Turismo mortuorio

21/10/2017 - 13:25 Antonio Yagüe

Hay iniciativas que parten de los propios cementerios y se acompañan hasta de talleres para niños.
 

Andan hasta en las escuelas contando los días para la llegada de Halloween, una fiesta importada del mundo anglosajón que cada vez tiene más fieles en España. Nada extraño si se trata de hacer una festividad más divertida y reirse de la muerte, de otros claro. Como cabía esperar, la celebración se ha convertido en un gigantesco negocio con parafernalia de calabazas, máscaras, comidas y bebidas. Un verdadero nicho de mercado, nunca mejor dicho.
    Veinte ciudades españolas se han sumado ya a lo que, aprovechando el Puente de todos los Santos, se conoce como turismo de cementerios o ‘necroturismo’. Puede sonar macabro, pero simplemente es hacer visitas guiadas, mejor aprovechando el crepúsculo para ambientarlas, a camposantos que poseen algún valor histórico o artístico, buscando la belleza también en estos lugares de descanso (obligado). Hay iniciativas que parten de los propios cementerios y se acompañan hasta de talleres para niños.
    “Hay que mostrarlos como lugares de vida. Son el resumen de nuestra historia más reciente, donde podremos encontrar muchas de nuestras referencias”, pregona una web de cementerios catalanes. “No pasa nada. Es terapéutico. Se te quitan muchas tonterías, ves la realidad de la vida, que en algún momento se va a acabar”, anima otro portal.
    La idea está copiada de Europa donde una red de 50 ciudades con afamados cementerios y tumbas de ilustres personajes ofrece visitas todo el año. He visto los de  Montparnase (París), Génova, Ginebra y Niza, con espectaculares conjuntos escultóricos y arquitectónicos. En España, pocos comparables en belleza al de Luarca (Asturias), con una ubicación privilegiada mezcla de romántico paseo, observatorio costero y mirador. De Premio Nobel. En una atmósfera de relajada melancolía, reza sin más una placa: “Aquí yacen Carmen y Severo Ochoa. Unidos toda una vida por el amor. Ahora eternamente vinculados por la muerte”.
    Me temo que este turismo tiene poco futuro en los sobrios camposantos del Señorío y choca con nuestro ancestral respeto desde niños a lo mortuorio. Compartimos convencidos la reciente crítica de Francisco a la acumulación de riquezas, que siempre se desvanecen con la muerte: “Yo nunca ví un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre, jamás”, advertía el Papa. Mis primos de este transporte corroboran que nadie les ha contratado en más de medio siglo este imposible trasiego.