El Rey del Glam vence a la tormenta

16/09/2023 - 02:09 Paco Campos

El concierto de Loquillo empezó a las 23.15, un poco más tarde de lo previsto. La lluvia se acercaba. La gente compartía las imágenes del Meteosat. La tormenta llegaba. Hacia las 23.30 aún quedaban personas por pasar. Los vigilantes de seguridad aceleraban el acceso. Nadie se quería perder la cita con el Rock and Roll.

FOTOS: RAFAEL MARTÍN SOLANO

Comienza el recital. La pista de la Fuente de la Niña estaba a rebosar ante un evento muy esperado en Guadalajara. Los guadalajareños un tanto impuntuales. A falta de cuarto de hora, a las 22.45, el aforo estaba cubierto a la mitad. Al fin y al cabo estaban de fiestas. Comprensible.

Pero él estaba allí.  No era Dios, era el siguiente.  Es un decir. Una forma de interpretar el sentimiento de los presentes. Nada menos que Loquillo, referente del rock and roll español de los años 80, de la movida madrileña, actuando en Guadalajara. Personas de varias generaciones compartieron sus clásicas canciones, con un ritmo contundente, sonando como hace 40 años.

            Suena una canción de Morrisey, mítico líder del grupo británico The Smiths…

Y, de repente, allí estaban, como si fuera la primera vez. Suena El hijo de nadie. Contundentes, pero con un fuerte toque de modernidad que les ha ido aportando el paso del tiempo. Se suceden Línea clara; Sol… “Salud y rock and roll”, dice Loquillo.

            Entre tanto, la audiencia esperando sus grandes éxitos de los 80 y 90.  A las 23.38 horas llegan los primeros relámpagos. Eran los esperados, aún no llovía. El recital prosigue, los presentes miran al cielo entre sonrisas y rezos, laicos y cristianos, cada uno a su forma. Cinco minutos después empieza a llover. Nadie se mueve. Los relámpagos, los focos y la lluvia dibujan un panorama onírico, pero preocupante para la pervivencia  del concierto.

            A las 23.52 suena Rompeolas, una de sus grandes canciones. Como si de una conjura se tratara, desapareció la tormenta, que amenazó durante todo el concierto, pero que el viento la mandaba al este. Fue la primera vez que la audiencia explotaba de  felicidad, recordando aquellos tiempos que fueron mejores, o peores. Todo depende de la óptica con la que se mire. Rey del Glam, La mataré, Ritmo del garaje. El éxtasis, definitivamente, llegaba. La música calaba y no el agua.

            Y seguían con Feo, fuerte y formal, Rock and roll star y Cadillac solitario, que  pusieron el colofón de un concierto protagonizado por un mito, con su cálida voz, y sus elegantes pasos, así como su banda.

Fue un recital en el que tanto él, Loquillo, como su banda de rock and roll, protagonizaron el montaje de luz y sonido sobre el escenario, sin que nada se quedara en el aire, sin que en ningún momento diera esa sensación de vacío que se produce cuando falta algo en un concierto. Buen sabor de boca de los presentes. Dos orejas y el rabo, a hombros salió de la plaza.