Vocación o mercado

22/08/2017 - 21:00 Jesús Fernández

Los partidos políticos han contribuido a hacer invisible la vinculación de estos grandes principios originales y antiguos con la ciudadanía de hoy.

La democracia en toda Europa se encuentra entre una verdadera vocación o un mercado de estructuras y organizaciones. Los partidos políticos ya no saben qué hacer para mantener viva la llama de los sentimientos democráticos y hasta de los entusiasmos. El desprestigio de la actividad pública  aumenta debido a la imparable sucesión de abusos y corrupción de los responsables o representantes del  pueblo. Sin democracia la vida y las relaciones de las personas son  completamente siniestras y oscuras. Perdemos mucho tiempo en programar actos y planificar adhesiones y no nos ocupamos en fortalecer la vocación democrática de los ciudadanos, sean del partido que sean. El principio inspirador de dichos sentimientos tiene que ser siempre las necesidades de las personas. A esto le dedicamos poco tiempo y reflexión.    
    La política está demasiada vinculada a la economía y la democracia excesivamente  mediatizada por ella. Exceso de  propaganda artificial, mercado y ofertas. Menos  propaganda y más formación. Sin testigos, sin maestros, sin ejemplos, sin testimonios, sin experiencias, sin renuncias, sin diálogo personal, sin calidad de vida no hay democracia. Así no se puede convocar al pueblo o convencerle de  ningún mensaje. Se confía  todo a las estrategias de comunicación objetiva y tecnológica de masas, no a la convicción personal. Somos un número. Se busca constituir mayorías aritméticas conducentes a la toma del poder, no minorías éticas para fermento de la sociedad. El descuido o abandono de este último aspecto en la vida social está costando muchos recursos a los electores. La inmoralidad pública también se paga. La democracia no interesa si no lleva consigo o sirve a  mis intereses. En el fondo, no creemos en la democracia sino en sus beneficios.
    El mismo concepto de participación no tiene una dimensión  personal y profunda. Sólo se pretende una estadística, no una voluntad o convicción. En la construcción de la democracia participamos todos, es obra de todos, aunque no estemos registrados, afiliados o contabilizados. Es la ciudadanía naturalmente pura pues la educación lo rompe todo, según Rousseau y su teoría “emiliana”. La democracia es algo personal, de conciencia y vocación, no sólo de adscripción y manipulación. Todo poder nace del pueblo. Esta afirmación constituye por sí sola una verdadera explicación  democrática y una única motivación. Todo lo demás son intereses fraccionados y dividendos repartidos. Los partidos políticos  han contribuido a hacer invisible la vinculación de estos grandes principios originales y antiguos con la ciudadanía de hoy. En ese sentido, podemos decir que los partidos políticos  son los mayores enemigos y obstáculos de la democracia real.