ETA hizo estallar una bomba en la rotativa de 'El Correo' sin causar víctimas
01/10/2010 - 09:45
Por: EUROPA PRESS
ETA atacó este domingo las instalaciones del diario El Correo, ubicadas en el parque tecnológico de Zamudio (Vizcaya), con una mochila-bomba cargada con unos cinco kilos de explosivo que milagrosamente no causó víctimas personales pero sí cuantiosos daños materiales. El artefacto, que estalló cinco minutos después de las tres de la madrugada sin previo aviso, destruyó parte de la fachada y del tejado del edificio que alberga la rotativa, pero no causó lesiones a ninguno de los cincuenta empleados que trabajaban en ese momento en la planta de impresión.
ETA atacó este domingo las instalaciones del diario El Correo, ubicadas en el parque tecnológico de Zamudio (Vizcaya), con una mochila-bomba cargada con unos cinco kilos de explosivo que milagrosamente no causó víctimas personales pero sí cuantiosos daños materiales.
El artefacto, que estalló cinco minutos después de las tres de la madrugada sin previo aviso, destruyó parte de la fachada y del tejado del edificio que alberga la rotativa, pero no causó lesiones a ninguno de los cincuenta empleados que trabajaban en ese momento en la planta de impresión.
Las Fuerzas de Seguridad están convencidas de que el atentado es obra del comando Vizcaya, un numeroso grupo de terroristas legales (no fichados por la policía) dirigidos por los etarras liberados (a sueldo de la banda) Jurdan Martitegi y Arkaitz Goikoetxea. Este comando, al que los investigadores imputan más de veinte atentados desde agosto de 2007, es el responsable casi exclusivo de la ofensiva criminal lanzada por ETA desde que hace un año rompiese de forma oficial los catorce meses de alto el fuego indefinido. El atentado se produjo al día siguiente de que se cumpliese el 40 aniversario de la muerte del guardia civil José Pardines, que fue la primera de las más de 800 personas asesinadas por la banda criminal.
Según las primeras investigaciones, poco antes de las tres de la madrugada los terroristas saltaron la valla que cierra el perímetro de seguridad del edificio de El Correo, se dirigieron a la fachada posterior del inmueble y antes de huir de la zona colocaron junto a la pared una mochila-bomba programada para estallar minutos después.
A las 3:05 horas, el temporizador activó el artefacto, que voló 40 metros cuadrados de la pared de hormigón, de un metro de grosor, que cierra la fachada trasera del edificio. La onda expansiva afectó también a los tejados y a las ventanas de al menos otras dos naves industriales próximas.
El estruendo se oyó en todo el edificio de la rotativa, cuyas estructuras temblaron. La explosión cogió por sorpresa a los trabajadores, que, sin saber muy bien lo que pasaba, evacuaron el inmueble, que se había llenado de humo.
Firmeza ante la coacción
Los terroristas, sin embargo, no lograron su objetivo. Tras dos horas de obligado parón laboral provocado por la necesidad de que los artificieros de la Ertzaintza comprobasen si en las instalaciones había más artefactos explosivos, los trabajadores regresaron a sus puestos e hicieron funcionar de nuevo la planta de impresión para que el diario llegase el domingo a su cita en los quioscos, encabezado por un editorial titulado: No nos silenciarán.
El director del diario, Juan Carlos Martínez, en nombre de todos los trabajadores, aseguró que vamos a seguir buscando la verdad y que ETA no va a conseguir sus objetivos, porque este tipo de ataques no van a servir para callar a los medios de comunicación.
El Correo y varios de los medios de comunicación del grupo Vocento han sufrido en el pasado múltiples ataques y amenazas por parte de ETA, que llegaron a su punto más trágico en mayo de 2001, cuando los terroristas asesinaron a tiros en San Sebastián a Santiago Oleaga, el director financiero de El Diario Vasco.
ETA colocó este domingo de nuevo en el punto de mira a los medios de comunicación, dentro de la ofensiva criminal en la que, tras la voladura de la T-4 de Barajas, el 30 de diciembre de 2006, ya ha asesinado a seis personas y ha herido a diecinueve más. Ha matado a cuatro periodistas y ejecutivos del sector, ha causado graves heridas a otros dos, y ha intentado varios asesinatos más, frustrados por errores propios o por la eficacia de los controles de las fuerzas de seguridad. Los ataques a sedes periodísticas vascas o a domicilios de periodistas y las campañas de intimidación se pueden contar por decenas.
ETA, en su retorno a los crímenes, se ha cebado con los militantes socialistas vascos y los agentes de la Guardia Civil, pero también ha atacado a la Ertzaintza, a los escoltas de políticos democráticos, los juzgados, las oficinas de los gobiernos central y vasco, las obras de la alta velocidad vasca, y a intereses turísticos y empresariales.
Etarras de fin de semana
La práctica totalidad de la capacidad criminal de la banda descansa en este momento en el comando Vizcaya, cuyos jefes actúan directamente a las órdenes de los responsables militares, Garikoitz Azpiazu, Txeroki, y Aitzol Iriondo, Gurbitz. Martitegi y Goikoetxea han logrado tejer una amplia infraestructura en Vizcaya y Guipúzcoa, que incluye a más de una docena de colaboradores legales, así como escondites, buzones, garajes y talleres.
Los investigadores consideran que los puntos donde su infraestructura es más potente y donde centran sus atentados son el extrarradio de Bilbao y el triángulo que forma el área en el que se unen las tres provincias vascas, que estaría delimitado por Legutiano (Álava), Mondragón (Guipúzcoa), y Durango (Vizcaya).
