Barcelona, el sueño modernista
26/09/2011 - 09:37
A los pies del omnipresente y señorial Tibidabo, en la Sierra de Collserola, Barcelona saluda al visitante como una ciudad siempre unida al mar, tranquila, avanzada, cosmopolita, y con personalidad e identidad, a través de sus curvas modernistas del genial Antoni Gaudí, y del majestuoso barrio gótico, de las Ramblas, siempre animadas, o de la vida barcelonesa en general explotando continuamente en todas las direcciones y en todos los estilos...
Barcelona, como ciudad viva y de encuentro, ha visto como pasaban y se quedaban en sus calles todos los estilos artísticos y monumentales de la historia europea; en su mapa arquitectónico destaca desde el romano templo de Augusto, el románico, el gótico esplendoroso y el barroco, a las vanguardias del novísimo diseño urbano. Pero sobre ellos brilla el modernismo y su profunda huella barcelonesa, objeto de admiración universal, que ha encajado perfectamente con los cambios más recientes de la historia de esta gran urbe mediterránea tras la Exposición Internacional de 1929 o los Juegos Olímpicos de 1992.
La Barcelona modernista
Los magníficos exponentes del modernismo en Barcelona siguen cautivando a los visitantes que se acercan a la capital catalana. Sus orígenes arrancan desde que el crecimiento de la ciudad llevara al ingeniero militar Ildefons Cerdà en 1859 a presentar ante el gobierno estatal un ambicioso plan urbanístico para materializar el ensanche de la ciudad que necesitaba extenderse por el llano. Se trataba de un proyecto basado en la racionalidad y que tenía por objetivo la calidad de vida de las personas. Sin embargo, la especulación del suelo imposibilitó finalmente que se desarrollara como estaba previsto en el plan Cerdà.
El principal protagonista de este Eixample (Ensanche) sería un estilo arquitectónico, el modernismo, un estilo que exaltaba el modo de vida burgués, en principio derivado del "Art Noveau", y sujeto a las influencias de diversas tendencias, especialmente de las historicistas.
Los mejores ejemplos del modernismo en la ciudad se deben a Antoni Gaudí, autor de la Basílica de la Sagrada Familia, la Casa Milà (la popular Pedrera), el Parque Güell o la Casa Batlló; pero hay otros arquitectos representativos como, por ejemplo, Lluís Domènech i Montaner, responsable del Hospital de San Pau o el impresionante Palau de la Música Catalana, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1997, y Josep Puig i Cadafalch, diseñador de la Casa Amatller, la Diputación de Barcelona o la Casa Terrades.
Nadie duda, sin embargo, que la obra símbolo de la Barcelona modernista y del genial Antoni Gaudí es la Sagrada Familia, situada entre las calles de Mallorca, Provença, Sardenya y Marina. Su barroquismo, la policromía y la riqueza de los materiales de construcción son las características más importantes de este templo cuya fachada exterior sigue siendo la más fotografiada por los turistas.
La Ciutat Vella
Tras el paseo por las joyas modernistas, es imprescindible volver la vista a la parte más antigua de la ciudad. En las Ramblas el visitante se encuentra en el lugar más popular de la ciudad, su icono, el símbolo más representativo de la Ciudad Condal. Pasear por esta zona es contemplar y penetrar en el alma de Barcelona. Gentes muy diversas -"estatuas humanas", músicos callejeros, vendedores de flores- mezcladas con instituciones culturales, hoteles y mercados en un eje multicolor que une la Plaça de Catalunya con el célebre monumento dedicado a Colón y el Port Vell.
Este es el corazón de la Ciutat Vella, y entre los muchos reclamos que solicitan la atención sobresalen la propia Plaça de Catalunya, la Font de Canaletes (donde los hinchas culés celebran los éxitos del Barça), la Iglesia de Betlem, el Palau Moja, el Gran Teatre del Liceu, la Plaça Reial, el Palau de la Virreina o el Mercado de la Boquería, un escaparate vital de la ciudad con productos alimenticios de todo el mundo, donde hay que saborear unas buenas tapas mientras se observa el incesante gentío.
El Barrio Gótico
Aunque lleva la etiqueta "gótica" en el nombre por su arquitectura bajomedieval, el trazado del Barrio Gótico, el más antiguo de Barcelona, responde al urbanismo latino. Es en este barrio donde se alza la Catedral, dedicada a la Santa Cruz y elevada sobre las ruinas de anteriores templos (vale la pena visitar su subsuelo donde yacen los cimientos de una basílica del siglo IX). La sobriedad caracteriza su interior, mientras la fachada principal es propia del gótico flamígero. A su lado, en la Calle Santa Llúcia, un patio rectangular con forma de claustro que luce una coqueta fuente sorprende por su belleza. Pertenece a la Casa de l'Ardiaca -hoy Archivo Histórico Municipal- y fue erigido en 1510 sobre una parte de la muralla romana.
