Exposición de 127 retratos de los siglos XV y VXI

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

El Museo del Prado inaugura el próximo martes El retrato del Renacimiento, una de las citas más atractivas de la temporada. Formada por 127 obras (70 artistas) de los siglos XV y XVI, la muestra supone “un festín irrepetible”, en palabras el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, quien se felicitó por haber reunido “tantos cuadros excepcionales” de los museos más importantes del mundo.
Están todos, o casi todos: desde Jan van Eyck (en los albores del siglo XV), hasta Rubens (preludio el Barroco). Entre medias, Piero della Francesca, Durero, Tiziano, Rafael, Ghirlandaio, Botticelli, Giorgone, Lorenzo Lotto, Holbein y Antonio Moro, entre otros muchos. La mayoría de las obras expuestas son pinturas, pero también hay esculturas, medallas, dibujos y grabados. “En todas estas piezas se exploran cuestiones fundamentales del retrato, como las relacionadas con el parecido, la memoria y la identidad”, explicó el jefe del departamento de Pintura Italiana y Francesa del Museo del Prado y comisario de la exposición, Miguel Falomir. “Los pintores, ante todo, querían que los rostros transmitieran emociones”, subrayó. El comisario hizo hincapié en una de sus obras preferidas: Anciano con su nieta, de Domenico Ghirlandaio, procedente del Museo del Louvre y que por primera vez se podrá contemplar junto a Giovanna degli Albizzi, del Museo Thyssen.

Tipologías
En el recorrido se aprecian las tipologías relacionados con el cortejo amoroso, la amistad y el matrimonio. También hay magníficos autorretratos, como el de Durero, que custodia el propio Prado. La evolución del retrato de corte es uno de los aspectos mejor representados. “Se brinda la posibilidad de ver reunidas las pinturas de Tiziano y Antonio Moro, además de las esculturas de Leone y Pompeo Leoni, quienes a mediados del siglo XVI fijaron un modelo que habría de mantenerse sin apenas cambios durante dos centurias”, destacó Falomir.
Junto a retratos idealizados (el pintor intenta resaltar las supuestas virtudes estéticas y éticas de su cliente, que podía ser un potentado, pero también un sastre o un carnicero), surgen otros más festivos donde se caricaturiza o ridiculiza a determinados personajes. “En el Renacimiento se democratiza el retrato. No es que estuviera al alcance de cualquiera, pero casi todas las capas sociales están representadas”.