Sigüenza

05/05/2018 - 12:59 Marta Velasco

Y, entre los pueblos, Sigüenza, una ciudad antigua y tan señorial como Lisboa, o más, además de estos atributos, tiene un especial temperamento, por su belleza y por haber sido gobernada por la Iglesia hasta el año 1796.

Segontia fue una poderosa diócesis desde que Alfonso VII encomendó la reconquista de la zona a Bernardo de Agen, un obispo francés, guerrero y cultivado, que conquistó Sigüenza en 1123, se instaló en el Castillo y empezó la construcción de la catedral. Hasta el siglo XIX Sigüenza fue un Señorío Episcopal que dominó la zona.
    Cada pueblo tiene su carácter, como las personas, los perros, los gatos y otros animales que he visto en los reportajes de la 2 – sí, ahí, lo juro – pájaros artistas o decoradores y peces más listos que un ingeniero industrial, que ya es decir. Y, entre los pueblos, Sigüenza, una ciudad antigua y tan señorial como Lisboa, o más, además de estos atributos, tiene un especial temperamento, por su belleza y por haber sido gobernada por la Iglesia hasta el año 1796, cuando se entregó al poder municipal. Y se resistió unos años, porque hasta 1812 el gobierno municipal no se hizo efectivo.
    Sigüenza, cambia de clima en unos minutos, igualito que Nueva York. Al amanecer el cielo es luminoso, a la hora del desayuno se emborrona de nubes, a media mañana el sol se asoma deslumbrante y a la hora de comer, cuando ya vas para casa, la cosa se pone negra y cae un chaparrón con granizo que te obliga a pedir una ¿tercera o cuarta? caña en el bar más cercano.
    Los seguntinos estamos muy orgullosos de nuestras cosas, por eso mismo somos algo desconfiados  y aquí siempre hubo un poco de pelea con los veraneantes que , a pesar de saber que no eran muy deseados, (conocían el lema popular “ Venís y nos jodís”),  caían en el embrujo seguntino desde el primer vistazo y volvían,  y vuelven, cada año, nostálgicos de la sombreada Alameda, de la soberbia catedral, del aire perfumado de los pinares, de unos cielos estrellados bajo los que se enamoraron y de los milagros de la Virgen de la Salud, que devolvía a Madrid a todos los enfermos curados.
    En estos tiempos, Sigüenza se llena de turistas el fin de semana, y personas de todo el mundo han venido a vivir y a trabajar aquí. Ellos enriquecen nuestro vocabulario, mejoran nuestra genética y nos muestran otra forma de pensar.
    Pero estos días la gente anda dividida y no por culpa del Atleti o del Madrid. Estamos divididos y preocupados por el Parque Eólico. Unos quieren y otros no. Unos temen los daños que un parque eólico puede producir en la salud, el ecosistema o el turismo, base de la economía seguntina. Y otros piensan que dará dinero y prosperidad a una zona que se está despoblando y empobreciendo.  Y todos tienen sus razones.
    Yo deseo a Sigüenza lo que desearía a mis hijos, salud, felicidad y prosperidad. Por eso, y por mi carácter seguntino, desconfiado y suspicaz, espero que no se hipoteque nuestro patrimonio histórico y cultural, que se cuide y se acreciente. Que no se arriesgue lo que tantos seguntinos construyeron hasta conocer todos los términos del contrato. Seamos exigentes y rigurosos para obtener todos los datos y todas las cifras, porque nos jugamos mucho. Y que lo que se decida sea lo mejor, no para unos pocos, sino para Sigüenza y para los seguntinos.