Isla Mauricio, un paraíso al sol del Índico

20/09/2011 - 10:32 Europa Press

El célebre escritor norteamericano Mark Twain definió a esta isla con unas palabras tan contundentes como mágicas: "Dios creó primero Mauricio y después el cielo". Así reza en la entrada del museo dedicado al azúcar, el cultivo por excelencia durante toda la historia de este paraíso repleto de playas y frondosa vegetación, de llamativas montañas y volcanes dormidos, y con un mestizaje casi único en el mundo. Un lugar perfecto para el relax a dos mil kilómetros del continente africano. Al sol del Índico.

Desde su descubrimiento en el siglo XVI numerosas etnias se han ido estableciendo en esta isla de 1.860 km2, perteneciente al archipiélago de las Mascareñas, formando un auténtico crisol de razas. Indios, chinos, criollos, africanos, europeos y malgaches cohabitan en asombrosa armonía sin que sus respectivas religiones y creencias hayan supuesto un obstáculo a la convivencia. "Nadie puede decir aquí que esta isla sea de alguien, no existen los autóctonos; sólo nos faltarían en esta tierra algunos aborígenes de Australia o África" asegura Teresa Quintá, una dulce gallega de la comarca lucense de Chantada que vive en Mauricio desde hace casi veinticinco años. Tras casarse con un mauriciano que conoció en Suiza, se instaló en esta isla para ser, primero, guía de turismo y después, dentro de esta industria, la primera del país, organizadora de casi todas las estancias de los españoles en este exótico destino.

Teresa conoce muy bien los gustos de los españoles en esta isla poblada por un millón doscientas cincuenta mil habitantes. Además de la asombrosa mezcla de culturas y gentes, las montañas con sus escarpadas cumbres y las playas de arena blanca están a la cabeza de las preferencias del público español que hasta ahora ha viajado más a esta isla en los meses que van desde junio a septiembre, muchos de ellos en luna de miel. Otras parejas, sobre todo británicas, prefieren casarse en la isla. Los novios pueden elegir la manera de unir sus destinos y lo hacen en todo tipo de escenarios y con gran atrevimiento: dentro de un submarino, en un paracaídas, en catamarán* Este hecho es posible gracias a que la "Ley de Estado Civil" permite que las parejas no residentes en el país puedan contraer matrimonio el día siguiente al anuncio del enlace. Y de ello se aprovechan más de mil parejas de novios extranjeros al año.

Playas paradisíacas

Las playas, para muchos la gran atracción de Mauricio, ocupan casi todo el litoral de la isla. Todas son maravillosas y variadas, pero las más espectaculares se encuentran en la costa Este. Los arenales de Belle Mare, vírgenes todavía en algunos tramos, maravillan al turista. Aquí se encuentra la célebre barrera de coral que salvó a la isla del terrible tsunami de 2004 y que forma a lo largo de esta costa una maravillosa laguna de aguas de color azul turquesa donde se pueden practicar casi todas las actividades deportivas acuáticas. El buceo, el esquí acuático o la pesca en alta mar se llevan la palma entre los turistas que se alojan también en algunos de los mejores hoteles de la isla que se encuentran en esta zona, pero nadie debe renunciar a una excursión en catamarán a la Isla de los Ciervos, a solo unos 20 minutos de Belle Mare. Su playa, que adorna este islote con una cinta de fina arena, es la más espectacular de Mauricio gracias al color de sus aguas y a las casuarinas, unas coníferas que se balancean al ritmo de los vientos alisios. Antes de llegar a este idílico lugar, donde conviene protegerse bien del sol, se visita normalmente una espectacular cascada de agua dulce que desciende a muy pocos metros del mar y se disfruta de una barbacoa y un baño más alejado de la costa, con aletas, gafas y tubo de bucear, para admirar los fondos marinos.

De vuelta a la isla principal, no hay que renunciar a las excursiones del interior. Con la habitual compañía de los flamboyanes (el árbol de flor roja que prolifera por toda la isla), se debe visitar el Mercado Central de Port Louis (1844), todo un regalo para la vista en las bancas de las frutas y verduras y un magnífico escenario para adentrarse en el mundo del regateo y de las compras de su bazar. Quien prefiera adquisiciones de "alto standing" puede atreverse con los diamantes. Proceden de Sudáfrica e India, pero como se pulen en Mauricio su precio es dos o tres veces inferior al de España. Una vez satisfecho este capítulo, vale la pena subir a las alturas de la capital donde se divisa una fantástica panorámica del puerto franco y de la ciudad en la que destaca su célebre hipódromo de Champ de Mars, el más antiguo del Hemisferio Sur. Los sábados y domingos, entre abril y diciembre, se disputan en una atmósfera electrizante las carreras de caballos que constituyen uno de los pasatiempos favoritos de los mauricianos.

A solo unos kilómetros al norte de Port Louis está el Botánico de Pamplemousses, uno de los más alabados del planeta con más de quinientas especies diferentes entre las que destacan más de ochenta variedades de palmeras, Desde las "reales", que presiden la avenida de entrada, a las "princesa" que bailan en lo más alto del jardín por su altura, pasando por las "botella", únicas en el mundo y llamadas así por su forma, y las "talipot" que florecen cada sesenta años para morir solo unos meses después. Al margen de las palmeras, hay que ver el sorprendente "árbol de la sangre", procedente de Madagascar, que desprende una resina de este color y que sirve para curar eczemas y otras enfermedades de la piel; el estanque de los nenúfares gigantes, los dedicados a la flor de loto, sagrada para los budistas, y las tortugas gigantes del jardín.