En el inesperado adiós de Iván Fandiño
Con su marcha se abre un gran vacío en la escena taurina de esta tierra, en la que Fandiño era un auténtico referente.
Se ha marchado Iván Fandiño. Con la gloria del toreo a cuestas y con tan sólo 36 años. Cuando en la atardecida del pasado sábado la noticia llegaba desde el sur de Francia, los teléfonos móviles ardían en mensajes y llamadas. La incredulidad aparecía como arma de defensa ante la mala nueva, que encogía almas y apretaba corazones, aún sin saber si la sangre tiene capacidad orgánica para congelarse, como los pulsos, como el aliento, ante la recepción de una noticia de tal calibre. Los titulares colgaban de los portales de internet como un mazazo de consternación para el mundo taurino. El manotazo duro, el golpe helado que escribiera Miguel Hernández en la muerte del amigo. Decía José Cubero 'Yiyo', antes de la tragedia de Colmenar Viejo, que “la muerte la llevan escrita en la cara todos los toreros”. La parca, siempre inherente en cada ruedo, le aguardaba a Iván en la localidad gala de Aire-Sur-l’Adour. Un quite, un maldito quite, y el trágico desenlace, que a partir de ahora abre un vacío insustituible y viene a engrosar la nómina de toreros caídos. Junto a Joselito, Manolete, Paquirri o Yiyo, entre otros. Sin ir más lejos, el mismo Víctor Barrio no hace un año.
Se ha ido Iván Fandiño como héroe de su propio destino y ha demostrado que cada paseíllo es una verdad sin medias mentiras. Con su marcha deja pendiente una segunda puerta grande en Madrid y un buen puñado de sueños con plazas en las que volver a triunfar. Entre ellas, la de Guadalajara, donde estaba de nuevo anunciado para la Feria de Septiembre. No resulta fácil hacerse a la idea de no volver a verle torear en el ruedo de Las Cruces, donde él mismo decía sentirse como en casa, y donde tantas tardes trenzara el paseíllo las últimas temporadas. Con este adiós se rompe una pieza clave de la escena taurina de esta tierra porque con su muerte se muere un pedazo de nosotros mismos y también de las raíces que nos acercan, irremediablemente, a los rincones más variopintos de la Alcarria: al hotel España en la capital, a Tórtola de Henares y a Fuentelencina. También a personajes desaparecidos como Felipe Jiménez ‘El Botas’ y el doctor Ramón Ochoa. Y por supuesto, a su fiel mentor, Néstor García Poveda, con el que Iván compartió los caminos de rosas y también de espinas. ¡Cuántas piedras hubo que sortear! ¡Cuántos molinos de viento hubo que esquivar!
En el ejercicio de la crónica taurina, han sido muchos los titulares protagonizados por Fandiño. Numerosas entrevistas, crónicas y noticias con la ilusión de verle triunfar bajo el sello de hijo adoptivo de esta tierra. A él pude acercarme en numerosas ocasiones y siempre proyectó una imagen de autoconfianza y motivación palmarias. No había fisura ni rencor en sus palabras, ni siquiera cuando los vientos del sistema soplaban en contra. Su ambición le llevaba a luchar por sus sueños con total entrega. El pasado mes de marzo tuve la oportunidad de mantener una entrevista más con él en los despachos de la plaza de toros con motivo de los Premios Populares Nueva Alcarria. Nunca podría haber imaginado que fuera la última. Para Iván no era un comienzo de temporada fácil tras haberse quedado fuera de Sevilla y Fallas, pero estaba ilusionado con volver a disfrutar delante de la cara del toro y soñaba con una temporada que le devolviera el sitio ganado. Ahora, en la hora de la despedida, nos deja Iván la huella indeleble de su raza para quienes aún piensan que su verdad vale más que su propia vida. ¡Hasta siempre, torero!