Antonina Arcas: “Todas las ciudades tienen conflictos, pero Guadalajara a una escala desproporcionada”

05/01/2023 - 10:03 M. Martínez

Arquitecta y especialistta en urbanismo, Arcas analiza en esta entrevista los conflictos urbanísticos de la ciudad.

Antonina Arcas, arquitecta especializada en Urbanismo, ha publicado el libro Guadalajara desnuda, ilustraciones, relatos y análisis de la ciudad, una reflexión sobre el urbanismo de la capital, o como ella dice, “la desconsideración hacia el urbanismo”. Con un criterio profesional, pero un lenguaje muy sencillo y cierta ironía, explica el porqué de esa sensación de desamparo que la ciudad le produjo cuando siendo una niña se trasladó a vivir aquí. Y lo hace intercalando relatos e historias personales de su infancia y adolescencia por las mismas calles y plazas que ahora mira con ojo crítico. Todo ello ilustrado con sus propias acuarelas, lo que da como resultado un libro bello, entretenido, y muy interesante.
 
    Me gustaría comenzar conociendo cuál es su impresión de Guadalajara como ciudad.
    Guadalajara es una ciudad que tiene conflictos. Lo vemos todos, no es la visión de una experta, sino como ciudadana, y cualquiera puede percibir esos conflictos, sentirlos en su caminar.  Todas las ciudades tienen conflictos, pero aquí los encontramos a una escala desproporcionada. 

    ¿A qué se refiere? ¿Qué tipo de conflictos?
    Por ejemplo, tiene, o tenía, un patrimonio muy valioso que ha desaparecido, y el que todavía se conserva es maltratado, con imágenes de comercios, de anuncios, solares... Luego, tenemos una arquitectura tradicional que es despreciada, que no se mantiene, no se cumple el deber de conservación, ni se hace cumplir este deber, y entra en un estado de deterioro enorme; hay edificios que acaban siendo ruina y se tiran y aparece el solar. Y luego tenemos los nuevos crecimientos del siglo XX y XI, que tienen sus propios conflictos.

    Vamos a poner algunos. ¿Qué podemos decir del entorno del Palacio del Infantado?
    Estamos hablando de una joya nacional y a su alrededor vemos comercios con letreros impresionantes, solares abandonados que producen vacíos en la composición del entorno, habitualmente se instalan mercadillos muy horteras, incluso atracciones de ferias... y, en sí mismo, al edificio le falta inversión, darle un uso contundente, porque cuando las cosas se usan se mantienen; si no tienen un uso, lo olvidamos.

    Continuamos subiendo hacia la Calle Mayor, ¿qué nos encontramos?
    Nos encontramos la iglesia de Santiago, lo que queda del antiguo convento que había, toda la manzana era un convento y con la desamortización solo se mantuvo la iglesia. Allí han surgido muchas construcciones, entre otras una caja de ahorros con paneles de cristal negro que nada tiene que ver con esta iglesia mudéjar. Es una agresión total. Y por detrás de la iglesia hay un bloque de viviendas descomunal, desproporcionado. Eso no solo pasa en esa manzana, sino en todo el casco, Bardales, General Prim, Cuesta de San Miguel... Porque la capilla de Luis de Lucena, por ejemplo, no la vemos. 
    Luego tenemos el antiguo Bar Soria, que ha dejado a la vista los arcos de la antigua iglesia de San Andrés. ¿Cuántos años vamos a estar con ese solar así? No tenemos dinamismo y mientras tanto el amarillo poliuretano nos acompaña por todas partes. 

