Sanidad low

17/10/2011 - 00:00 Raúl Saínz García

 
  
   Y   en esas estábamos cuando mi mujer comenzó a manchar, a tener una leve hemorragia. A urgencias, sin dudarlo. Cariño, nunca hemos ido a urgencias ¿verdad? Así es querida, creo que han hecho un nuevo acceso y está muy cerca de El Corte Inglés, por la carretera de Sacedón. En marcha. Afortunadamente en cinco años por estos lares de la Alcarria, no habíamos tenido la necesidad de acudir al hospital provincial de Guadalajara (creo que esa es su denominación). Desgraciadamente lo hemos conocido hace un mes, con motivo de un aborto natural.
 
  La atención, los medios sanitarios y el servicio en general han dejado mucho que desear. Y me explico. Ya la doctora de nuestro ambulatorio (que comparte inmueble con la escuela municipal de música) nos dijo que lo que había que hacer para quedarse embarazados, era “ponerse al tema”, literal; ¿tal vez una analítica?, sugerimos. Nada, nada, a ponerse a ello, especialmente en los días de mayor fertilidad, con una jornada de abstinencia para generar más. Al mes y sólo dos días después de conocer la feliz noticia, el manchado.
 
   Y retomamos el trance de urgencias. Ocho horas de espera en urgencias dan para mucho. Tomas uno, dos, tres cafés en la maquinita de vending (del surtido de bebidas y snacks no tenga queja alguna); observas a la gente de tu alrededor, alguno de los cuales también te observan, y especulas acerca de su mal, de su enfermedad o directamente de si tu mujer será atendida antes que ellos.
 
  Hay una mujer mayor, senil, que tiene ataques de ansiedad. No hay duda de que merece atención inmediata; no obstante, las enfermeras no interrumpen su cháchara hasta que la anciana da muestras de una gran excitación que nos alarma a todos. Mientras, un chico aguanta estoicamente el escozor de unas heridas en sus rodillas producto presumiblemente de un revolcón encierril. Podrá aguantar, pienso. Y así transcurren las horas. Hay una primera valoración (triage lo llaman) de la que no se deduce la gravedad suficiente como para pasar al box de ginecología. Un aborto natural durante el primer mes es habitual, nos dicen. De acuerdo, pero no es habitual esperar 8 horas para ser atendida. Por fin nos atienden, la doctora pasaba consulta de ordinario y ha tenido un hueco para bajar a urgencias. Exploración, analítica, ecografía y diagnóstico: posible aborto, stop, reposo total, stop, si prosigue el sangrado en una semana, stop ¡vuelva a urgencias! Y así fue.
 
  A los 5 días y tras unos fuertes dolores abdominales, debemos acudir nuevamente. Cariño mientras aparcas voy entrando, a ver si tenemos suerte esta vez y me atienden pronto. En tanto que busco infructuosamente aparcamiento en un descampado mezcla de erial y montaña rusa, observo que la ampliación del hospital (o el nuevo hospital, no sé lo que es) permanece imperturbable al paso del tiempo. Ni un operario, ni un andamio, ni un martillo percutor de los que sobrepasan los cien decibelios. Toca rascarse el bolsillo: casi tres euros la hora en el parking del tanatorio. No pasa nada, pienso ingenuo de mi; con el dinero recaudado se podrán retomar las obras del hospital.
 
   Pero hoy hemos tenido suerte y en hora y media mi mujer accede al box. Nueva ecografía, repaso de la analítica y ¡huy! Grupo sanguíneo negativo, posible incompatibilidad con el feto. Tú (Yo) no puedes entrar, me dice la enfermera. ¡Pero si soy el marido! El aborto se confirma y mi mujer recibe la vacuna oportuna (días después hemos descifrado los mensajes crípticos de la doctora de urgencias sobre la enfermedad hemolítica Rh del recién nacido, gracias a internet).
 
  Ahora no tengo tiempo para explicarte esto, dijo la doctora muy apesadumbrada. En una semana pides cita para ginecología por si hay que limpiar, y así lo hicimos. En consultas externas, la ginecóloga a ojo de buen cubero, determinó que no era necesario hacer una ecografía y que la exploración bastaba para su diagnóstico. En cinco meses podéis intentarlo de nuevo.
 
   Así será, pero con un seguro privado que hemos concertado para contribuir a que la Sanidad de Guadalajara no siga colapsada y en precario. Siempre hemos creído en lo público, pero los recortes actuales nos han llevado a esta decisión, a pesar de que ambos cotizamos a la Seguridad Social. Felizmente podemos permitírnoslo, pero hay mucha gente que no, y no deberían sufrir estas molestias y desagravios. Nunca hemos viajado en compañía aérea low cost; ahora sabemos de buena tinta que significa el anglicismo.