Histórica victoria de la oposición en las elecciones paraguayas
01/10/2010 - 09:45
Por: COLPISA
Hemos escrito una nueva página en la historia nacional, destacó el flamante presidente electo de Paraguay, el ex obispo centroizquierdista Fernando Lugo, que logró con su candidatura poner fin el domingo a 61 años de gobierno del conservador Partido Colorado. Ustedes son culpables de la alegría del pueblo paraguayo., aseguró Lugo ante una multitud que lo ovacionaba frente a la sede partidaria.
Con 40,8 por ciento de los votos, el religioso, que se había presentado al frente de una alianza diversa de partidos y movimientos sociales formada hace menos de un año, superó las expectativas más optimistas de los encuestadores. El resultado lo alejó más de lo esperado de la candidata gubernamental, Blanca Ovelar, que obtuvo 30,8 por ciento de respaldos. Asumimos con dignidad que los resultados son a esta altura irreversibles, admitió Ovelar horas después de culminada la votación. Por su parte, el ex militar golpista Lino Oviedo, cosechó 22 por ciento de los sufragios y quedó tercero.
Tras una noche de festejos en las calles, Lugo se manifestó sereno ante el triunfo. Prometió que su gobierno estará integrado por personas idóneas y honestas y que no hará falta estar afiliado a ningún partido para ser funcionario o tener un cargo. Este compromiso, que podría parecer obvio en cualquier otro país, es revolucionario en Paraguay, considerado uno de los cinco países más corruptos del mundo y el primero en la nómina latinoamericana por la organización Transparencia Internacional.
Clientelismo cambiado
El clientelismo, que cultivó el oficialismo por décadas, transformó en votantes cautivos a decenas de miles de electores que, a su vez, son agentes públicos. Pero una mayoría simple de votantes dijo basta el domingo y el Partido Colorado -que se había consolidado durante la prolongada dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89)- se cayó. El diario local ABC sintetizó la nueva coyuntura como el fin de una prolongada y oscura transición que sumió al país en extremos de miseria, injusticia y descrédito.
Pese al escenario que queda atrás, el nuevo presidente confirmó que no habrá ningún tipo de persecución a los opositores. El presidente Nicolás Duarte Frutos, devolvió la gentileza. Dijo que va a colaborar para que el traspaso se realice en un marco pacífico, de entendimiento y con espíritu de construcción. El nuevo mandatario asumirá el cargo el 15 de agosto, y lo hará por cinco años. Por primera vez en la historia política de Paraguay se producirá un traspaso de un partido a otro sin derramamiento de sangre, sin golpe de Estado y sin violencia, declaró Duarte. Entre los principales desafíos del gobernante electo está el de la gobernabilidad. El ex obispo es la cara de la Alianza Patriótica para el Cambio, una coalición heterogénea integrada de apuro por casi una decena de partidos políticos de diferentes tendencias, y más de una veintena de organizaciones sociales, religiosas, indígenas, de campesinos, de mujeres, y de derechos humanos. Sin experiencia, el nuevo presidente deberá lidiar con una diversidad eficaz para vencer elecciones pero incierta a la hora de gobernar.
El obispo de los pobres
Si mi actividad y mi desobediencia a las leyes canónicas causaron dolor, pido disculpas sinceramente a los miembros de la Iglesia, manifestó este lunes el presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, religioso al fin. Pero el Vaticano parece no poder reaccionar. Está azorado con su caso, único en el mundo.
Lugo fue 11 años obispo de San Pedro, una de las regiones más pobres de su ya pobre país, y renunció en 2005 para actuar en política primero y ser candidato a presidente después. La cúpula eclesiástica le rechazó la dimisión pero lo suspendió a divinis, una sanción que le impide ejercer el ministerio.
