Carlos Soria, pasión por la montaña sin límite de edad

20/06/2016 - 12:27 Marta Martínez

Cuando llega a la cumbre, lo único que piensa es en bajar lo antes posible. Es lo que siente Carlos Soria cuando consigue coronar un 8.000. Así lo contaba el jueves en Guadalajara donde acudió invitado por el Centro Asociado de la Uned para dar una conferencia. Y lo aclaraba: “es muy peligroso permanecer allí y la bajada es igual o peor que el ascenso”.

Fueron numerosos los guadalajareños que se acercaron a escuchar a este veterano alpinista que hace poco más de un mes conquistó el Annapurna. A sus 77 años contagia pasión por la montaña e irradia una energía a la que no estamos acostumbrados cuando hablamos de jubilados.

Sin embargo, para él la vida de jubilado es “fantástica”, porque le permite entregarse por completo a su pasión y “tengo más tiempo para entrenar y hacer lo que quiera” afirma entre sonrisas este tapicero retirado cuando se le pregunta respecto de su edad.

Ese tiempo lo dedica a coleccionar ‘ochomiles’. Va camino de ser la persona de más edad en alcanzar la cumbre de las 14 montañas más altas del mundo; ya lleva 12. Solo le quedan dos: Dhaulagiri y Shisha Pangma,cuyas expediciones prepara para marzo, la primera, y en otoño del próximo año la segunda.

De hecho, es el alpinista más mayor que alcanza la cima del Annapurna, considerado el ochomil más peligroso por el gran riesgo de avalanchas. Sin embargo, “no es una proeza, ha sido una suerte más que nada”, responde modestamente.

“El Annapurna es una montaña muy peligrosa, eso es cierto, pero la hemos encontrado en buenas condiciones y, sin embargo, un poco más técnica porque había más hielo y menos nieve. Ha sido duro porque la previsión que teníamos el día de la cumbre no se cumplió del todo, nevó más de lo que se pensaba y había más viento”. Así explicaba la ascensión minutos antes de comenzar su conferencia. Luego, las imágenes que mostró de la llegada a la cima hacen que esas palabras se quedan pequeñas. El viento era fuerte y el frío era tal que no pudieron hacer una foto del momento porque la funda de la cámara estaba congelada y, aunque hubieran conseguido sacarla, el obturador, comenta, a esas temperaturas se congela. Lo que sí fue una proeza, reconoce, fue la de su compañero Luis Miguel López Soriano al lograr grabar ese video en tales condiciones. Ni siquiera Carlos Soria se atrevió a sacar las banderas que siempre le acompañan allá arriba, la de España, la de la Comunidad de Madrid y la de su pueblo, Moralzarzal.

Ahora sí, lo de pensar en bajar lo antes posible de estas cimas adquiere sentido para los que nunca hemos subido más de los 2.048 metros del Ocejón.

“Hemos salido muy contentos, después de estar en tres ocasiones en el Annapurna no cabe duda que volver entero es bastante importante, y contento porque subimos mucha gente y no hubo ningún problema grave” afirma a modo de conclusión de esta expedición.

Los dos intentos anteriores a los que se refiere son los de 2012 y 2015. En 2012 fueron las avalanchas y el año pasado el terremoto de Nepal lo que les hizo abandonar. “Nos enteramos del terremoto en el campo base, porque se movió todo”, apunta.

 

No es cuestión de edad

Para Carlos Soria la edad no es un condicionante, pero se sabe un privilegiado por poder hacer lo que hace con sus años. Es cierto que se cuida y se mantiene activo (hace bicicleta, ski de fondo y escalada), pero como siempre, añade. Lo más importante es la ilusión, y esa no la ha perdido desde los 14 años que comenzó a escalar por la Sierra de Guadarrama, y hacer lo que realmente te gusta. “Soy muy feliz en estos sitios”. No tiene pensado dejarlo, tampoco se vuelve loco por completar los dos ‘ochomiles’ que le faltan para cumplir su reto, simplemente quiere seguir disfrutando de la montaña hasta que pueda o deje de gustarle.

A pesar de que sus sueños están en las alturas, Carlos Soria tiene los pies muy bien puestos sobre la tierra. En la montaña no ha tenido ningún incidente grave. Afirma que todo es cuestión de sentido común y le gusta hacer las cosas bien, ya sea tapizar un sillón o subir un ‘ochomil’.