Alfredo Puig, el jornalero del celuloide

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
El cine es un magnífico vehículo de expresión. Un arte. “Unas 400 butacas por llenar”, que decía Hitchcock. Pero también puede convertirse, a través del coleccionismo, en una forma de ganarse la vida, en una profesión. Alfredo Puig convive con el séptimo arte desde hace casi 35 años. Forma parte de una generación que veía películas a mansalva. Las sesiones dobles de las salas se abarrotaban de familias.
Las niñas suspiraban por el rebelde James Dean, mientras que Marilyn, con su falda de alocado vuelo, levantaba pasiones entre los padres de familia. Un día tocaba dos de vaqueros. Al día siguiente dos policiacas. Y así, muchos niños se educaban en las sesiones dobles de los cines de barrio. Alfredo Puig aprovechaba los jueves –el día que libraba en la escuela- para acudir con sus padres. A los 13 años ya coleccionaba los programas que anunciaban las proyecciones. Cuando llegó a la madurez empezó a plantearse “la posibilidad de vivir de esto”.
Su tienda, situada en la calle de La Palma, contiene cientos de piezas relacionadas con el mundo de la gran pantalla. El título del establecimiento –Gilda- rememora uno de los filmes más polémicos de la historia del cine. Rita Hayworth levantó ampollas en España con su Put the blame on mame. El contoneo de las caderas de la pelirroja era demasiado para el puritanismo de aquella época. Se reconoció su mérito años más tarde cuando las mujeres iban adquiriendo más presencia en la sociedad y disfrutaban de más libertad.
Las estanterías de Gilda acogen documentos gráficos que, por su rareza y antigüedad, pueden considerarse auténticas joyas. Los cinéfilos pueden encontrar fotos, postales, libros, carteles, claquetas, recortables, revistas o material audiovisual de filmes rodados desde 1900 hasta nuestros días. Este santuario cinematográfico dispone de una web (www.coleccionesdecine.com) para aquellos que no residan en la capital y quieran adquirir alguno de estos artículos. “Los más vendidos este año siguen siendo los carteles de películas míticas”, explica Alfredo Puig. El de Desayuno con diamantes cuesta 11 euros. El original de Rebelión a bordo, protagonizada por Marlon Brando, 90 euros (es el más caro de la tienda). Las postales de época de actores y actrices se pueden adquirir a partir de dos euros. Entre los directores, Kubrick y Tarantino arrasan. Películas como La naranja mecánica “dejaron huella en mucha gente”.

James Dean
Audrey Hepburn y James Dean tienen “mucho tirón entre las generaciones jóvenes”, explica Alfredo Puig. “Los más mayores prefieren los programas de mano que entregaban en los cines de provincias para anunciar la película siguiente”.
Puig se queja de que en estos momentos haya “poca cultura cinematográfica” y de que la gente se mueva “por modas”. El negocio del cine, se lamenta, ha perdido punch. “Desde hace algunos años cuesta encontrar tiendas de coleccionismo de este estilo. Existen muchos aficionados, pero no se publicita los lugares que acogen este tipo de material. Hay cierta apatía. Antes, si se moría algún actor importante venía alguien a comprar algún documento relacionado con él. Ya no ocurre. Fernando Fernán Gómez murió el año pasado y no se notó nada”.
A su juicio, el cine de ahora tampoco es el que era. “Antes se cuidaba más lo que se ofertaba al público. Ahora parece que todo el mundo puede hacer una película”.

Alternativa de ocio
Gilda también se encuentra representada en el Mercado de coleccionismo y ocasión, que se celebra cada sábado en pleno corazón de Madrid (plaza de 2 de Mayo). Se trata de una alternativa cultural y de ocio atractiva para poder contemplar curiosos documentos de épocas pasadas que eran, seguramente, habituales en los hogares de nuestros padres y abuelos.
La casa del cine en Zaragoza (elcoleccionista.net) y Todocine en Sevilla también atienden las demandas y gustos de los buenos aficionados.
Allí conviven plácidamente personajes tan conocidos como King Kong o Marlene Dietrich. El establecimiento de Zaragoza posee una de las mejores colecciones de España de folletos de cine, que ronda los 30.000 ejemplares.
Además de satisfacer la vertiente fetichista, en muchos casos ilustran exposiciones revisionistas y monográficas, así como sirven de ilustración para escenarios de anuncio y películas con su impresionante fondo.