más le pedía el cuerpo era el supremacismo, la insolidaridad, la división y hasta la independencia? Si alguien conoce un caso similar de ingenuidad política, que lo diga ahora o calle para siempre, cojons. Y aquí, en este mundo autonómico de a ver quién va más allá, todos somos algo culpables. ¿Se rectificará de inmediato, cual la gravedad del caso requiere? Lo esperamos, aunque también cabe abrigar alguna duda: hasta ahora solo Ciudadanos se ha manifestado inequívocamente y en todo momento con sentido de Estado. Estamos a la espera de que el PP se le una sin el menor complejo y de que el PSOE destierre cualquier complicidad de las que en el pasado ha tenido con el procés; vean si no las decenas de alcaldes socialistas hasta ayer por la independencia, o el caso del senador José Montilla (de Iznajar, Córdoba, por más señas), ausentándose de alguna memorable votación en el Senado. ¿Astucia para seguir con el exorbitado sueldo de expresident, tibieza y/o cobardía? Quizá más esto último.
    O sea, que al tajo. La educación, la Hacienda y el orden público son competencias inexcusables del Estado; y lo que es de todos, por todos debe ser gestionado. Que por acomplejados no estemos de nuevo al cabo de unos años ante la Crónica de una muerte anunciada (con el permiso de García Márquez).