Si nos quejamos, nos quejamos

06/11/2010 - 20:00 Charo Zarzalejos

Con puntualidad germánica, el Papa aterrizó ayer en el aeropuerto de Lavacolla. Todo se desarrolló de acuerdo con lo previsto. Le esperaban cientos de miles de ciudadanos, muchos de ellos arrastrando sobre sus pies hasta catorce horas de cola para tener acceso a las inmediaciones de la Misa de la tarde. Las imágenes de televisión mostraron una espectacular catedral, reclamo inmejorable para una ciudad ya conocida internacionalmente. Hoy, la jornada papal tendrá como escenario Barcelona y su magnífica Sagrada Familia. Según los expertos en marketing, la publicidad para ambas ciudades "no tiene precio". Negar que la presencia del Papa levanta enorme entusiasmo en millones de ciudadanos españoles sería negar la evidencia y cerrar los ojos y no aceptar que hay otros muchos _menos de lo que parece_ que incluso llegan a sentirse ofendidos, supondría no aceptar que estamos en una sociedad libre. Siendo éstas las generales de la ley, lo que llama la atención es que aquellos enfadados, casi indignados, que muestran sus diferencias con carteles ofensivos --que nunca dedicarían, por ejemplo, al imán de turno aunque explique como pegar a la mujer sin dejar marcas o esos otros que se lamentan por que durante unas horas su comercio está cerrado, o no pueden instalar sus terrazas o no pueden circular en coche con la normalidad de todos los días--, no abran la boca cuando estas mismas circunstancias se producen por otro tipo de eventos. Sin ir más lejos, ayer, cuando el Papa celebraba Misa en Santiago, en Madrid las principales arterias de la ciudad estaban vedadas al tráfico y sus tiendas sin clientes por la gala de la MTV. Y las estrellas que actuaron contaron en todo momento con la correspondiente escolta policial. Incomodidades parecidas se producen cuando se convocan grandes manifestaciones, cuando se juega un partido de fútbol, o cuando un alto dignatario visita nuestro país. Si nos quejamos, vamos a quejarnos por todo. Por la visita del Papa y por los mega conciertos. Pertenezco al grupo que no se queja por nada. Ni por el concierto y, ni mucho menos, por la visita del Papa. Y si mañana viniera una gran autoridad religiosa de los ortodoxos o los musulmanes --estos no tiene jerarquía--, o si quienes se quisieran manifestar fueran ateos, soy de las que defiendo que lo deben hacer y a todos ellos el Estado, por un lado, y nosotros, los ciudadanos, por otro, debemos facilitar que la libertad ajena sea tratada como nos gusta que sea tratada la nuestra propia. Lo sectario, lo improcedente y lo rechazable es que algunos solo protesten cuando viene el Papa. Es casi seguro que estos que ahora protestan _y en su derecho están_ jamás criticaran con la misma energía otras posiciones religiosas en las que aquellos que cuelgan a los homosexuales encuentran cobijo. En fin, que me parece estupendo que el Papa venga a España. Me parece estupendo que Madrid se colapse por un gran concierto y que los campos de fútbol se llenen, aunque eso suponga incomodidad.