Si Cisneros volviera...

11/06/2017 - 11:37 Antonio Yagüe

Políticos y mandamases locales, regionales y nacionales tendrían mucho que aprender de aquel fraile que plantó cara a las corruptelas.

Los organizadores de la gran exposición en Sigüenza Cisneros, de Gonzalo a Francisco, bajo la batuta del deán y colega Jesús de las Heras, han vuelto a dar en el clavo al mostrarnos el paso por la Ciudad del Doncel de un hombre al que buena parte de España debería echar en falta 500 años después de su muerte.
    Políticos y mandamases locales, regionales y nacionales, que chuparán foco ante la muestra, tendrían mucho que aprender de aquel fraile que plantó cara a las corruptelas y mostró una austeridad más que franciscana. ¿Alguién se imagina hoy a un jefe de Estado, que lo fue como regente, que durmiese en un jergón de paja y que para luchar contra la corrupción donase su sueldo, las rentas de su Arzobispado en Toledo, al Estado?
    La Iglesia y los expertos están diciendo de todo sobre el célebre cardenal. “Fue el político más progresista que tuvo Europa”, ha escrito Pierre Vilar, un historiador poco sospechoso dada su militancia marxista. Cisneros llegó a la política con 59 años, todavía a tiempo para destituir de manera fulminante al obispo Rodríguez de Fonseca y al secretario Lope de Conchillos una vez fray Bartolomé de las Casas le informó de un cohecho suyo. Una especie de Púnica, Gürtel o Lezo.
    Ante el desafío catalán,  además de recrearse con El Marca, Rajoy podría releer la famosa leyenda, pintada por Víctor Manzano y Mejorada. Nombrado regente a la muerte de Isabel la Católica, el cardenal plantó cara con un par a los secesionistas castellanos que querían sacar tajada de la debilidad momentánea del Estado y, mientras llegaba Carlos I, cuestionaban la autoridad de Fernando el Católico y la suya propia. “Estos son mis poderes”, les dejó claro mientras les mostraba su “gente de ordenanza”, unas milicias ciudadanas formadas por 3.000 soldados que, repartidos en guarniciones, defenderían a toda costa al Estado o lo que Cisneros llamaba el “bien común”.
    El cardenal acuñó en sus escritos que un rey debería ser el primero en procurarlo, por encima de sus intereses personales, cacerías de elefantes y trajines sexuales. Y que la corrupción era la mayor vergüenza que podía sentir un español. Una pena que viviera en el siglo XVI. Si volviera a  regentar España desde Zarzuela o Moncloa… O desde ambas.