Fez, el laberinto medieval marroqu
20/10/2011 - 09:30
Considerada como "Patrimonio Mundial" de la UNESCO, Fez es la más imperial de todas las ciudades marroquíes, la capital espiritual con una de las universidades más antiguas del mundo y el centro artesanal sin discusión del país. Cuatrocientos mil habitantes residen en este impresionante medina medieval constituida por trece mil callejuelas, plazas y pasadizos, eso sin contar las trescientas veinte mezquitas que se levantan en todo este laberinto medieval en el que se mueven también varias decenas de asnos al grito de sus dueños en cualquier esquina ("Balak, Balak", "quítate de en medio") y los artesanos y vendedores que muestran los más originales productos en más de cinco mil cuatrocientas tiendas que forman los zocos más coloristas del reino alauí. Los españoles han empezado a descubrir el encanto de este destino marroquí, situado a menos de dos horas en avión, y de momento más de veinticinco mil compatriotas lo visitan anualmente.
Para descubrir la primera imagen de Fez lo mejor es acercarse a algunos de sus miradores ya que la ciudad, en realidad dos (Fes el Bali -la antigua- fundada por Moulay Idriss en el siglo VIII y Fes el Jedida -la nueva-) se levantó sobre un terreno fértil de colinas limitado por las últimas estribaciones del Rif y el Medio Atlas. Una de las posibilidades es disfrutar de la vista desde el fuerte Borj Sur (s. XVI), actual museo militar hoy en restauración, o desde el otro lado junto al Hotel Les Merinides, aunque la más espectacular es sin duda la que se divisa desde lo que queda de las tumbas benimerines y el fuerte Chardonett. La zona está casi en ruinas, pero desde aquí la vista panorámica es espectacular, con las fachadas apiñadas de la casas de color arena y el "bosque" de antenas de televisión que desafían a las cúpulas y minaretes de la ciudad antigua.
Todas las mezquitas, una por cada uno de los trescientos veinte barrios que componen esta ciudad-laberinto, han dado un profundo carácter religioso a esta lugar que hay que recorrer a pie, pues los coches no tienen acceso al recinto y sólo en tiempos las caravanas que llegaban del desierto lograban penetrar en algunas partes muy delimitadas de la ciudad. Lo más habitual es encontrarse con alguno de los muchos sobrecargados asnos, el mejor medio de transporte para moverse por las oscuras callejuelas. La mezquita más importante es la de los kairuanitas (Mezquita de Kairaouine), el centro de enseñanza más antiguo del mundo occidental, anterior a la Sorbona o a Oxford. En su biblioteca, la más valiosa de África, se guardan treinta y cinco mil volúmenes.
Pero aparte de los edificios históricos religiosos, prohibidos en su interior al turista occidental, la ciudad esconde entre sus muros de adobe numerosos palacios, mansiones y jardines. Algunos de ellos han sido reformados y con el nombre de "riads" son una apuesta gastronómica y hotelera que se ha puesto muy de moda entre los visitantes más refinados de este destino.
Tejedores, orfebres, tenderos, curtidores, artesanos y otros mucho más forman un universo muy peculiar, casi único en el mundo, donde hay que oler, probar y tocar. En el afamado barrio de los curtidores los trabajadores enfangados en el interior de las cubetas de piedra o de madera siguen trabajando las pieles con las técnicas medievales quitando, primero, la lana con cal viva, lavando después las pieles con agua y sal (2-3 días) y mezclándolas con excrementos de paloma (1 día) para acabar dándole una gran gama de tintes y un proceso de secado que se alarga en función de las horas de sol durante otros 3 días.
Tampoco hay que prescindir de la visita al tradicional mercado donde se puede descubrir, por ejemplo, la carne de camello, darse un festín a base de los variados dátiles que llegan a estos mercados o comprobar simplemente como las familias llevan ceremonialmente su masa hecha en casa para obtener pan en los antiguos hornos que funcionan en todos los barrios. En el de los curtidores uno puede ayudarse de una hoja de hierbabuena o menta para aliviar el fuerte y desagradable olor que impregna toda la zona, pero su visita, sobre todo desde las azoteas adyacentes, es absolutamente imprescindible.
