El Museo del Prado exhibe las obras más ácidas de Goya
01/10/2010 - 09:45
Por: TOMÁS GARCÍA YEBRA. COLPISA
El Museo del Prado se suma al aniversario de los 200 años de la Guerra de la Independencia con una muestra -cerca de doscientas obras- en las que se exhibe la cara más ácida, amarga y desencantada de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746-1828).
No es exactamente una crítica sino un espejo de la época, dijo Manuela Mena, una de las máximas expertas en la obra del pintor maño y comisaria de la exposición Goya en tiempos de guerra, que estará abierta en la pinacoteca madrileña hasta el 13 de julio.
90 pinturas (de las que más de 65 pertenecen a coleccionistas privados o a instituciones ajenas del Prado), dibujos, aguafuertes y litografías forman el grueso de una muestra que se articula en torno a dos obras: El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha contra los mamelucos y El 3 mayo de 1808: los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío. Las dos obras han sido modélicamente restauradas, aseguró el director adjunto de conservación e investigación del museo, Gabriele Finaldi. Además de devolver a los óleos el lustre inicial hemos recuperado partes del lienzo de los fusilamientos que estaban dañados. En 1938, relató Finaldi, el camión que trasladaba estas pinturas a uno de los refugios republicanos chocó en la localidad castellonense de Benicarló.
Los dos cuadros constituyen la expresión más nítida del pensamiento crítico e independiente de Goya, según palabras de Manuela Mena. Un hecho real se transforma, merced al genio del artista, en un símbolo inmortal, en una metáfora imperecedera.
Cuatro escenas
Dividida en cuatro escenas o secciones, la muestra abarca los 25 últimos años de la vida del artista. La primera de las escenas comienza en 1794 -año en que Goya se queda sordo- y concluye en 1800. De esta etapa son los Caprichos y La familia de Carlos IV. Alternaba los encargos oficiales con otras piezas en las que comienza a soltar la mano y a liberar sus demonios interiores.
La segunda escena comprende desde 1800 hasta 1808. La tercera se sumerge en los años de la guerra. 1808-1814, y la cuarta y última (1814-1819) plasma las consecuencias de la brutal contienda. Entre 1794 y 1819 la vida y el arte de Goya evolucionaron desde una ambición cortesana, plenamente alcanzada con su nombramiento de primer pintor de cámara en octubre de 1799, hasta la libertad e independencia de sus años posteriores, interesado fundamentalmente en el estudio de la naturaleza humana y sus conflictos, precisó la comisaria.
Después de la Guerra de la Independencia, Goya se centró, sobre todo, en sus dibujos y en los aguafuertes, con series como los Desastres de la guerra, la Tauromaquia y los Disparates. La Inquisición, la represión, la mala educación, el engaño, la locura, la ignorancia, la brutalidad de las pasiones, quedaron reflejados en unas imágenes de una fuerza sobrecogedora.
A juicio de Mena, el pintor aragonés era un ilustrado que no se resignaba a que el instinto derrotara a la inteligencia. Le comparó con Einstein. Hay mentes, como la de Einstein, dotadas para captar y expresar con números y fórmulas el universo físico y matemático, y otras, como las de Goya, que captan y expresan el universo interior de los seres humanos.
El Prado ofrece en estas semanas la oportunidad de ver una serie obras que, por estar en manos privadas, no se puede acceder a ellas. Entre ellas destacan Majas al balcón y Retrato de la marquesa de Montehermoso. Otras sí se pueden contemplar, pero están dispersas: Fray Pedro y el bandido maragato, del Art Institute de Chicago; el Prendimiento de Cristo, de la catedral de Toledo, o las nueve pinturas procedentes de la Real Academia de San Fernando.
90 pinturas (de las que más de 65 pertenecen a coleccionistas privados o a instituciones ajenas del Prado), dibujos, aguafuertes y litografías forman el grueso de una muestra que se articula en torno a dos obras: El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha contra los mamelucos y El 3 mayo de 1808: los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío. Las dos obras han sido modélicamente restauradas, aseguró el director adjunto de conservación e investigación del museo, Gabriele Finaldi. Además de devolver a los óleos el lustre inicial hemos recuperado partes del lienzo de los fusilamientos que estaban dañados. En 1938, relató Finaldi, el camión que trasladaba estas pinturas a uno de los refugios republicanos chocó en la localidad castellonense de Benicarló.
Los dos cuadros constituyen la expresión más nítida del pensamiento crítico e independiente de Goya, según palabras de Manuela Mena. Un hecho real se transforma, merced al genio del artista, en un símbolo inmortal, en una metáfora imperecedera.
Cuatro escenas
Dividida en cuatro escenas o secciones, la muestra abarca los 25 últimos años de la vida del artista. La primera de las escenas comienza en 1794 -año en que Goya se queda sordo- y concluye en 1800. De esta etapa son los Caprichos y La familia de Carlos IV. Alternaba los encargos oficiales con otras piezas en las que comienza a soltar la mano y a liberar sus demonios interiores.
La segunda escena comprende desde 1800 hasta 1808. La tercera se sumerge en los años de la guerra. 1808-1814, y la cuarta y última (1814-1819) plasma las consecuencias de la brutal contienda. Entre 1794 y 1819 la vida y el arte de Goya evolucionaron desde una ambición cortesana, plenamente alcanzada con su nombramiento de primer pintor de cámara en octubre de 1799, hasta la libertad e independencia de sus años posteriores, interesado fundamentalmente en el estudio de la naturaleza humana y sus conflictos, precisó la comisaria.
Después de la Guerra de la Independencia, Goya se centró, sobre todo, en sus dibujos y en los aguafuertes, con series como los Desastres de la guerra, la Tauromaquia y los Disparates. La Inquisición, la represión, la mala educación, el engaño, la locura, la ignorancia, la brutalidad de las pasiones, quedaron reflejados en unas imágenes de una fuerza sobrecogedora.
A juicio de Mena, el pintor aragonés era un ilustrado que no se resignaba a que el instinto derrotara a la inteligencia. Le comparó con Einstein. Hay mentes, como la de Einstein, dotadas para captar y expresar con números y fórmulas el universo físico y matemático, y otras, como las de Goya, que captan y expresan el universo interior de los seres humanos.
El Prado ofrece en estas semanas la oportunidad de ver una serie obras que, por estar en manos privadas, no se puede acceder a ellas. Entre ellas destacan Majas al balcón y Retrato de la marquesa de Montehermoso. Otras sí se pueden contemplar, pero están dispersas: Fray Pedro y el bandido maragato, del Art Institute de Chicago; el Prendimiento de Cristo, de la catedral de Toledo, o las nueve pinturas procedentes de la Real Academia de San Fernando.