Paseando por Vía Laietana, la Calle de Jaume I, o el Carrer del Bisbe, se llega a la Plaça de Sant Felipe Neri, presidida por una interesante iglesia barroca con el mismo nombre, así como las casas de los gremios de caldereros y zapateros. A solo unos metros, el Palau de la Generalitat muestra sus fachadas gótica y renacentista, frente a la Casa de la Ciutat (Ayuntamiento), y otros edificios de gran interés como la iglesia de Sant Just, o el Palau Reial Major, ya en la Plaça del Rei, con el Saló del Tinell, escenario del encuentro de los Reyes Católicos y Cristóbal Colón a su regreso de América; la capilla de Santa Ágata (s. XIV) y el Museo Histórico de la Ciudad con sus ruinas romanas subterráneas.
Montjuïc
Los 173 metros de la montaña de Montjuïc caen al mar en una cara afilada, perfilada según el diseño de la erosión. Lugar desde el que el héroe Hércules contempló el llano, con motivo de la Exposición Internacional de 1929 se impulsó la construcción sobre su dibujo. Aquí sobresale la Plaça d'Espanya con sus dos célebres torres venecianas, la Font Mágica -que para muchos es la atracción más popular de Barcelona-, el Castillo de Montjuïc, así como el Anillo Olímpico que maravillara al mundo como sede de los Juegos de 1992. Ante el escenario de las fuentes se asoma el Palau Nacional de Montjuïc que alberga el Museu Nacional d'Art de Catalunya. En sus salas se expone una valiosísima muestra de pintura mural románica, así como importantes colecciones de pintura gótica.
El litoral y el Barrio de la Ribera
Desde la montaña vale la pena acercarse -a través del funicular es mucho más recomendable y permite divisar el ultramoderno centro comercial Maremagnum y el acuario- a la Torre Sant Sebastià y La Barceloneta. Con sus playas y restaurantes típicos, esta zona de ocio, muy de moda y agradable, ha renacido tras la recuperación de más de cinco kilómetros de litoral (desde el Port Vell al Port Olimpic). Otra opción es darse una vuelta por el barrio de la Ribera, donde los conquistadores cristianos del siglo X expulsaron a los musulmanes más allá de las murallas de la ciudad, y éstos se establecieron en el actual Carrer de Argentería (Platería), creando el Raval dels Sarraïns (Arrabal de los Sarracenos). El arrabal crecería junto al puerto, diversificándose y enriqueciéndose para convertirse en un barrio presidido por la Basílica de Santa María del Mar, máximo ejemplo del gótico catalán, el Carrer de Montcada y el cercano Parc de la Ciutadella, escenario de la Exposición Universal de 1888.
Por último, y si puede ser por la noche mejor, hay que acercarse a la Plaça de les Glòries Catalanes para admirar la Torre Agbar iluminada, la última novedad del "skyline" barcelonés, obra del arquitecto galo Jean Nouvel. Alcanza los 145 metros de altura, distribuidos en 34 plantas, y está recubierta con lamas de vidrio de colores. Fue inaugurado en 2005 por los Reyes y costó alrededor de 130 millones de euros.
La Barcelona modernista
Los magníficos exponentes del modernismo en Barcelona siguen cautivando a los visitantes que se acercan a la capital catalana. Sus orígenes arrancan desde que el crecimiento de la ciudad llevara al ingeniero militar Ildefons Cerdà en 1859 a presentar ante el gobierno estatal un ambicioso plan urbanístico para materializar el ensanche de la ciudad que necesitaba extenderse por el llano. Se trataba de un proyecto basado en la racionalidad y que tenía por objetivo la calidad de vida de las personas. Sin embargo, la especulación del suelo imposibilitó finalmente que se desarrollara como estaba previsto en el plan Cerdà.
El principal protagonista de este Eixample (Ensanche) sería un estilo arquitectónico, el modernismo, un estilo que exaltaba el modo de vida burgués, en principio derivado del "Art Noveau", y sujeto a las influencias de diversas tendencias, especialmente de las historicistas.
Los mejores ejemplos del modernismo en la ciudad se deben a Antoni Gaudí, autor de la Basílica de la Sagrada Familia, la Casa Milà (la popular Pedrera), el Parque Güell o la Casa Batlló; pero hay otros arquitectos representativos como, por ejemplo, Lluís Domènech i Montaner, responsable del Hospital de San Pau o el impresionante Palau de la Música Catalana, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1997, y Josep Puig i Cadafalch, diseñador de la Casa Amatller, la Diputación de Barcelona o la Casa Terrades.
Nadie duda, sin embargo, que la obra símbolo de la Barcelona modernista y del genial Antoni Gaudí es la Sagrada Familia, situada entre las calles de Mallorca, Provença, Sardenya y Marina. Su barroquismo, la policromía y la riqueza de los materiales de construcción son las características más importantes de este templo cuya fachada exterior sigue siendo la más fotografiada por los turistas.
