La devoción de La Puerta volvió a la Ermita de la Montealeja
15/05/2012 - 15:54
A partir de las diez de la mañana del sábado comenzaban a salir de La Puerta-Trillo cientos de fieles con dirección a la Ermita de la Montealeja, unos a pie por el camino antiguo del puente, distante del pueblo unos ocho kilómetros y otros en coche, que ahora pueden llegar hasta allí también, después del arreglo de los caminos que conducen hasta el lugar. Dicen los mayores de La Puerta que la devoción a la Virgen arranca de una aparición de la señora a un lugareño, Gregorio López, que cayó al Tajo con su mula. No sabía nadar pero, milagrosamente, salvó la vida. Cuando llegó al pueblo, contó a sus paisanos que había sido la Virgen la que le había sacado a él y a su caballería de las aguas turbulentas.
El lugar en el que se levanta hoy la Ermita está junto al río Tajo, en las colas del pantano de Entrepeñas, este año, desafortunadamente, menos azules que en 2011. Antes de la Misa, anunciada para las 13:00 horas, los porteños empezaban la celebración con el almuerzo. Unos comieron pisto, otros, tortillas, otros se llevaron hasta los zarajos de los cabritos para asarlos a la lumbre. Todas las viandas fueron regadas preferentemente con vino bebido en botillo. La alegría presidía la celebración desde primera hora de la mañana. Calor, como en toda España, con un sol de justicia, e incluso bochorno.
A la una de la tarde comenzaba la Misa, que ofició Carlos San Félix. Al entrar, los fieles entonaron su canción típica: Viva la Virgen del Montealejo que en La Puerta, tiene su altar y reine siempre, triunfante Cristo en nuestro pueblo, noble y leal Acompañando la ceremonia estuvieron las monjas del Sanatorio Leprológico, así como también un coro de jóvenes que le ponían la banda sonora a la celebración.
Más de cuatrocientas personas se dieron cita en el entorno. A la salida de la Misa se subastaron los palos de la Virgen. Además, los porteños le hicieron ofrendas de todo tipo, velas, flores, bebidas o galletas a la Señora, que luego se almonedearon entre los presentes. El dinero obtenido se empleará para el mantenimiento de la Ermita y de la imagen de la Montealeja.
Terminada la ceremonia religiosa, comenzaba la comida. Agrupados por familias, los porteños compartieron viandas en una jornada de fraternidad. Muchos de ellos prolongaron la tarde en el campo, en la que el sol acabó dando un respiro a la Romería.
El lugar en el que se levanta hoy la Ermita está junto al río Tajo, en las colas del pantano de Entrepeñas, este año, desafortunadamente, menos azules que en 2011. Antes de la Misa, anunciada para las 13:00 horas, los porteños empezaban la celebración con el almuerzo. Unos comieron pisto, otros, tortillas, otros se llevaron hasta los zarajos de los cabritos para asarlos a la lumbre. Todas las viandas fueron regadas preferentemente con vino bebido en botillo. La alegría presidía la celebración desde primera hora de la mañana. Calor, como en toda España, con un sol de justicia, e incluso bochorno.
A la una de la tarde comenzaba la Misa, que ofició Carlos San Félix. Al entrar, los fieles entonaron su canción típica: Viva la Virgen del Montealejo que en La Puerta, tiene su altar y reine siempre, triunfante Cristo en nuestro pueblo, noble y leal Acompañando la ceremonia estuvieron las monjas del Sanatorio Leprológico, así como también un coro de jóvenes que le ponían la banda sonora a la celebración.
Más de cuatrocientas personas se dieron cita en el entorno. A la salida de la Misa se subastaron los palos de la Virgen. Además, los porteños le hicieron ofrendas de todo tipo, velas, flores, bebidas o galletas a la Señora, que luego se almonedearon entre los presentes. El dinero obtenido se empleará para el mantenimiento de la Ermita y de la imagen de la Montealeja.
Terminada la ceremonia religiosa, comenzaba la comida. Agrupados por familias, los porteños compartieron viandas en una jornada de fraternidad. Muchos de ellos prolongaron la tarde en el campo, en la que el sol acabó dando un respiro a la Romería.