Antonio Romera Moreno... “El Mangurrino”

05/06/2016 - 19:43 Eduardo Díaz

Si hoy en día preguntásemos a las personas denominadas GTV (Guadalajareñas de Toda la Vida), si conocieron a Antonio Romera, seguramente que la mayoría nos contestaría que no. Pero si cambiásemos el nombre propio de la pregunta, y decimos El Mangurrino, el porcentaje de respuestas positivas se aproximaría al cien por cien.
   El bueno de Antonio Romera Moreno nació en la localidad de Malacuera, muy cerquita del municipio de Brihuega.  Cuando terminó sus obligaciones con el Ejército Español se trasladó a vivir a Guadalajara, donde comenzó a trabajar en el sector de la construcción. Una inoportuna enfermedad le impidió seguir trabajando como albañil, por lo que tuvo que jubilarse de manera anticipada.
       El Mangurrino vivía en el barrio de Budierca, en concreto en la calle de Pescadores. Todos los días se levantaba de madrugada dando un portazo que, según los vecinos, era su manera de dar los buenos días. Su jornada comenzaba tomando un café por alguno de los bares de su barrio y, posteriormente, visitaba las obras de la ciudad puesto que como él comentaba, añoraba mucho su profesión. Ya a media mañana, se acercaba a la Floristería Ocelos, en la calle Mayor alta, para realizar todos los encargos pendientes de reparto.
       Una vez terminada la comida, y después de un corto periodo de descanso, comenzaba la jornada festiva de El Mangurrino. El famoso periodista y tertuliano, Antonio Pérez Henares “ Chani”, le definió como el tipo más simpático y feliz de la Alcarria. El Mangu se ponía su chaqueta con clavel incluido en el ojal, cogía su típico sombrero y con guitarra en mano se lanzaba a recorrer las calles de la zona centro con una velocidad de liebre. Las canciones que entonaba eran totalmente irreconocibles y cuando alguna moza se cruzaba en su camino no se libraba del simpático piropo que la lanzaba.
   Si por algo se distinguía El Mangurrino, era por su humildad y sencillez. El mismo se definía como una persona incrédula y que solamente creía en las personas. Muchos de sus amigos, le preguntaban si no tenía novia y que cuándo se casaría. Su respuesta siempre era la misma: “ Vivo muy bien solo y de esa manera soy más libre”.
La última  vez que se le vio por las calles de Guadalajara fue el 20 de septiembre del año 1977, en el desfile de Carrozas de las Ferias y Fiestas, acompañando durante todo el recorrido al carruaje de la Caja Provincial de Guadalajara, como puede observarse en testimonio fotográfico que se acompaña y el cual tiene un gran valor emocional. Posteriormente fue invitado por varios integrantes de la peña Agapitos a su sede en un chalet de la calle Cogolludo, junto al paseo de Las Cruces. En ese lugar y según versión de varios peñistas, El Mangurrino comenzó a sentirse indispuesto por lo que fue trasladado a su domicilio en el turismo de uno de los que se encontraba en la citada peña.
       Unos días más tarde, su vecina alertó a la Policía de que Antonio llevaba varios días sin dar su típico portazo matinal. Fueron los bomberos los que lograron abrir la puerta, encontrando al bueno del Mangurrino  tumbado en su cama sin vida. El lunes 26 de septiembre era enterrado en el cementerio municipal, en compañía de sus familiares y numerosos peñistas de Agapitos, los cuales depositaron una corona de flores en su lápida, ya que le consideraban como un socio de honor. Años más tarde, el Ayuntamiento de Guadalajara, tributó un homenaje en su honor, creando el cabezudo El Mangurrino, siendo el preferido de los niños, ya que es el único que no pega debido a que sus manos están ocupadas  por su entrañable guitarra.