Sin dejar la linde
Los movimientos que se vienen produciendo por la margen izquierda del PSOE evidencian una ausencia clara de proyecto común y un apego al liderazgo absolutista de quienes luego se lo critican a sus adversarios políticos. La casta, tan denostada, no es exclusiva de los partidos tradicionales.
Pablo Iglesias ha decidido que no quiere saber nada de los pitufos gruñones de Izquierda Unida, encabezados por Alberto Garzón, como tampoco quiere saber nada de la confluencia que le reclaman desde Ahora en Común o incluso del faranduleo agrupado en torno a Pedro Almodóvar, Javier Bardem, Wyoming o Aitana Sánchez Gijón antes tan ilusionados ellos con la ceja sobre la necesidad de ir unidos a las próximas elecciones generales para echar a la derechona del poder. Su gran obsesión, su único objetivo.
La propuesta de unidad de la izquierda desenmascara al líder de Podemos, unos días después de que su admirado Tsipras le hiciera la cobra en Bruselas y demostrara a la opinión pública europea que una cosa es predicar y otra dar trigo. El partido que gobierna en Grecia, Syriza, era la referencia, el ejemplo a seguir y mira cómo ha quedado. Varufaquis caído de la moto y Tsipras buscando algún culpable. Esta era la nueva forma y el nuevo estilo que Podemos quería aplicar en España.
La ruina de Grecia está ahí; Alberto Garzón será un pitufo gruñón, pero se ha recuperado enseguida de sus desprecios; algunos dirigentes territoriales de Podemos le empiezan a afear sus modales barriobajeros y su falta de transparencia democrática; en las encuestas la formación que lidera sigue bajando
Sin embargo, el macho alfa Pablo Iglesias ha cogido la linde y no piensa abandonarla. Ni alejarse un milímetro de la ruta trazada.
Se aferra a la silla, aunque tenga que rectificar o renegar de sus propios postulados. Syriza ya no es la mejor carta de presentación, como tampoco lo es Venezuela o sus alianzas con Bildu. Los helenos de Tsipras se han quedado en un sueño de verano y de la Venezuela de Nicolás Maduro o de Bildu tampoco puede decirse que sean en estos momentos una referencia atractiva e ilusionante para esos millones de españoles desencantados.
La presunta superioridad moral de ciertos dirigentes, como Pablo Iglesias, se ha ido deteriorando.