Una ciudad se instruye

22/06/2018 - 19:37 Mohamed Najib Abdelkefi

Era una ciudad entera, sedienta de conocimientos y de cultura la que se echaba a las calles atenta, paciente, interesada.

Cuando allá por el inicio de la década de 1990 me llegó la noticia de que la ciudad de Guadalajara organizaba un Maratón de los Cuentos, estaba yo todavía en activo como periodista nacido en Túnez pero naturalizado español, y mi primera reacción a la noticia fue el decir para mis adentros que aquella debía de ser una manera más, ni mejor ni peor que otras, de entretenimiento colectivo.
    Allá se quedó, en lo que a mí me concernía, el asunto. Mi reflexión fue que el evento sería un relámpago que duraría lo que se tarda en abrir y cerrar los ojos, como tantos otros. Grande fue mi sorpresa cuando al año siguiente me llegó la noticia de su segunda convocatoria. Me extrañó, como extrañaría a muchos, que la criatura no hubiera muerto al poco de nacer. Y lo que hice fue poner en práctica aquello que escribió un poeta árabe: el oído se enamora a veces antes que la mirada. Me interesé entonces un poco más por aquella actividad cultural, pero desde lejos.
    A la tercera fue la vencida. Cuando llegó a mis oídos que venía la tercera cita, volví a sentir asombro, y llegué a escribir: “atrevida y curiosa iniciativa de atarear y divertir a las multitudes… Por lo menos algo de cultura está por medio”.
    Transcurrió después, que se dice pronto, casi un cuarto de siglo.
Y he aquí que en este año de 2018, por mediación de mi amigo el profesor José Manuel Pedrosa, investigador incansable, y por causa de los dos libros que hasta ahora he dedicado a recuperar los cuentos de Lela Ula (1925-2015), inolvidable narradora de cuentos orales tunecinos, además de amiga desde que los dos éramos casi niños, recibí con gran placer la invitación de la madre o madrina o alma mater –según escuché a un compañero presente en Guadalajara– la inagotable y receptiva Blanca Calvo, que pedía mi participación en la ya vigesimoséptima edición del admirable Maratón de los Cuentos.
    Acepté encantado. Al menos así quedaría satisfecha mi curiosidad. Desobedeciendo el refrán nuestro que aconseja oír hablar al que tiene experiencia es mejor que verlo, llegué a Guadalajara, me sumergí al instante en el Maratón y me quedé sin aliento, como se suele decir, ante lo que empecé a descubrir.
    Aquello no era, como yo pensaba, un simple pasatiempo o divertimento. No. Era una ciudad entera, sedienta de conocimientos y de cultura, la que se echaba a las calles atenta, paciente, interesada. La que mediante el oído y la vista se lanzaba a instruirse durante horas y horas, de día y de noche. La que animaba a mezclarse a contadores profesionales y a aficionados, a grandes y pequeños, para que todos compartiesen los tesoros, tan bellos como instructivos, de la cultura oral. Ya sé que es un evento que atrae la atención y el interés de mucha gente, y de las autoridades también. Pero todo apoyo es poco para una celebración del civismo tan única como es esta.
    Me siento obligado, como ser humano y como sujeto profesional, a mencionar la labor de una de las nuevas amigas (también hubo amigos, claro) a las que tuve el privilegio de conocer: doña Victoria Gullón. Una narradora oral, o cuentera, o como se quiera decir, que, tal y como se dice en mi tierra, sin gritar ¡atención! llevó sus romances y sus cuentos, durante el Maratón, nada menos que a los más olvidados, a aquellos a quienes falla la salud física y psíquica y viven en residencias o clínicas que quedan muchas veces al margen de estos eventos, y de las preocupaciones de la gran mayoría de nosotros. Por más que a veces el llevar hasta ellos palabras tan humanas como las de Victoria pueden ser la mejor medicación.
    Blanca Calvo, Victoria Gullón, y tantas y tantos más que no tengo espacio aquí para mencionar: mujeres y hombres insomnes durante la mayor parte de las horas de las tres jornadas que dura el Maratón, suministradoras para todos de cuentos y de cantos, emblemas de cultura y generosidad.
    Gracias a ellas y gracias a todos. Muy especialmente al maravilloso equipo de voluntarios sin los cuales no sería posible la celebración de esta fiesta, que ya ve en el horizonte la entrada en su tercera década.
    Salud, perseverancia y éxito.