Ángel Chicharro Calvo tomó el testigo de danzante de manos de su padre en la Octava

03/07/2011 - 19:02 M.Perez

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Foto: LYDIA LOPEZ
Jornada de emociones fue la que se vivió el domingo en la localidad serrana durante la tradición de la Octava. Por un lado estaba el recuerdo de José Manuel Fernández recientemente fallecido e hijo del anterior alcalde y, por otro, el relevo generacional en la condición de danzante en la familia Chicharro Calvo. Ángel padre daba el testigo a su hijo Ángel tras 44 años danzando en esta fiesta. El joven estuvo arropado por los otros siete danzantes, el tamborilero y el botarga. La danza de ‘La Cruz’, como todos los años, fue uno de los momentos más coloristas, a los pies del Ocejón y la Chocherra Despeñalagua, del que disfrutaron más de 300 personas. 
El auto sacramental fue dedicado a la memoria de José Manuel Fernández 
Diez minutos antes de que el reloj marcara las 13.00 horas, un redoble de tambor procedente de la iglesia de San Ildefonso anunciaba la salida de la Custodia bajo palio acompañada de los danzates. Félix Benito se abría paso entre la multitud con el pendón; su hermano José María con el ramo de las rosquillas que después se subastaría; le seguía la cruz parroquial y el estandarte de la Hermandad de los Danzantes que portaba, un año más, Calixto Gordo. El párroco de la zona, Luis Antonio Monje se encargó de portar la Custodia bajo palio, acompañados por los niños del pueblo que han hecho este año su Primera Comunión y las autoridades locales. Los cánticos de fiesta de las mujeres acompañaron al cortejo hasta la era, donde se llevó a cabo la primera danza. En medio del incomparable marco que supone la localización de Valverde, entre verdes valles y arroyos que le dan su nombre, y a los pies del pico Ocejón y la chorrera Despeñalagua, los danzantes bailaron al son de la flauta y el tambor La Cruz. Su disposición sobre el terreno durante la misma es la que responde al nombre de ese primer tema representado. Un suave viento y el sutil movimiento de los ocho protagonistas hacía que sus sayolines, mantones y cintas, se movieran junto al repique de sus castañuelas. Allí, muy atento, estaba Ángel Chicharro, hasta el año pasado danzante y que se mostraba emocionado viendo a su hijo Ángel “echar’–como se suele decir en el pueblo– su primera danza en la la Octava. Un problema en su rodilla le ha impedido llegar a los 45 años ininterrumpidos de danza y nadie mejor que su hijo, bien enseñado ya en esta tradición folclórica para sustituirle. Un sonoro aplauso cuando el botarga pasó revista a los danzantes y una genuflexión ante la Custodia junto a un “¡Víva Je´sus Sacramentado!”, terminó con la  primera parte de la fiesta.  
Tras el regreso a la iglesia, los danzantes volvieron a bailar, esta vez en la plaza María Cristina con palos cintas Los Molinos y El Cordón. Entre danza y danza, los protagonistas de la fiesta intentaron sacar “algunos cuartos” a los visitantes con la subasta de veinte pares de ricas rosquillas y el pase de la gorrilla del botarga. Allí, encima del característico pavimento de pizarra, se vieron dibujados con el reflejo del sol los movimientos acompasados de Mauro Benito, Javier Berrmejo, Miguel Montero, Angel Mata, Angél Montero, Ángel Chicharro, Antolín Mata y Rafa Benito, bajo la batuta de Víctor Monasterio y el instrumental de Ramón Mata. Una vez más, Ángel Chicharro padre quiso estar al lado de su hijo y sus compañeros, esta vez vestido de paisano. Orgullo de padre y nostalgia de danzante se mezclaban en su rostro mientras le solicitaban fotos para dejar constancia del momento. A sus 38 años, Angelito–como le conocen en casa – tomaba por fín esa alternativa, a través de la cual La Octava del Corpus Christi cuenta con vagaje de más de 400 años y el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Regional.
Durante la jornada de ayer, la localidad serrana también abrió las puertas de su museo etnográfico para que las más de 300 personas que se acercaron hasta allí pudieran conocer un poco más de sus tradiciones, oficios, su arquitectura y artesanía. Incluso hubo una exposición de tallas de madera del artista alcarreño José Luis Díaz Benito en las mismas dependencias.
La representación del auto sacramental en El Portalejo y la danzas a petición del público pusieron fin a la jornada en la que Valverde de los Arroyos volvió a cumplir con la tradición de la Octava del Corpus Christi. 
 
Recuerdo a José Manuel Fernández
La fiesta de la Octava del Corpus estuvo teñida de luto en esta edición por el repentino fallecimiento, el pasado miércoles, del hijo de José Ramón Fernández Gordo, que hasta hace dos meses era alcalde de la localidad. El joven era muy querido en el pueblo y siempre apostó por su desarrollo. Hace años regentó el afamado Mesón Despeñalagua y pensaba ya en abrir otro de similares características pero la muerte le sorprendió cuando tenía toda una vida por delante. La noticia fue muy lamentada por todo el pueblo, que ayer, en este día de fiesta quiso rendirle un homenaje dedicándo a Chini–como era conocido– la representación teatral en El Portalejo, grupo al que perteneció, como muchos familiares, encarnando a los personajes que cada año protagonizaban el auto sacramental. Esta vez, ‘El sainete de Cucharón’ se hizo con una mirada de Valverde al cielo. Esa tristeza por la pérdida de José Manuel se podía ver en los rostros de muchas gente, en los altares del pueblo teñidos con mantones negros y en el semblante del actual alcalde, José Luis Bermejo. "Valverde está de luto y al lado de la familia de José Ramón, que lo está pasando muy mal. Nadie se esperaba lo sucedido", reflexionaba.