Adiós al ganadero Pedro Sopeña Zurita
Fue un referente en el mundo taurino provincial de las últimas décadas
Vuelve a escribir el destino con aires de luto en el campo bravo alcarreño y nos dice adiós el ganadero Pedro Sopeña Zurita a los 82 años de edad. Delicado del corazón en los últimos tiempos, la marcha de Sopeña deja una cierta sensación de orfandad en el ambiente taurino de la provincia de Guadalajara. Justo es decir que no debe existir pueblo por estos pagos que, al calor de sus fiestas, no haya soltado a sus campos o calles algún astado de esta casa, pues decir Sopeña en Guadalajara es invocar, directamente, toros y encierros. Considerado por compañeros y profesionales como uno de los grandes referentes de la historia taurina de la provincia de Guadalajara de las últimas décadas, sus reses han protagonizado numerosos festejos taurinos a lo largo y ancho de nuestra geografía provincial. El funeral tendrá lugar hoy, viernes, a las 10 horas en la Concatedral de Santa María y posteriormente, recibirá sepultura en el cementerio de Guadalajara.
Trayectoria ganadera
Hijo de ganadero y también hermano de ganadero, Pedro Sopeña Zurita conoció, desde niño, a la perfección los entresijos de la ganadería merced a su progenitor. Su padre, Pedro Sopeña Castillo, era natural de Beleña de Sorbe e inició sus andaduras ganaderas en los años veinte del siglo pasado. Como tantas veces recordara Pedro Sopeña en innumerables tertulias, padre e hijo instalaban su particular despacho en el bar Soria de la capital -ubicado en la parte baja de la Calle Mayor- para iniciar su negociación con las Comisiones de Festejos de los pueblos que se acercaban para comprar toros. Por aquel entonces, Pedro Sopeña hijo era un niño despierto que a pesar de su corta edad abordaba a las comisiones a la salida de los autocares para iniciar el trato. Aprendió rápido el oficio y con tan sólo 17 años perdió a su padre. Entonces, hubo de enfrentarse al complicado mundo ganadero de la cría de reses bravas.
“No me pliego a las exigencias de toreros y apoderados y eso me cierra mercados. La mayoría de las figuras, por no decir todas, no salen del toro comercial. Se basan en cuatro ganaderías que le dan lo cómodo y no quieren saber nada del toro-toro. Aún así, cada año supero la venta de trescientos animales”. Así se manifestaba Pedro Sopeña en un homenaje que le rindió la peña taurina ‘El Gallardo’ de Marchamalo hace una década. A lo largo de su vida, Pedro Sopeña contó con numerosos reconocimientos, pues era un ganadero querido y admirado por la afición. Los más recientes reconocimientos son los de Toromundial en la gala de 2014 y el de la Peña Taurina ‘El Temple’ de Cogolludo en diciembre de 2015. Hombre afable y directo en el trato, era un libro abierto rebosante de vivencias. Ganadero de los de antes, de garrocha en mano, se había convertido en el criador de bravo más veterano de la provincia y uno de los más antiguos a nivel nacional.
Aunque su inicio ganadero arrancó con cabezas de procedencia de El Sierro, su procedencia actual era del Marqués de Domecq. Si hay algo que siempre caracterizó a Pedro Sopeña fue su incansable pasión por el campo, cuyo legado ha dejado a su hija Sandra, continuadora de la saga y representante del hierro propio desde hace años.
Pedro Sopeña era un auténtico enamorado del campo, de los toros y de los caballos. Su silueta montado a caballo era una auténtica escultura. Su pasión por el encierro en su vertiente más pura le llevó a apostar y reivindicar la autenticidad de los encierros porque como él decía, en muchos casos habían pasado a ser desencierros. Era un defensor sin ambages del trato digno al toro sin acoso de coches, tractores y motos. “Sufro viendo estas cosas. A pesar de lo que han cambiado los pueblos se pueden hacer encierros a la antigua usanza, que recobren la alegría y el disfrute de los toros en el campo. Me encanta el encierro de Brihuega, especialmente la subida nocturna a la plaza de San Felipe”. Fuera de nuestra provincia, su mercado se amplió también a las provincias de Soria, Cuenca y Madrid.