Juan Ortega: "Mis primeros contactos con el mundo del toro fueron en la provincia de Guadalajara"
El diestro desciende de la familia de ganaderos checanos propietarios del hierro de Jacinto Ortega.
Aunque natural de Sevilla, el matador de toros Juan Ortega (1990) desciende de la villa alcarreña de Checa. Las raíces de este torero entroncan con la ganadería de herederos de Jacinto Ortega y con la trashumancia de ganado que sus antepasados realizaban desde la mencionada localidad del Señorío de Molina hasta Andalucía. En Checa tuvo su primer contacto con el toro y mantiene encendida una llama de pasión entre los vecinos, que le siguen en peregrinación cada vez que se viste de luces. Tomó la alternativa con gran ambiente en 2014. Desde entonces, las oportunidades han sido escasas, a pesar de lo cual se muestra ilusionado y convencido de que ha encontrado el camino correcto. Aprovechamos su visita a Guadalajara para conocer más de cerca a este torero de sangre checana.
¿Cómo transcurre el invierno con el telón de la temporada aún sin levantar?
Los inviernos te pueden servir para crecer o para comerte la moral. En España no se torea y la actualidad está en América. Desde que tomé la alternativa no han sido años fáciles y he acusado el paso a matador después de una época muy buena de novillero. A mi, personalmente, me sirve el parón porque te planteas cosas y la reflexión a veces viene bien.
¿Dónde se ve al final de la temporada 2018?
No sabría decir lo que me deparará el futuro. Yo pongo toda la pasión que puedo en mi profesión. Mi confirmación de alternativa en Madrid (marzo de 2016) fue un punto de inflexión importante y me empecé a dar cuenta de que la forma de preparar mis temporadas no me estaba funcionando como matador. He querido darle un aire nuevo de la mano del maestro Pepe Luis Vargas, que me apodera, y he profesionalizado mi carrera.
¿En que se constata ese nuevo rumbo?
Notaba ciertas carencias. En el campo había animales que no entendía. Notaba que le faltaba una pata a la mesa y me costaba encontrar a alguien con quien me sintiera identificado. Ahora, con el maestro (Pepe Luis Vargas) hablamos el mismo idioma y he encontrado mucho apoyo.
¿Se sufre la ansiedad de no torear lo que quisiera?
Me cansa escuchar que el toreo está muy difícil. Es verdad, pero es la época que me ha tocado vivir y no la puedo comparar con ninguna otra. Como se dice en mi tierra, tienes que comer con los dientes que tienes.
Retrotrayéndonos a los orígenes de su carrera, ¿cómo fueron sus comienzos de novillero?
Recuerdo con especial cariño mi etapa de novillero sin caballos y a mis compañeros de la Escuela Taurina de Córdoba. Fue una época que vivía en torero tal y como lo sentía, libre de toda presión. Tuve la oportunidad de triunfar en muchos certámenes que me abrieron las puertas y todo vino rodado. Eso dió pie a que en mi etapa con caballos no percibiera la dificultad empresarial de no torear.
En una familia tan estrechamente vinculada a la ganadería como la suya no fue de extrañar su vocación.
Mi familia paterna ha estado muy vinculada al mundo del toro. Mi padre y toda su familia es de Checa y mi madre también vivía allí. Por motivos profesionales hubieron de marcharse a Sevilla, donde nacimos mi hermana y yo. Pero siempre hemos tenido una relación enorme con Checa y aquí he pasado siempre mis vacaciones de verano y Navidad. Mi padre me transmitió la pasión por el toro desde que yo era niño y mis primeros contactos con el mundo del toro fueron en la provincia de Guadalajara, donde el contacto era directo en los encierros por las calles. Aquí tengo dos grandes amigos de la infancia con los que llegué a construir una plaza de toros de madera con la ilusión de reproducir una corrida. Cuando me quise dar cuenta, mi vida era el mundo del toro y estaba debutando de luces. No fue algo premeditado.
Siendo sevillano de nacimiento, ¿cómó llegó a desembarcar en la Escuela Taurina de Córdoba?
Las primeras lecciones fueron de mi padre. Luego estuve durante un periodo corto en la Escuela Taurina de Sevilla y por motivos de estudio, me marché a Córdoba un par de años.
¿Quiénes fueron allí sus maestros?
