Un grito desgarrador

12/05/2018 - 17:57 Javier Urra

Hay que educar a los niños en el autocontrol, en el respeto, en la autolimitación, en la alergia a la agresión y la conducta violenta.

El de mujeres y hombres de bien que queremos creer en la Justicia.
 Escuchamos a chicos varones que nos dicen ‘pues si los que no sabemos pararnos, ni frenarnos, y tampoco lo hacen los jueces, se nos puede ir más la cabeza’. Escuchamos a las chicas, que muestran una creciente indignación y una angustiosa indefensión.
    Precisamos mujeres en el Poder Judicial, en el Tribunal Supremo, mujeres que legislen, mujeres que juzguen, mujeres que sensibilicen la sociedad, que quiten la venda a quien al dictar sentencia no percibe lo que es intimidación, no es capaz de ponerse en el lugar de lo que esa chica de 18 años percibió al sentirse rodeada por esa «jauría», por esa cobarde «manada».
    La sociedad, la ciudadanía, está del lado de las mujeres víctimas de delitos sexuales. ¿Lo está la legislación? ¿Los juzgadores poseen suficiente capacitación psicológica para interpretar las conductas de las víctimas, sin cuestionarlas, sin revictimizarlas?
    Todos estamos contra quienes ejercen la violencia sexual, todos condenamos tan indigna, prepotente y lesiva conducta.
    Hay que educar a los niños en el autocontrol, en el respeto, en la autolimitación, en la responsabilización, en la alergia a la agresión y la conducta violenta. Hay que educar a los niños en la correcta sexualidad donde el otro es esencial.
    Claro, que la perspectiva de género es esencial. Debe ser transversal a todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, y subrayada allí, donde se encuentra la sufriente víctima.
    Precisamos prevención, es decir, educación y contundente sanción.
    Hoy, much s mujeres se sienten desprotegidas, corren riesgos, en el hogar y en las calles. La Justicia deja de serlo cuando se enlentece, pero pervierte su esencia cuando se olvida de la víctima, cuando la revictimiza, cuando sin proponérselo generaliza el dolor y la humillación.
    Queremos creer en la Justicia, necesitamos creer en la Justicia.
    Impartimos cursos a Jueces, Magistrados, Fiscales, a miembros de las Fuerzas de Seguridad. Y transmitimos que ante una situación tan grave, impactante, y dañina, como es ser víctima de violencia sexual, no hay un patrón único de respuesta emocional, por lo que no se puede juzgar desde ese equívoco criterio. Cuidado con las creencias erróneas, con los patrones mentales preestablecidos.
    ¿Cómo reaccionamos ante el miedo? En ocasiones silbando en el bosque, en otras acurrucándonos en la cama. ¿Cómo hubiera reaccionado usted, o yo mismo? ¿O quien ha juzgado rodeado de esos cinco brutos instintivos e inmisericordes?
     No comprometamos la confianza en nuestro Sistema de Justicia, no lodescalifiquemos desde otros poderes públicos o desde las Fuerzas deSeguridad, pero revisemos la jurisprudencia, adecuemos las leyes a una sociedad que aspira a la igualdad.
         Quiero compartir con Carlos Lesmes, Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, que son los jueces y magistrados el más importante baluarte para la protección y defensa de todas las víctimas. Le pido con humildad, y tras conocer de su sensibilidad al firmar con él recientemente un convenio, que valore realizar una pedagogía social básica explicando cómo y por qué lo juzgado. Nos encontramos con significantes como violencia, intimidación, que se emplean con significados distintos por la opinión pública y por la opinión iuris.
    No se trata de abrir una jurisprudencia paralela, de generar una exégesis de la decisión, de abrir espacios para interpretaciones, sino que la Oficina de Prensa del Consejo General del Poder Judicial explique sentencias, que como esta, no son entendibles.
    Llevo años transmitiendo a los padres, a los profesores, que se eduque en los hogares, en las escuelas, que ‘el que no sabe lo que siente el otro, pierde’ (generalmente, la otra). O al menos, así debiera de ser.