Clara Martínez, una alcarreña en Rusia que, de momento, no piensa en volver
Le ha tocado vivir "la operación militar" en Ucrania desde Moscú y nos cuenta cómo ha cambiado la vida en estas últimas semanas.
Clara Martínez Jiménez es una alcarreña que lleva cuatro años viviendo en Rusia, en Moscú. Analista de Inteligencia de formación, se fue a trabajar y a aprender el idioma y actualmente cursa un doctorado sobre relaciones internacionales, y en concreto entre Rusia y Europa. Le ha tocado vivir el conflicto entre Rusia y Ucrania allí y nos cuenta sus impresiones.
Lo primero que nos dice es que en Rusia se vive con cierta tranquilidad esta situación, en cuanto a seguridad. No obstante, “la vida ha cambiado bastante”, afirma. Se nota al salir a la calle viendo todas las tiendas cerradas y por el encarecimiento de todo. A modo de ejemplo, indica que en una de las pocas tiendas que encontró abierta, unos pantalones que marcaban 800 rublos (unos 10 euros al cambio) ahora se vendían por 3.000. La alimentación está subiendo un 20 por ciento, aproximadamente; más aún, hasta el 40 por ciento, en el caso de algunos alimentos frescos como verduras y frutas, y los arándanos y las frambuesas, que se comen mucho, se han convertido casi en artículo de lujo.
Pero lo que más ha afectado a la vida cotidiana, señala, es “el no poder expresar abiertamente tus opiniones. Es bastante duro, sobre todo para los que procedemos de países democráticos donde sí podemos hacerlo (...). Yo ya llevo un tiempo aquí y estoy más acostumbrada a estas cosas, pero para muchos estudiantes españoles se les ha hecho muy duro y se han ido”.
Hay una palabra prohibida para referirse a este conflicto, que ni siquiera mencionamos en este artículo. “Aquí la versión es que no hay guerra, hay una operación”, explica. Y sí, confirma, están deteniendo y sancionando a muchas personas por manifestarse en contra.
Lo que más le choca, reconoce, es que “hay muchas personas que no tienen la consciencia de lo que está pasando. Personas mayores, que ya han vivido otros conflictos, sanciones, que han vivido en la Unión Soviética… no están asustadas; no es que les vaya a cambiar nada la vida, porque al fin y al cabo ellos creen que tienen amigos fuertes, como China, que no les van a dar la espalda. Yo los veo, y te dicen ‘bueno vamos a pasar por un mal periodo, como otros, pero luego nos recuperaremos’… Los más jóvenes sí están más en pánico, se quieren ir”.
Pero ella lo tiene claro, ahora mismo no piensa en volver: “Por mi situación personal no, sigo viviendo mi vida normal, aunque los jefes para los que trabajaba se van del país y me tengo que buscar otra cosa, si no encuentro otro trabajo que me interesase me iría, pero no porque esto me esté afectando. Me iría como de cualquier otro país si no encuentro trabajo”.
Preocupada por la ‘rusofobia’
Una de las cuestiones que le preocupa es la ‘rusofobia’, que está notando en primera persona. A ella, incluso, por estar ahí le dicen que está apoyando el conflicto, es, dice, “una presión que recibo todos los días”, “pero no”, aclara.
Clara señala que a pesar de las restricciones –se han bloqueado medios y redes sociales–, quien quiere mantenerse informado puede hacerlo: “Accedo a las noticias de todo el mundo, y accedemos a todo. Estamos acostumbrados a vivir con una VPN, porque hay sitios que como no cumplen con la legislación rusa no se puede acceder a ellos, pero esto no es nuevo”.
La versión oficial del conflicto que se está trasladando a la población rusa es que se trata de una operación militar con unos objetivos claros que lleva planificada desde principios de año. “Se dijo que se iba a hacer en 12 días, pero no ha sido así”, apunta.
Sobre las negociaciones que se están llevando a cabo entre Rusia y Ucrania, Clara tiene esperanzas: “Creo que se puede llegar a un acuerdo porque les interesa a ambas partes”, pero lamenta que estas lleguen tarde, cuando ya hay miles de muertos.