Viva el orden y la ley
En estos días aciagos, como no puede ser de otra forma, ha vuelto a demostrar su apego al orden constitucional.
Frente al interesado tópico de que la Guardia Civil es una institución reaccionaria, mito alimentado por quienes –negando la actual realidad– utilizan una y otra vez los años negros de la dictadura franquista como comodín para justificar sus opiniones presentes, lo cierto es que fue fundada por el Estado liberal hace casi 175 años, en pleno desmantelamiento de las estructuras del Antiguo Régimen. Como bien decía uno de los escritores que con más cariño y conocimiento la ha tratado, Lorenzo Silva, creador de la pareja de guardias Bevilacqua y Chamorro, escribir sobre la Guardia Civil es escribir sobre la historia de España. Desde 1844, año de su creación, se ha caracterizado por su obediencia a la ley, pasando por tantos regímenes distintos como desde entonces ha habido. No está de más recordar que frente al infame golpe de Estado de julio 1936 la Guardia Civil se mantuvo leal al legítimo gobierno de la II República, algo que a veces se olvida.
En estos días aciagos, como no puede ser de otra forma, ha vuelto a demostrar su apego al orden constitucional. Que la disciplina de la Guardia Civil tenga que recordar a algunos que la ley y sus reglamentos están para cumplirse provoca sonrojo a estas alturas. La Guardia Civil cumple la ley cuando registra durante 13 horas diferentes consejerías de la Generalitat para evitar un referéndum ilegal, como lo hace cuando registra durante 14 horas la sede del Partido Popular para perseguir la corrupción. Y también la cumple cuando ante la certeza de que en algún encierro taurino que se va a celebrar en nuestra provincia se va a infringir la ley, establece un dispositivo especial para evitarlo, algo que, como recordarán, ocurrió hace unas semanas, en las postrimerías del verano. Lejos de apoyar su labor, como es su obligación, los alcaldes de dos localidades –de cuyo nombre es mejor no acordarnos– adoptaron un tono victimista acusando a la Benemérita de persecución desproporcionada. El escrito redactado por el consistorio de uno de ellos para denunciar a la Guardia Civil –que circula por las redes, por si tienen curiosidad– provoca vergüenza ajena y roza el esperpento.
Pese a su dedicación, pese a las condiciones laborales en que a menudo tienen que desempeñar su labor, pese a su sueldo inferior al de policías autonómicas desleales, sobran ejemplos de entrega y profesionalidad. En Guadalajara, donde hemos sido noticia gracias a la brillante carrera de la teniente coronel Cristina Moreno, provoca bochorno que se cuestione, siquiera puntualmente, la labor de este cuerpo. Como bien dice la Cartilla del Guardia Civil redactada por el duque de Ahumada, su fundador, “el guardia civil no debe ser temido sino de los malhechores, ni temible sino de los enemigos del orden”. En Cataluña y aquí, viva el orden y la ley.