Cristina Pato trajo sentimiento y fusión al Solsticio Folk, en San Roque
Guadalajara se adelantó dos días a la entrada oficial del verano con la celebración de su tradicional Solsticio Folk, evento que volvió a propiciar que el pinar de San Roque se llenara de varios cientos de guadalajareños en la noche del sábado al domingo. Aunque las temperaturas no ayudaron, muy pronto el ambiente se fue caldeando con la presencia del grupo Mutenrohi.
A la banda gallega con mayor proyección internacional le sucedería la mujer que ha logrado poner nombre y apellidos femeninos a la gaita. Con media hora de expectante retraso sobre la hora prevista se presenció en el escenario Cristina Pato. La gaiteira, reconocida y premiada hace tan sólo unos meses con un Grammy por su colaboración en el disco de Yo-Yo Ma and Friends: Song of Joy and Peace, volvía reencontrarse con el público guadalajareño nueve años después de su última visita. "Boas noites", dijo la artista al abultado público en los primeros momentos de la noche. "Es un placer y un honor estar otra vez aquí, en Guadalajara, la única ciudad de España junto con Madrid en la que he presentado todos mis discos", desveló, desatando con ello el agradecimiento popular en forma de un profundo aplauso. Con esta demostración de cariño a la tierra guadalajareña, Cristina Pato se metió en bolsillo al público, al que invitó a sumergirse en músicas fascinantes, aquellas que ha descubierto en los últimos años a través de su experiencia vital en Nueva Yok, y que no sólo han provocado su madurez musical, también personal. Ambos cambios son perceptibles en su último trabajo, The Galician connection, del que hizo un extenso repaso durante el Solsticio. El viaje musical para Guadalajara comenzaría con la lírica de Rosalía de Castro y el sentimiento de una frase "Constantemente has de cantar que muero de pena", un extracto que valió para justificar a Cristina Pato que la gaita es capaz de conectarse a la tierra. Con este leitmotiv es que la artista derrochó puro sentimiento a la hora de insuflar aire al instrumento durante todo el concierto. También hubo pasión en los bailes que profirió al son de su música, bien con rasgos aflamencados, árabes o jazzísticos; estilos musicales aparentemente distintos e incluso contrarios, pero que perfectamente orquestados fueron ingredientes de una fusión musical natural. Precisamente esta capacidad de unir lo que parece imposible es lo que ha valido el reconocimiento internacional a esta gaitera de Ourense.