Los que estaban a diario eran Rafael Blanca y Pepe Agüero. En Córdoba tuve la suerte de rodearme de grandes profesionales como el maestro José Luis Moreno y banderilleros como Paquito Gómez Algaba, Rafael Figuerola, Rafael Rosa, Reyes Mendoza... Había un fuerte núcleo de entrenamiento. Córdoba me marcó por sus raíces y sus califas tan ligados a la historia del toreo.
¿En qué diferenciaría las plazas de Sevilla y Córdoba?
Son completamente distintas. Sevilla es una plaza dura en el sentido de que te mide y exige mucho, pero en silencio. A su vez, tiene un aire y una gracia especial. Córdoba es su feria. El mes de mayo en Córdoba son las flores y la alegría y no se mide igual.
En la distancia aguarda Madrid con otro rasero. ¿Cómo fue su presentación de novillero?
Mis abuelos maternos vivían a cincuenta metros de Las Ventas y los alrededores de la plaza eran mi zona de recreo cuando ibamos a visitarlos. Esta circunstancia me ayudó a reducir la carga emocional y cuando debuté en Madrid lo sentí como algo cercano. Lo cierto es que en Madrid me he sentido siempre respetado, al margen del trago que supone torear por el toro que sale y el nivel de exigencia.
¿Se arrepiente de algo?
Siempre echo la vista atrás y pienso: “si me pillase ahora...”, pero como ya no tiene marcha atrás prefiero no castigarme.
Triunfador de destacados certámenes novilleriles como el ‘Alfarero de Oro’ de Villasaca de la Sagra, el ‘Zapato de Oro’ de Arnedo o la feria de Arganda del Rey, lo cierto es que tuvo gran ambiente como novillero.
En esas ferias que mencionas me llegué a sentir matador de toros por el novillo que matábamos. Y además empecé a notar el respeto y la categoría. Iba a los sitios y notaba el cariño de la gente y el respeto de los profesionales. De cara a la alternativa me dió mucha fuerza.
Usted pertenece a la misma generación que López Simón y Román.
Y David Galván, Borja y Javier Jiménez. Somos de la misma camada. Al igual que con los compañeros de la Escuela Taurina, existe un respeto y un cariño especial al haber compartido una época.
Dicen que entre los toreros es difícil mantener la amistad.
Con los toreros de generación es una relación de recuerdos. Si tuviera que tener una relación diaria sería difícil porque queremos comer del mismo plato y te disputas los puestos.
Juan Rodríguez, Román Sorando, Ruiz Palomares y ahora Pepe Luis Vargas. ¿Qué destacaría de cada uno de sus apoderados?
Juan Rodríguez sigue conmigo y él fue la primera persona que se hizo cargo de mí, pero llegamos a un punto en que más que mi apoderado, era un segundo padre. Hemos hecho todos los viajes juntos y la relación es casi familiar. Después me apoderó el ganadero Román Sorando, que ha sido una persona clave en mi vida. De hecho, yo me hice torero en su casa. Él conocía a mi padre a través del vínculo de Checa y desde el primer momento apostó por mi. Sacrificaba ver el juego de sus becerras en el campo para que yo creciese como torero. Es impagable lo que me ha ayudado. La época de Juan Ruiz Palomares fue también muy buena. Que me apoderase el apoderado de Ponce da categoría.
Detengámonos en Ruiz Palomares ‘El Patas’. ¿Cómo surge esa relación de apoderamiento?
Nos conocimos a través de Juan Rodríguez y Román Sorando. ‘El Patas’ paraba mucho por ‘Navalentisco’ (finca ganadera de Román Sorando) para reseñar corridas para Ponce y llegué a coincidir en tentaderos con el maestro. Ahí surgió la relación hasta que un día Juan decidió apoderarme.
Para un novillero, ser apoderado por el mentor de Ponce debió significar algo extraordinario.
Supuso una inyección de moral muy fuerte. Tratar con alguien que está en contacto con las figuras del toreo y los empresarios más fuertes es un trampolín de oro para meter la cabeza.
En esos encuentros con Enrique Ponce aprovecharía para empaparse de aprendizaje.
El maestro es impresionante, tanto por su forma de hacer el toreo como por la forma de saber contarlo. A veces yo no era capaz de coger el aire a alguna vaca y él desarrollaba delante de los animales lo que te estaba explicando. Me ayudó a crecer mucho las veces que coincidí con él.
