Carmen Cortés y su compañía rindieron su particular homenaje al zapato flamenco
01/10/2010 - 09:45
Por: MAR GATO. MADRID
El zapato sirvió de vehículo metafórico para dar vida al último espectáculo de la compañía de danza de Carmen Cortés, presente en la noche de ayer en el teatro auditorio Buero Vallejo para encandilar a los aficionados del buen arte flamenco. Bajo el sugerente título de Las mujeres de Lorca, la bailaora dio un inolvidable repaso por las obras del siempre recordado poeta granadino Federico García Lorca, protagonista junto con sus títulos de las escenas que conformaron un espectáculo memorable.
Con alevosía y nocturnidad se sumergió en el Buero Vallejo, más flamenco que nunca para la ocasión, el último espectáculo de Carmen Cortés, Las mujeres de Lorca, obra apasionada y apasionante que revivió sobre las tablas del patio guadalajareño el preciado legado de un inolvidable de las letras teatralizadas, Federico García Lorca. Fue a través del recuerdo de seis de sus más conocidas creaciones que tomaron cuerpo los más diversos compases. Así, las seguirillas y martinetes aparecerían en el recuerdo de las desdichas de La casa de Bernarda Alba; las granaínas y tarantos para dar forma a la dolorosa esterelidad en Yerma; los tanguillos para adentrarnos en el drama de los matrimonios de conveniencia en La zapatera prodigiosa; las soleares y los jaleos para dar cuenta de la heroína y causa liberal de Mariana Pineda; o las bulerías y rondeñas que dan contenido a la vida y la muerte que recrea Bodas de sangre. Con ellas, la palabra se había convertido en baile, y las mujeres que un día nacieron de la inspiración de un genio granadino fueron renacidas para volverse a reinterpretar, esta vez a taconazo limpio, por medio de una fabulosa Carmen Cortés y sus chicas, a caballo entre la templanza e intimismo y la explosión casi visceral del baile flamenco.
El goce provocado por los sones al unísono del taconeo sobre el escenario se vio complementado con el sublime acompañamiento musical, engrosado por músicos de la talla de Iván Losada, Guadiana, Antonio Ingueta, María Carmona, Carmen Carmona y Rafael Serrano, de cuyo desgarro y compás guitarrero y de cajón sedujeron hasta el apuntador y algún que otro técnico de la compañía, que no se lo pensó dos veces en animar a sus compañeros desde detrás del patio de butacas, para sorpresa de algunos cuantos.
Culto al zapato
El baile y la música emocionada del primer plano contrastó con el original decorado, conformado, no se sabe muy bien por qué, con una importante montonera de zapatos de flamenco, que tan pronto mantenía oculto un piano como que surgían de las camisas, faldas o pañuelos de las bailarinas, por no decir incluso del techo. Probablemente, sería éste su particular homenaje a una pieza fundamental de un espectáculo que, sin duda alguna, ha sido uno de los mejores que han pasado por el teatro capitalino en lo que a golpe de tacón se refiere; ¡y qué golpe de tacón!.
El goce provocado por los sones al unísono del taconeo sobre el escenario se vio complementado con el sublime acompañamiento musical, engrosado por músicos de la talla de Iván Losada, Guadiana, Antonio Ingueta, María Carmona, Carmen Carmona y Rafael Serrano, de cuyo desgarro y compás guitarrero y de cajón sedujeron hasta el apuntador y algún que otro técnico de la compañía, que no se lo pensó dos veces en animar a sus compañeros desde detrás del patio de butacas, para sorpresa de algunos cuantos.
Culto al zapato
El baile y la música emocionada del primer plano contrastó con el original decorado, conformado, no se sabe muy bien por qué, con una importante montonera de zapatos de flamenco, que tan pronto mantenía oculto un piano como que surgían de las camisas, faldas o pañuelos de las bailarinas, por no decir incluso del techo. Probablemente, sería éste su particular homenaje a una pieza fundamental de un espectáculo que, sin duda alguna, ha sido uno de los mejores que han pasado por el teatro capitalino en lo que a golpe de tacón se refiere; ¡y qué golpe de tacón!.