Juan Mayorga indaga en los dilemas morales del terrorismo en 'La paz pepetua'
01/10/2010 - 09:45
Por: MIGUEL LORENCI. COLPISA
No es un espectáculo de tesis más o menos plomizo y sí una experiencia teatral intensa que, más que del terrorismo, habla de los dilemas morales a los que nos aboca el terrorismo. Así vende Juan Mayorga La paz perpetua, la pieza que estrena este jueves en el teatro María Guerrero, sede central del Centro Dramático Nacional (CDN), con dirección de José Luis Gómez y en cartel hasta el 8 de junio.
Es una reflexión dramática y ética sobre el terrorismo y el contraterrorismo, sobre las renuncias a la libertad en favor de la seguridad planteada en clave de fábula. Lo hace con más preguntas que respuestas y trata deliberadamente de incomodar al espectador en el mejor sentido del término.
Hay un teatro que quiere confirmar certezas y otro que desestabiliza, cuestiona y obliga al espectador a cuestionarse sus propias ideas y certezas. Es éste el teatro que más respeta al espectador y al que pertenece La paz perpetua explica un Juan Mayorga que ha echado mano del milenario recurso de convertir a los personajes en animales y de Enmanuel Kant y su tratado para la cooperación pacífica entre las naciones para titular la pieza.
El Premio Nacional de Teatro y autor de dramas como Últimas palabras de Copito de nieve o La tortuga de Darwin reúne ahora a tres perros enrolados en un cuerpo de élite contraterrorista que, en un lugar secreto, compiten por el codiciado collar blanco que les distingue como perros antiterroristas, una profesión con mucho futuro. Los canes incomodarán al espectador con preguntas tan pertinentes como candentes según explicó José Luis Gómez, director del Teatro de la Abadía que coproduce la obra con el CDN.
Precisa Juan Mayorga que la esencia del debate que plantea se resume en la pregunta ¿Libertad o seguridad? Inquirimos a los ciudadanos si están dispuestos a renunciar a algunos derechos básicos para sentirse más seguros. No hay justificación alguna para el terrorismo, pero mi obligación es plantearme qué políticas antiterroristas puedo apoyar y cuáles no, y sin justificarnos nunca en que el enemigo haría esto a aquello; si hacemos lo mismo que el terrorista la derrota está clara plantea un Mayorga que hace suya una frase de Noel Ignatiev: las democracias han de luchar contra el terrorismos con una mano atada a la espalda.
Desafío
Gerardo Vera, máximo responsable de CDN, lanzó el desafío y comprometió a Mayorga a reflexionar en clave escénica sobre el terrorismo dándole carta blanca. El resultado es esta reunión escénica de cuatro perros y un ser humano que encarnan José Luis Alcobendas (Odín, astuto y hecho a sí mismo), Julio Cortázar (John-john, ingenuo producto del laboratorio), Israel Elejalde (Enmanuel, perro filósofo que toma el nombre de Kant), Fernando Sansegundo (Casius, un labrador experimentado) y Susi Sánchez (ser humano).
Estuve inicialmente tentado de rechazar un encargo incómodo que me planteaba muchas dudas morales, pero finalmente acepté y acabó por absorberme, confesó Mayorga ante el maestro José Luis Gómez . Tras varias tentativas, comprendió que no podía abordar el tema ni desde la perspectiva de la víctima, ni del terrorista, ni del policía de modo que optó por reunir a un pastor alemán, un rottweiller impuro y un perro de laboratorio que, bajo la supervisón de un labrador víctima del terrorismo, compiten por entrar en el K-7, el cuerpo de élite antiterrorista.
Son unos animales que podrían matar por un trozo de carne o por su territorio, pero que observan atónitos la violencia terrorista, una violencia específicamente humana con la que los perros se relacionan.
En este cónclave canino y humano se plantean preguntas activas como ¿hubo vuelos de la CIA?, ¿existen Guantánamo o Abu Grahib? ¿el lícito encarcelar a la gente sin cargos y por tiempo indefinido? ¿hay guerras justas e injustas? o ¿cómo defendemos nuestros derechos sin destrozar los de los demás?. Incitamos al ciudadano a que trate de obtener respuestas, insisten autor y director.
