Saludo al otoño

19/11/2017 - 12:52 Luis Monje

Este año no iré pues, al Hayedo de Tejera Negra,al que acuden multitudes, pero no dejaré de acercarme a los robledos de Palancares y Almiruete.

Este año he saludado al otoño, no en el Hayedo de Tejera Negra, como otros años, sino en las arboledas de la Alcarria porque mi hija, que me acompañaba, quería ver las choperas cuando sus hojas “se encienden, como de fiesta” antes de caer. Así que fuimos al valle del Tajuña. A 15 minutos de Guadalajara y al llegar a la rotonda que da paso a la carretera de Lupiana hacia el valle del San Andrés, de los Yélamos, digno de ser visitado en Primavera y Otoño, nos detuvimos unos instantes en el puente, para admirar la increíble hermosura de una floresta que parecía un rincón inventado para un calendario publicitario de la belleza fluvial.
    Seguimos río arriba del Tajuña un par de kilómetros hasta una singular chopera a la que llamo mía porque nunca he visto a nadie en ella. Es una chopera de árboles centenarios, de gruesas ramas en horizontal que simulan rústicos y desequilibrantes puentes, y de hecho lo han sido porque mis nietos, a los que les gusta acompañarme, más de uno ha intentado utilizarlas cayendo entre risas al agua que apenas llega a la rodilla, y que está fresca aún en agosto porque hay un embalse unos kilómetros más arriba. Tras una parada en Brihuega, para probar su rica bollería, continuamos por Cívica y Valderrebollo, hasta el cruce con la carretera de Cifuentes, donde el valle se transforma en barranquera hasta la presa de La Tajera, un embalse pequeño que nunca se llena.   
     Este año no iré pues, al Hayedo de Tejera Negra,al que acuden multitudes, pero no dejaré de acercarme a los robledos de Palancares y Almiruete para admirar en aquél los altos robles centenarios de su carretera, y en éste, una vez más, el rusiente colorido otoñal de los suyos, cruzados por caminos aptos para coches. En Masegoso, las arboledas se ensanchan frente al restaurante “Las Vegas”, que hace competencia a los de Cifuentes, a 10 kilómetros de distancia. Entre las choperas los pescadores se movían intentando llevar a sus nasas algunas de las truchas que, como alevines, vimos echar tiempo atrás al Icona en los tramos acotados.
       Así que mi hija se volvió a Madrid satisfecha, y creo que saturada, de choperas “encendidas, como de fiesta” en las riberas del Tajuña. Y yo me quedé , entre Tejera y Tajera, dispuesto a acercarme, como siempre, a los robledos de la Serranía.