Sí quiero
Lo anunció el otro día en uno de los habituales desayunos informativos que congregan en distintos hoteles de la capital de España a periodistas y a representantes del mundo político y empresarial. Y lo hizo, con la pachorra de siempre. Sin apenas inmutarse. Con esa retranca gallega que pone de los nervios a sus adversarios y desespera a una parte de sus propios compañeros de viaje. Sí, quiero ser candidato. Confíen en mí. Les irá bien. Sólo le faltó añadir: que ustedes lo disfruten, que desayunen como Dios manda y enhorabuena a los premiados. Todo es cambio y agitación a su alrededor; los escándalos de corrupción van dejando daños colaterales como el de Rodrigo Rato, pero Mariano Rajoy mantiene el equilibrio en medio de oleajes y turbulencias. Sigue agarrado al mástil en el más puro estilo de quien resiste gana, pensando que siempre que llueve escampa y que las mejores previsiones económicas un crecimiento que rondará el 3% este año - le van a garantizar la reelección que a fecha de hoy parece bastante complicada. Inasequible al desaliento, sin perder la calma, el presidente ha decidido tomarle ahora el pulso a la calle, como si aquí no hubiera pasado nada. Sin que se le altere el ritmo cardíaco, convencido de que este país acabará, más pronto que tarde, recompensándole en las urnas por los servicios prestados. Al igual que le ocurre a algún veterano dirigente popular, Rajoy no ve a Ciudadanos como una seria amenaza, como tampoco le veía futuro al independentismo catalán o más recientemente a las posibilidades electorales del partido de Albert Rivera en Andalucía. Para mí que Rajoy lleva un ritmo distinto al de los demás mortales. No ha querido darse cuenta de que vivimos tiempos de cambio y de que la economía por sí misma será insuficiente para recuperar la confianza de los votantes de hace algunos años. Mariano tendrá que pisar mucho la calle y cambiar bastante de estrategia, si quiere ver cumplido el objetivo de seguir como inquilino de la Moncloa después de las próximas Navidades. Queda poco tiempo para arreglar algunos desaguisados y él es de los que van despacio. Por mucho que ponga de los nervios Esperanza, sabe algo de esto - a los dirigentes populares. Confíen en mí, les irá bien es su último reclamo.