Explican Mayorga y Gómez que en esta pieza no hay violencia explícita pero sí un horror latente por el alcance de esa violencia específicamente humana. No sé si es una radiografía de nuestro tiempo o plantea el riesgo de cosas que está aún por venir aventura Mayorga.
Hay un teatro que quiere confirmar certezas y otro que desestabiliza, cuestiona y obliga al espectador a cuestionarse sus propias ideas y certezas. Es éste el teatro que más respeta al espectador y al que pertenece La paz perpetua explica un Juan Mayorga que ha echado mano del milenario recurso de convertir a los personajes en animales y de Enmanuel Kant y su tratado para la cooperación pacífica entre las naciones para titular la pieza.
El Premio Nacional de Teatro y autor de dramas como Últimas palabras de Copito de nieve o La tortuga de Darwin reúne ahora a tres perros enrolados en un cuerpo de élite contraterrorista que, en un lugar secreto, compiten por el codiciado collar blanco que les distingue como perros antiterroristas, una profesión con mucho futuro. Los canes incomodarán al espectador con preguntas tan pertinentes como candentes según explicó José Luis Gómez, director del Teatro de la Abadía que coproduce la obra con el CDN.
Precisa Juan Mayorga que la esencia del debate que plantea se resume en la pregunta ¿Libertad o seguridad? Inquirimos a los ciudadanos si están dispuestos a renunciar a algunos derechos básicos para sentirse más seguros. No hay justificación alguna para el terrorismo, pero mi obligación es plantearme qué políticas antiterroristas puedo apoyar y cuáles no, y sin justificarnos nunca en que el enemigo haría esto a aquello; si hacemos lo mismo que el terrorista la derrota está clara plantea un Mayorga que hace suya una frase de Noel Ignatiev: las democracias han de luchar contra el terrorismos con una mano atada a la espalda.
Desafío
Gerardo Vera, máximo responsable de CDN, lanzó el desafío y comprometió a Mayorga a reflexionar en clave escénica sobre el terrorismo dándole carta blanca. El resultado es esta reunión escénica de cuatro perros y un ser humano que encarnan José Luis Alcobendas (Odín, astuto y hecho a sí mismo), Julio Cortázar (John-john, ingenuo producto del laboratorio), Israel Elejalde (Enmanuel, perro filósofo que toma el nombre de Kant), Fernando Sansegundo (Casius, un labrador experimentado) y Susi Sánchez (ser humano).
Estuve inicialmente tentado de rechazar un encargo incómodo que me planteaba muchas dudas morales, pero finalmente acepté y acabó por absorberme, confesó Mayorga ante el maestro José Luis Gómez . Tras varias tentativas, comprendió que no podía abordar el tema ni desde la perspectiva de la víctima, ni del terrorista, ni del policía de modo que optó por reunir a un pastor alemán, un rottweiller impuro y un perro de laboratorio que, bajo la supervisón de un labrador víctima del terrorismo, compiten por entrar en el K-7, el cuerpo de élite antiterrorista.
Son unos animales que podrían matar por un trozo de carne o por su territorio, pero que observan atónitos la violencia terrorista, una violencia específicamente humana con la que los perros se relacionan.
En este cónclave canino y humano se plantean preguntas activas como ¿hubo vuelos de la CIA?, ¿existen Guantánamo o Abu Grahib? ¿el lícito encarcelar a la gente sin cargos y por tiempo indefinido? ¿hay guerras justas e injustas? o ¿cómo defendemos nuestros derechos sin destrozar los de los demás?. Incitamos al ciudadano a que trate de obtener respuestas, insisten autor y director.
Explican Mayorga y Gómez que en esta pieza no hay violencia explícita pero sí un horror latente por el alcance de esa violencia específicamente humana. No sé si es una radiografía de nuestro tiempo o plantea el riesgo de cosas que está aún por venir aventura Mayorga.