    De hecho, dedica un capítulo a estos muros a los que llama ‘amarillo pollito’. ¿Qué se puede hacer con ellos?
    Lo primero que habría que hacer es que no fueran de poliuretano. Se pueden proteger haciendo una especie de fachada falsa y algún trampantojo que durante los años que eso vaya a estar vacío nos ofrezca una imagen bella, aunque sea tramposa. La belleza está muy infravalorada en Guadalajara, como si fuera algo del Pleistoceno, y no, yo quiero que las cosas sean bellas. No renuncio a ello y, entre otras cosas, por eso he hecho el libro, porque me duele pasear por la ciudad y ver que en general no se habla de ello. 
Lo que se podría hacer es obligar a los propietarios a que sus casas no caigan en situación de ruina, porque tienen un deber de conservación. Y si se tiene que tirar, que sea con un proyecto ya tramitado y que fuera rápida su ejecución. 
    Pero, en el momento que necesitamos suelo en grandes cantidades se busca fuera de los lugares que son más conflictivos, porque es más económico edificar en un solar expedito que hacerlo en un solar que puede tener una ruina, que puede estar entre medianeras... Los promotores evitan los conflictos, yo también los evitaría, pero lo que hay que conseguir es que tengan las ayudas suficientes como para que les compense promover dentro del casco, porque en el casco hay suelo, un montón, en edificios que están vacíos y que están abandonados y que no tienen por qué llegar a caer en la ruina. 

    Pero en los nuevos desarrollos también vemos ejemplos que no contribuyen a mejorar la fisonomía de la ciudad.
    Una de las cosas que genera conflicto es el diseño urbano. Hay parámetros que hay que tener en cuenta, como la proporción del alto de los edificios con la anchura de la vía, la vegetación... Muchas veces estamos viendo que esas proporciones no están cuidadas. Por ejemplo, en la rotonda de las Provincias, todo ese bulevar tiene a un lado un paredón que automáticamente te expulsa, directamente por ahí no quieres pasar, te cambias de acera. Es una desconfiguración total de la ciudad mediterránea, no hay densidad, no hay nada. Es un transitar, pero no quieres permanecer ahí. 
La calle Ordesa, una calle concéntrica de la rotonda de las Provincias, tiene a un lado un bloque de cinco o seis alturas y al otro unifamiliares, ese escalón hace que todos los de arriba estén constantemente viendo a los de abajo. Eso es no pensar, dibujar sobre el plano, pero no imaginarse en tres dimensiones lo que implica.

   Pero no todo es malo, también encontramos intervenciones afortunadas.
    Sí, claro, y no solo eso, es que Guadalajara sigue teniendo patrimonio. Y también se han recuperado algunos edificios que están muy bien, por ejemplo, el matadero, el actual  Museo Sobrino,  ha tenido una intervención casi quirúrgica, se ha dejado el edificio muy visible, tiene una perspectiva muy bonita desde la calle trasera. El nuevo puente, paralelo al puente árabe, está hecho con muchísima solvencia, es ligero, no molesta, no se impone, es un señor puente pero no pretende rivalizar con el que hay.  Guadalajara tiene grandes ventajas, está cerca de Madrid, tiene una escala muy buena para que nos interrelacionemos con la ciudad, tiene muchísimo verde... Solo tiene un complejillo más...

    ¿A qué se refiere?
    Con esa génesis que tiene, como el resto del Corredor del Henares, es la manera en la que recibimos a las personas que llegan aquí. A lo largo del año pueden pasar millones de personas con sus coches por nuestra orilla y no ven lo que tenemos, ni se lo pueden imaginar. Tenemos unos polígonos industriales brutales que, además, ahora han pasado de una orilla a otra de la A2 y tapando las terreras y con unas naves muy agresivas visualmente y eso es lo que les enseñamos, eso es lo que somos para ellos. 

    ¿Qué se puede hacer para ir mejorando?
    Lo primero, ser conscientes de que tenemos un problema, y luego los ciudadanos somos los primeros que tenemos que exigir. Esto no es una cuestión política, es una cuestión de responsabilidad de cada uno, como propietarios de inmuebles que tenemos que cuidar y tenemos que ser exigentes con lo que nos rodea, con la belleza. 
    En los nuevos desarrollos prácticamente no hay nada, no hay interés por componer, por la forma, por compensar tanta dureza del ladrillo y somos nosotros quien tenemos que exigir.