Nacido en 1951 en el seno de una familia perseguida por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89), Lugo abrazó temprano la actividad religiosa. Su padre y seis hermanos mayores habían sufrido cárcel, torturas y exilio, y frente a un destino que parecía inevitable se ordenó sacerdote en 1977 y se fue a Ecuador a trabajar como misionero junto a indígenas y campesinos. Allí comenzó a manifestarse su interés por la Teología de la Liberación, una corriente progresista de la iglesia que compromete a un trabajo pastoral por los más pobres. En 1992 volvió a Paraguay. Sin oposición política partidaria capaz de organizarse, Lugo se erigió casi en forma natural como el hombre capaz de vencer al Partido Colorado.
Tras una noche de festejos en las calles, Lugo se manifestó sereno ante el triunfo. Prometió que su gobierno estará integrado por personas idóneas y honestas y que no hará falta estar afiliado a ningún partido para ser funcionario o tener un cargo. Este compromiso, que podría parecer obvio en cualquier otro país, es revolucionario en Paraguay, considerado uno de los cinco países más corruptos del mundo y el primero en la nómina latinoamericana por la organización Transparencia Internacional.
Clientelismo cambiado
El clientelismo, que cultivó el oficialismo por décadas, transformó en votantes cautivos a decenas de miles de electores que, a su vez, son agentes públicos. Pero una mayoría simple de votantes dijo basta el domingo y el Partido Colorado -que se había consolidado durante la prolongada dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89)- se cayó. El diario local ABC sintetizó la nueva coyuntura como el fin de una prolongada y oscura transición que sumió al país en extremos de miseria, injusticia y descrédito.
Pese al escenario que queda atrás, el nuevo presidente confirmó que no habrá ningún tipo de persecución a los opositores. El presidente Nicolás Duarte Frutos, devolvió la gentileza. Dijo que va a colaborar para que el traspaso se realice en un marco pacífico, de entendimiento y con espíritu de construcción. El nuevo mandatario asumirá el cargo el 15 de agosto, y lo hará por cinco años. Por primera vez en la historia política de Paraguay se producirá un traspaso de un partido a otro sin derramamiento de sangre, sin golpe de Estado y sin violencia, declaró Duarte. Entre los principales desafíos del gobernante electo está el de la gobernabilidad. El ex obispo es la cara de la Alianza Patriótica para el Cambio, una coalición heterogénea integrada de apuro por casi una decena de partidos políticos de diferentes tendencias, y más de una veintena de organizaciones sociales, religiosas, indígenas, de campesinos, de mujeres, y de derechos humanos. Sin experiencia, el nuevo presidente deberá lidiar con una diversidad eficaz para vencer elecciones pero incierta a la hora de gobernar.
El obispo de los pobres
Si mi actividad y mi desobediencia a las leyes canónicas causaron dolor, pido disculpas sinceramente a los miembros de la Iglesia, manifestó este lunes el presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, religioso al fin. Pero el Vaticano parece no poder reaccionar. Está azorado con su caso, único en el mundo.
Lugo fue 11 años obispo de San Pedro, una de las regiones más pobres de su ya pobre país, y renunció en 2005 para actuar en política primero y ser candidato a presidente después. La cúpula eclesiástica le rechazó la dimisión pero lo suspendió a divinis, una sanción que le impide ejercer el ministerio.
Nacido en 1951 en el seno de una familia perseguida por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89), Lugo abrazó temprano la actividad religiosa. Su padre y seis hermanos mayores habían sufrido cárcel, torturas y exilio, y frente a un destino que parecía inevitable se ordenó sacerdote en 1977 y se fue a Ecuador a trabajar como misionero junto a indígenas y campesinos. Allí comenzó a manifestarse su interés por la Teología de la Liberación, una corriente progresista de la iglesia que compromete a un trabajo pastoral por los más pobres. En 1992 volvió a Paraguay. Sin oposición política partidaria capaz de organizarse, Lugo se erigió casi en forma natural como el hombre capaz de vencer al Partido Colorado.