El cartel de alternativa, con Ponce y Manzanares, fue el sueño anhelado de cualquier novillero que comienza en la andadura.
Yo tenía tres sueños desde niño: la alternativa, la confirmación en Madrid y la confirmación en La México. Cuando me vi anunciado en el cartel de la alternativa pensé que había subido un peldaño en la escalera porque siempre me lo había imaginado así, en una plaza coqueta y con un cartel muy rematado. ¿Impresiona verse en el patio de cuadrillas al lado de dos figurones del toreo?
Impresiona mucho porque estaba junto a los toreros que había visto en televisión. Vestidos de luces impresionan mucho, pero en ningún momento me pudo la presión, sino la pasión y las ganas.
Los toreros dicen que el día de la alternativa no se olvida.
Llovió a mares, pero fue una tarde bonita. Vino a verme mucha gente. Miraba al tendido y estaba lleno de checanos y me decía: “¿cómo pueden cundir tanto los checanos? Se ha tenido que quedar el pueblo vacío”. Fue una tarde que no olvidaré nunca.
¿Cuáles fueron las palabras de Enrique Ponce en el discurso del doctorado?
Me dijo varias cosas y recuerdo perfectamente el brindis, pero hubo algo que se me quedó grabado. Me pidió que, por encima de todo, respetase siempre esta profesión, lo cual me impresionó mucho.
Su último y actual apoderados es Pepe Luis Vargas. Con él dice tener una relación especial.
El maestro fue un torero puro de su tiempo, pero por circunstancias tuvo que entrar en un tipo de corrida determinado, lo cual le costó muy caro y casi la vida. Él me seguía la pista y un día nos encontramnos a la salida de una novillada. Le propuse el apoderamiento porque él confiaba mucho en mis posibilidades y yo en aprender de él. A la fuerza de convivir, la relación ha ido más allá del apoderamiento.
En Checa cuenta con un apoyo incondicional y hasta han organizado por primera vez en su historia corridas de toros para verle torear a usted.
Su afición es incondicional. De hecho, puedo decir que no hay un sitio de España donde haya toreado al que no se haya desplazado algún checano. Tradicionalmente, en las fiestas de agosto de Checa se hacía una novillada con caballos y llegué a torear tres años. Al tomar la alternativa, su ilusión era montar una corrida de toros y lo consiguieron con el trabajo y ayuda de todos. Ahí te das cuenta de su fuerza. Era un pueblo luchando por el sueño, de hacer la primera corrida de su historia. Me acuerdo que después del festejo hubo un coloquio y yo estaba emocionado porque había sido irrepetible. No sabía si se iba a volver a repetir y les dije: “En Checa ya nos podemos morir tranquilos”.
Tal es así que incluso cuenta con un círculo taurino en su nombre.
Sigue funcionando con una actividad muy buena e impulsado por gente joven. Estas navidades hicimos una jornada de toreo de salón con los niños y se está intentando hacer un esfuerzo por transmitir los valores de la tauromaquia. Lo importante es que hay mucha afición y con afición se mueve todo. Si son capaces de moverse para ir a ver su torero, más aún de luchar por su pueblo.
Ha tenido oportunidad de torear bastante en la provincia de Guadalajara (Sigüenza, Marchamalo, Trillo, Alustante...). ¿Qué opinión le merece Guadalajara a nivel taurino?
Se nota que hay vida taurina y gran parte de culpa la tienen los festejos populares con la suelta de reses. Tal como me ocurrió a mi, el toro en la calle ha servido para acercar a la gente las raíces de la tauromaquia.
A punto se encuentra de cruzar el charco.
Es la primera vez que voy a torear en América y la ilusión es grande por lo que pueda encontrar. Tengo cerrrados los días 1 y 8 de abril en Méjico, concretamente en Jerez, en el estado de Zacatecas.
Entiendo que en las aspiraciones de la temporada está volver a Madrid y Sevilla.
Son plazas que siempre tengo en la cabeza y haremos todo lo posible por ir.
¿Qué mensaje lanzaría a la afición alcarreña?
Que me siento orgulloso de estar enraizado a esta tierra, ya que tiene la culpa de que hoy estemos haciendo esta entrevista.