El cine español pierde el genio mordaz de Rafael Azcona

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: CH. L MONJAS. COLPISA
Murió como vivió, discretamente. Hasta después de su incineración ayer no se supo que Rafael Azcona falleció el lunes en Madrid, a los 81 años, y perdiendo su batalla contra el cáncer de pulmón. “El mejor guionista de Europa de su generación y el mejor que tenemos en España’, en palabras del cineasta Luis García Berlanga, con quien formó una de la parejas de oro de nuestro cine.
Rafael Azcona fue un mago de la sátira y de su pluma, primero, y después de su ordenador, salieron los guiones de El pisito, El cochecito, Plácido, El verdugo, La escopeta nacional o Belle Epoque, títulos que cubren más de medio siglo de cine doméstico.
Como era su deseo y el de su esposa, Susie, al acto de cremación en el cementerio de La Paz, en la localidad madrileña de Alcobendas. sólo asistió su familia –su mujer, sus dos hijos y su hermana y su cuñado-, ni siquiera sus íntimos estuvieron presentes, confirma con la voz entrecortada uno de sus mejores amigos, el director José Luis García Sánchez, con el que trabajó en La corte del faraón, Tranvía a la Malvarrosa, María querida y Martes de carnaval, uno de ‘los esperpentos’ de Valle-Inclán que se lanzará en televisión.
“Ha sido un grupo reducidísimo. No hemos ido ni sus compañeros. Ahora hay que hacerle un homenaje. Como no tiene la Medalla de Oro de la Academia, pues sería una buena ocasión para juntarnos, recordarle y beber vino”, expresa García Sánchez, para quien Azcona ha sido “una de las personas más importantes que he conocido. Era generoso, inteligente y con sentido del humor,”, subraya.
García Sánchez recuerda que el veterano guionista murió escribiendo porque, después de ‘los esperpentos’, adaptó la novela que José Luis Cuerda ha llevado a fotogramas, Los girasoles ciegos; terminó el guión de una de sus primeras novelas, Los muertos no se tocan, nene; y acababa de reescribir su primera novela, Los ilusos, que se lanzará en breve.
Una fotografía tomada el pasado verano, en Almería, junto a varios de sus amigos, entre los que se encontraba Manolo Gutiérrez Aragón, en la que todos están ‘muertos de risa’ es la mejor presencia que, para García Sánchez, se puede tener del veterano guionista, que pidió que un notario fuera a su casa para votar el pasado 9 de marzo. “¡Que hermoso! Eso da una idea de la categoría de este señor”, apostilla García Sánchez.

El humor, tabla de salvación
Ferreri, Saura, Berlanga, Olea, Trueba, Chávarri, Gutiérrez Aragón, Bardem y Fernán Gómez, son sólo algunos de los muchos directores con los que colaboró Azcona, de quien no hay muchas fotos y apariciones públicas, y mucho menos entrevistas, aunque en los últimos años este indispensable del cine español parecía haber superado su timidez.
En el mundo del celuloide su nombre siempre se ha dicho con gran cariño hacia la persona y con admiración hacia su obra. Azcona nació en 1926, en Logroño, donde iba a los toros y leía mucho, y a fuerza de leer le dio por escribir, por lo que se vino a Madrid para ver si se ganaba la vida escribiendo. Quiso ser poeta y también novelista –en ese momento todavía no le interesaba el cine-, pero dejó los versos por el humor, lo suyo, aunque antes colaboró en programas de radio y revistas, y ejerció de escribiente en un almacén de carbones.
Ya en Madrid, comenzó a colaborar con la revista satírica La Codorniz. “Empecé a escribir cosas divertidas sobre cosas tristes”, rememoraba Azcona , que entró en el cine y se quedó cuando sus relatos fueron descubiertos por el director italiano Marco Ferreri, para quien creó El pisito, el primer libreto que escribió, y El cochecito. Pero, según sus palabras, no se consideró guionista hasta Plácido, de Berlanga.

Guionista de ‘La vaquilla’
Convertidos en películas, suyos son los textos de El verdugo, La escopeta nacional, La vaquilla, La prima Angélica, Tirano Banderas, ¡Ay Carmela!, El rey del río, La niña de tus ojos, La lengua de las mariposas y Son de mar, entre otros muchos títulos que le valieron seis Premios Goya, uno de ellos honorífico que no recogió porque su “patológica timidez”, apuntaban sus conocidos, le impedía ir a esos actos. También tenía el Premio Nacional de Cinematografía y la Medalla de Oro de las Bellas Artes.

Se asomó al teatro y a la televisión, pero este flemático riojano para quien el humor era fundamental no hizo otra cosa de cine, mundo del que estaba esperando que lo echaran, decía con ironía este profesional que debutó en la novela con El repelente niño Vicente y Los muertos no se tocan, nene –historia que José Luis García Sánchez tiene intención de adaptar al cine-, obras a las que siguió Los europeos.