Según las mismas fuentes, la participación directa de Martitegi y Goikoetxea se reduciría a los atentados más complejos y de mayor riesgo, como son los que incluyen coche-bomba o el secuestro de ciudadanos. Sin embargo, los de ejecución más simple, como el ocurrido este domingo en Zamudio, serían en su mayor parte obra de terroristas legales, con empleo estable y perfectamente imbricados en su entorno social, que por ese motivo elegirían para actuar los festivos o los fines de semana.
El artefacto, que estalló cinco minutos después de las tres de la madrugada sin previo aviso, destruyó parte de la fachada y del tejado del edificio que alberga la rotativa, pero no causó lesiones a ninguno de los cincuenta empleados que trabajaban en ese momento en la planta de impresión.
Las Fuerzas de Seguridad están convencidas de que el atentado es obra del comando Vizcaya, un numeroso grupo de terroristas legales (no fichados por la policía) dirigidos por los etarras liberados (a sueldo de la banda) Jurdan Martitegi y Arkaitz Goikoetxea. Este comando, al que los investigadores imputan más de veinte atentados desde agosto de 2007, es el responsable casi exclusivo de la ofensiva criminal lanzada por ETA desde que hace un año rompiese de forma oficial los catorce meses de alto el fuego indefinido. El atentado se produjo al día siguiente de que se cumpliese el 40 aniversario de la muerte del guardia civil José Pardines, que fue la primera de las más de 800 personas asesinadas por la banda criminal.
Según las primeras investigaciones, poco antes de las tres de la madrugada los terroristas saltaron la valla que cierra el perímetro de seguridad del edificio de El Correo, se dirigieron a la fachada posterior del inmueble y antes de huir de la zona colocaron junto a la pared una mochila-bomba programada para estallar minutos después.
A las 3:05 horas, el temporizador activó el artefacto, que voló 40 metros cuadrados de la pared de hormigón, de un metro de grosor, que cierra la fachada trasera del edificio. La onda expansiva afectó también a los tejados y a las ventanas de al menos otras dos naves industriales próximas.
El estruendo se oyó en todo el edificio de la rotativa, cuyas estructuras temblaron. La explosión cogió por sorpresa a los trabajadores, que, sin saber muy bien lo que pasaba, evacuaron el inmueble, que se había llenado de humo.
Firmeza ante la coacción
Los terroristas, sin embargo, no lograron su objetivo. Tras dos horas de obligado parón laboral provocado por la necesidad de que los artificieros de la Ertzaintza comprobasen si en las instalaciones había más artefactos explosivos, los trabajadores regresaron a sus puestos e hicieron funcionar de nuevo la planta de impresión para que el diario llegase el domingo a su cita en los quioscos, encabezado por un editorial titulado: No nos silenciarán.
El director del diario, Juan Carlos Martínez, en nombre de todos los trabajadores, aseguró que vamos a seguir buscando la verdad y que ETA no va a conseguir sus objetivos, porque este tipo de ataques no van a servir para callar a los medios de comunicación.
El Correo y varios de los medios de comunicación del grupo Vocento han sufrido en el pasado múltiples ataques y amenazas por parte de ETA, que llegaron a su punto más trágico en mayo de 2001, cuando los terroristas asesinaron a tiros en San Sebastián a Santiago Oleaga, el director financiero de El Diario Vasco.
ETA colocó este domingo de nuevo en el punto de mira a los medios de comunicación, dentro de la ofensiva criminal en la que, tras la voladura de la T-4 de Barajas, el 30 de diciembre de 2006, ya ha asesinado a seis personas y ha herido a diecinueve más. Ha matado a cuatro periodistas y ejecutivos del sector, ha causado graves heridas a otros dos, y ha intentado varios asesinatos más, frustrados por errores propios o por la eficacia de los controles de las fuerzas de seguridad. Los ataques a sedes periodísticas vascas o a domicilios de periodistas y las campañas de intimidación se pueden contar por decenas.
ETA, en su retorno a los crímenes, se ha cebado con los militantes socialistas vascos y los agentes de la Guardia Civil, pero también ha atacado a la Ertzaintza, a los escoltas de políticos democráticos, los juzgados, las oficinas de los gobiernos central y vasco, las obras de la alta velocidad vasca, y a intereses turísticos y empresariales.
Etarras de fin de semana
La práctica totalidad de la capacidad criminal de la banda descansa en este momento en el comando Vizcaya, cuyos jefes actúan directamente a las órdenes de los responsables militares, Garikoitz Azpiazu, Txeroki, y Aitzol Iriondo, Gurbitz. Martitegi y Goikoetxea han logrado tejer una amplia infraestructura en Vizcaya y Guipúzcoa, que incluye a más de una docena de colaboradores legales, así como escondites, buzones, garajes y talleres.
Los investigadores consideran que los puntos donde su infraestructura es más potente y donde centran sus atentados son el extrarradio de Bilbao y el triángulo que forma el área en el que se unen las tres provincias vascas, que estaría delimitado por Legutiano (Álava), Mondragón (Guipúzcoa), y Durango (Vizcaya).
Según las mismas fuentes, la participación directa de Martitegi y Goikoetxea se reduciría a los atentados más complejos y de mayor riesgo, como son los que incluyen coche-bomba o el secuestro de ciudadanos. Sin embargo, los de ejecución más simple, como el ocurrido este domingo en Zamudio, serían en su mayor parte obra de terroristas legales, con empleo estable y perfectamente imbricados en su entorno social, que por ese motivo elegirían para actuar los festivos o los fines de semana.