La medina tiene siete puertas por las que se puede entrar en la ciudad vieja, pero quizás conviene acceder al recinto protegido por las murallas del siglo XI (perímetro de más de 14 km) por Bab Bou Jeloud, la puerta occidental decorada con brillantes colores, donde se encuentra la zona de más actividad de la ciudad con sus dos barrios: la propia Medina y el Barrio de los Andaluces, llamado así porque aquí se instalaron las familias musulmanas expulsadas de Andalucía por los cristianos en el siglo IX
Es muy recomendable utilizar un guía de la oficina de turismo y además evitará el acoso de los buscavidas o, en su defecto, alguno de los muchachos que se brindan al extranjero para acompañarles por los diferentes zocos gremiales al tiempo que se escuchan las llamadas a la oración a los fieles (cinco veces al día).
Todas las mezquitas, una por cada uno de los trescientos veinte barrios que componen esta ciudad-laberinto, han dado un profundo carácter religioso a esta lugar que hay que recorrer a pie, pues los coches no tienen acceso al recinto y sólo en tiempos las caravanas que llegaban del desierto lograban penetrar en algunas partes muy delimitadas de la ciudad. Lo más habitual es encontrarse con alguno de los muchos sobrecargados asnos, el mejor medio de transporte para moverse por las oscuras callejuelas. La mezquita más importante es la de los kairuanitas (Mezquita de Kairaouine), el centro de enseñanza más antiguo del mundo occidental, anterior a la Sorbona o a Oxford. En su biblioteca, la más valiosa de África, se guardan treinta y cinco mil volúmenes.
Pero aparte de los edificios históricos religiosos, prohibidos en su interior al turista occidental, la ciudad esconde entre sus muros de adobe numerosos palacios, mansiones y jardines. Algunos de ellos han sido reformados y con el nombre de "riads" son una apuesta gastronómica y hotelera que se ha puesto muy de moda entre los visitantes más refinados de este destino.
Tejedores, orfebres, tenderos, curtidores, artesanos y otros mucho más forman un universo muy peculiar, casi único en el mundo, donde hay que oler, probar y tocar. En el afamado barrio de los curtidores los trabajadores enfangados en el interior de las cubetas de piedra o de madera siguen trabajando las pieles con las técnicas medievales quitando, primero, la lana con cal viva, lavando después las pieles con agua y sal (2-3 días) y mezclándolas con excrementos de paloma (1 día) para acabar dándole una gran gama de tintes y un proceso de secado que se alarga en función de las horas de sol durante otros 3 días.
Tampoco hay que prescindir de la visita al tradicional mercado donde se puede descubrir, por ejemplo, la carne de camello, darse un festín a base de los variados dátiles que llegan a estos mercados o comprobar simplemente como las familias llevan ceremonialmente su masa hecha en casa para obtener pan en los antiguos hornos que funcionan en todos los barrios. En el de los curtidores uno puede ayudarse de una hoja de hierbabuena o menta para aliviar el fuerte y desagradable olor que impregna toda la zona, pero su visita, sobre todo desde las azoteas adyacentes, es absolutamente imprescindible.
La medina tiene siete puertas por las que se puede entrar en la ciudad vieja, pero quizás conviene acceder al recinto protegido por las murallas del siglo XI (perímetro de más de 14 km) por Bab Bou Jeloud, la puerta occidental decorada con brillantes colores, donde se encuentra la zona de más actividad de la ciudad con sus dos barrios: la propia Medina y el Barrio de los Andaluces, llamado así porque aquí se instalaron las familias musulmanas expulsadas de Andalucía por los cristianos en el siglo IX
Es muy recomendable utilizar un guía de la oficina de turismo y además evitará el acoso de los buscavidas o, en su defecto, alguno de los muchachos que se brindan al extranjero para acompañarles por los diferentes zocos gremiales al tiempo que se escuchan las llamadas a la oración a los fieles (cinco veces al día).