Tierras violetas

15/07/2018 - 12:46 Luis Monje Ciruelo

Me parece simpática la idea de adornar rejas y ventanas con lazos y colgaduras del color de la lavanda.

El sábado pasado me sumé a la romería de visitantes que suelen llegar a la capital del Tajuña con el buen tiempo, y más en estas fechas en que las alcarrias de su entorno se visten de morado con del florecimiento de sus extensos cultivos de lavanda. Me pareció simpática la idea de adornar rejas y ventanas con lazos y colgaduras del color de la lavanda. La avalancha de visitantes no se detuvo a hacer turismo en Brihuega, sino que siguió cuesta arriba hasta las alcarrias, donde se desparramó para admirar las gradaciones del color violeta de los surcos de lavanda en flor que va desde el casi negro al más claro de la amatista, según se mire desde su nivel o desde un plano superior. Pero los que hemos conocido la destilación del espliego en los rústicos alambiques o “calderas” que  se instalaban en las afueras de los pueblos,  junto a una corriente de agua, sabemos que el perfume de la lavanda no tiene la intensidad del espliego, tan fuerte éste, que todos lo caminos estaban impregnados de su  aroma durante la recolección y los servidores de la “calderas”, perdían durante algún tiempo el sentido del olfato.          

              Si se controlara el peso de la lavanda que producen los extensos campos de Brihuega, no creo que pesaran más de los trece millones de kilos de espliego que se segaban en el mes de agosto en la Serranía alcarreña. El término más espleguero, era el de Huertahernando en el que algún año se llegaron a recolectar hasta 20.000 arrobas, seguido de Zaorejas, Huertapelayo, Armallones y Cifuentes. Pero el espliego es una labiada silvestre que crece a rodales en los montes y no se presta a exhibiciones como la que ví en los llanos de Yela, donde no se encontraba sitio para aparcar. Una unidad móvil de TVE se aprestaba a captar el singular ambiente, y una plataforma solitaria entre los surcos de lavanda hacía pensar que se preparaba algún concierto.

La lavanda, sin embargo, no es una novedad descubierta hace dos días, pues el cultivo de esta labiada y el aceite esencial que de ella se extrae ya eran conocidos por los romanos, que la utilizaban en sus baños, y muchos siglos antes los egipcios la usaban en sus embalsamamientos. De manera que si hoy se descubriera una nueva tumba de un faraón en Luxor, es posible que la momia conserve el mismo olor de la lavanda briocense.