La Ciutat Vella
Tras el paseo por las joyas modernistas, es imprescindible volver la vista a la parte más antigua de la ciudad. En las Ramblas el visitante se encuentra en el lugar más popular de la ciudad, su icono, el símbolo más representativo de la Ciudad Condal. Pasear por esta zona es contemplar y penetrar en el alma de Barcelona. Gentes muy diversas -"estatuas humanas", músicos callejeros, vendedores de flores- mezcladas con instituciones culturales, hoteles y mercados en un eje multicolor que une la Plaça de Catalunya con el célebre monumento dedicado a Colón y el Port Vell.
Este es el corazón de la Ciutat Vella, y entre los muchos reclamos que solicitan la atención sobresalen la propia Plaça de Catalunya, la Font de Canaletes (donde los hinchas culés celebran los éxitos del Barça), la Iglesia de Betlem, el Palau Moja, el Gran Teatre del Liceu, la Plaça Reial, el Palau de la Virreina o el Mercado de la Boquería, un escaparate vital de la ciudad con productos alimenticios de todo el mundo, donde hay que saborear unas buenas tapas mientras se observa el incesante gentío.
El Barrio Gótico
Aunque lleva la etiqueta "gótica" en el nombre por su arquitectura bajomedieval, el trazado del Barrio Gótico, el más antiguo de Barcelona, responde al urbanismo latino. Es en este barrio donde se alza la Catedral, dedicada a la Santa Cruz y elevada sobre las ruinas de anteriores templos (vale la pena visitar su subsuelo donde yacen los cimientos de una basílica del siglo IX). La sobriedad caracteriza su interior, mientras la fachada principal es propia del gótico flamígero. A su lado, en la Calle Santa Llúcia, un patio rectangular con forma de claustro que luce una coqueta fuente sorprende por su belleza. Pertenece a la Casa de l'Ardiaca -hoy Archivo Histórico Municipal- y fue erigido en 1510 sobre una parte de la muralla romana.
Paseando por Vía Laietana, la Calle de Jaume I, o el Carrer del Bisbe, se llega a la Plaça de Sant Felipe Neri, presidida por una interesante iglesia barroca con el mismo nombre, así como las casas de los gremios de caldereros y zapateros. A solo unos metros, el Palau de la Generalitat muestra sus fachadas gótica y renacentista, frente a la Casa de la Ciutat (Ayuntamiento), y otros edificios de gran interés como la iglesia de Sant Just, o el Palau Reial Major, ya en la Plaça del Rei, con el Saló del Tinell, escenario del encuentro de los Reyes Católicos y Cristóbal Colón a su regreso de América; la capilla de Santa Ágata (s. XIV) y el Museo Histórico de la Ciudad con sus ruinas romanas subterráneas.
Montjuïc
Los 173 metros de la montaña de Montjuïc caen al mar en una cara afilada, perfilada según el diseño de la erosión. Lugar desde el que el héroe Hércules contempló el llano, con motivo de la Exposición Internacional de 1929 se impulsó la construcción sobre su dibujo. Aquí sobresale la Plaça d'Espanya con sus dos célebres torres venecianas, la Font Mágica -que para muchos es la atracción más popular de Barcelona-, el Castillo de Montjuïc, así como el Anillo Olímpico que maravillara al mundo como sede de los Juegos de 1992. Ante el escenario de las fuentes se asoma el Palau Nacional de Montjuïc que alberga el Museu Nacional d'Art de Catalunya. En sus salas se expone una valiosísima muestra de pintura mural románica, así como importantes colecciones de pintura gótica.
El litoral y el Barrio de la Ribera
Desde la montaña vale la pena acercarse -a través del funicular es mucho más recomendable y permite divisar el ultramoderno centro comercial Maremagnum y el acuario- a la Torre Sant Sebastià y La Barceloneta. Con sus playas y restaurantes típicos, esta zona de ocio, muy de moda y agradable, ha renacido tras la recuperación de más de cinco kilómetros de litoral (desde el Port Vell al Port Olimpic). Otra opción es darse una vuelta por el barrio de la Ribera, donde los conquistadores cristianos del siglo X expulsaron a los musulmanes más allá de las murallas de la ciudad, y éstos se establecieron en el actual Carrer de Argentería (Platería), creando el Raval dels Sarraïns (Arrabal de los Sarracenos). El arrabal crecería junto al puerto, diversificándose y enriqueciéndose para convertirse en un barrio presidido por la Basílica de Santa María del Mar, máximo ejemplo del gótico catalán, el Carrer de Montcada y el cercano Parc de la Ciutadella, escenario de la Exposición Universal de 1888.
Por último, y si puede ser por la noche mejor, hay que acercarse a la Plaça de les Glòries Catalanes para admirar la Torre Agbar iluminada, la última novedad del "skyline" barcelonés, obra del arquitecto galo Jean Nouvel. Alcanza los 145 metros de altura, distribuidos en 34 plantas, y está recubierta con lamas de vidrio de colores. Fue inaugurado en 2005 por los Reyes y costó alrededor de 130 millones de euros.