¿Se decide todo en esta única vida?
En el siglo VI d.C. la incipiente Iglesia romana, había amenazado a la humanidad con anatemas, es decir una maldición eterna para aquellos que divulgasen o creyesen determinadas ideas o conocimientos, por ejemplo la enseñanza sobre la reencarnación. Hoy día también las Iglesias intentan ridiculizar este conocimiento ancestral, presentándolo como algo absurdo o atribuyéndolo simplemente a las religiones orientales. Pero reflexionemos por un momento: Jesús de Nazaret fue el mayor maestro de la sabiduría. En su tiempo en Palestina se sabia acerca de la reencarnación, eso está históricamente demostrado. Si en aquel tiempo los hombres que estaban a su alrededor no hubiesen sabido nada sobre dicha enseñanza, Jesús lo habría enseñado, y su enseñanza habría llegado hasta nosotros.
Por el contrario si la creencia en la reencarnación hubiese sido una enseñanza errónea, es de suponer que Jesús de Nazaret hubiese aclarado esto a la humanidad, corrigiendo el error y advirtiendo sobre ello. Sin embargo esto no fue así. Todos los discípulos sabían sobre la reencarnación. Hay que indicar que la reencarnación, que es el volver a nacer nuevamente en un cuerpo humano, no tiene nada que ver con la transmigración de las almas que enseñan los maestros orientales, según la cual el alma se puede encarnar en una planta, en un insecto o en un animal.
La reencarnación humana está estrechamente unida con la ley de Siembra y cosecha, también conocida como Ley de Causa y Efecto y de la que habló también el apóstol Pablo con las siguientes palabras : «No os engañéis, Dios no permite que se burlen de Él. Lo que el hombre siembre, lo cosechará». (Gálatas 6,7) Pero ¿cual es el sentido de la reencarnación ? El motivo de por qué el alma se puede encarnar repetidamente en un cuerpo humano, no es otro que la purificación y la reparación, pues en la Tierra el alma encarnada puede liberarse más rapidamente de sus cargas que como lo haría en el más allá. Se podría decir que la Tierra es una escuela donde el alma aprende y purifica los errores cometidos en vidas pasadas.
Por mucho que las instituciones insistan en inculcarnos creencias erróneas para no perder el poder que les genera la confesión y por tanto el poder perdonar los pecados, lo cierto es que no disponemos de una única vida en la que se decide todo. Cada uno de nosotros es un alumno en el camino hacia Dios, que como seres humanos nos desarrollamos a través de las diferentes vidas terrenales.
Aunque como seres libres que gozan del libre albedrío, sólo depende de nosotros decidir cuántas veces queramos repetir un curso, o por el contrario esforzarnos en avanzar en nuestro desarrollo hasta volvernos verdaderos hijos de Dios, lo que ya somos en lo más profundo. Por tanto somos libres, así como el verdadero cristianismo es libertad. Jesús dijo «Seguidme», pero seguirle a Él significa no solo aceptar Su enseñanza, sino vivir según ella por propia y libre decisión, es decir, ponerla en práctica en la vida diaria. Libertad significa por tanto: conciencia de la responsabilidad y también fidelidad a la propia decisión.