Gladiator II: Monos enfarlopados
Gladiator II trae el regreso de Ridley Scott al cine de romanos, pero con un importante cambio de tono. Serie B y acción, pero a pesar de ello con un mensaje para los espectadores.
Puede que mi titular les parezca caprichoso, pero nada más lejos de la realidad, al igual que hace Ridley Scott en su regreso al cine de romanos, esos monos hasta arriba de lo que sea son mucho más importantes de lo que parece.
Con Gladiator II pasa un poco lo mismo que ocurre con todo el audiovisual actual. Por un lado no queremos más de lo mismo, pero por otro la gente está acudiendo en masa a ver esta nueva entrega de la improbable saga creada por Scott en el año 2000. Y digo improbable, porque nada más marciano que volver a este universo.
Y una vez más, reclamamos nuevas experiencias, pero la queja generalizada de aquellos que no dan su visto bueno a esta producción es precisamente que... no provoca las mismas emociones que la anterior. Que sí, que tiene elementos repetidos y estructura similar, pero no provoca lo mismo, sin darse cuenta de que es precisamente ahí donde está la gracia.
En Gladiator II nos pegamos al hijo de Máximo Décimo Meridio, el héroe de la primera entrega. Resulta que, Lucio, que así es como se llama, odia Roma a pesar de ser el legítimo sucesor al trono. Tiene una vida genial en África, pero la guerra y el imperio le dejan viudo y enfadado en la arena de los gladiadores. Su deseo: vengarse, pero por el camino hay otros personajes que tendrán mucho que decir en su destino.
Donde Gladiator, la original, era épica e intensa, Gladiator II es excesiva y hasta superficial. Scott nos propone cambiar la gravedad de la primera entrega por el espíritu de Serie B, los giros argumentales loquísimos y... las palomitas. Y nos lo dice ya desde el primer momento en el que el protagonista pisa la arena, enfrentándole a esa suerte de monos mutados venidos del espacio.
Sin embargo, eso no quiere decir que la película no tenga transfondo. Lo tiene, habla de política, por ejemplo, y de manipuladores, pero lo hace sin grandes discursos. Lo hace engañándonos, haciéndonos pensar que ya hemos visto lo que vamos a ver, sobre todo con el grandioso personaje de Denzel Washington, pero dándonos otra cosa. Gladiator II es cine de diversión, con sus fallos y alguna conversación casi ridícula, pero también con planazos y un mensaje para el espectador.