La diversidad genética en las especies puede ser esencial para su conservación, según un estudio del CSIC

28/03/2011 - 12:25 E.P.

   Un estudio elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha estudiado la importancia de conservar la diversidad genética dentro de las especies para preservar los hábitats naturales, determinando que cuantas más diferencias entre las especies que componen la red alimentaria mayor será la conservación de las especies que interactúan.


   Este trabajo se basa en la 'pila enmarañada' ('Tangled bank') de Charles Darwin. Esta teoría señala que, en las comunidades naturales, las especies interactuan unas con otras añadiendo variabilidad dentro de las especies por la acción directa e indirecta de las condiciones de vida.

   A través de esta teoría, el investigador del CSIC Jordi Moya Laraño, ha llevado a cabo un estudio, publicado en 'Philosophical Transactions of Royal Society B', cuya conclusión es que la diversidad genética de las especies que componen la red trófica, es decir, cuán diferentes son los individuos dentro de cada especie, puede ser esencial para su conservación y estabilidad y por tanto, para garantizar la conservación de todas las especies que interactúan.

   "Se sabe desde hace tiempo que es la estructura de las redes la que las mantiene estables en el tiempo" ha señalado Moya para quien, los resultados de este estudio sugieren que "si se conserva la variabilidad genética se asegura el mantenimiento de la red y de las especies que la componen y, por tanto, el funcionamiento del ecosistema en que se haya inmersa dicha red".

   Para el investigador, también es importante su aplicación para la conservación de especies en cautividad. Así, ha asegurado que "en el caso de especies que se conservan en zoológicos o en cautividad, lo mejor es asegurarse de que se mantiene la diversidad genética, no sólo para evitar la endogamia sino para asegurarse de que hay suficientes individuos diferentes como para restablecer las relaciones complejas necesarias para recuperar el papel ecológico de la especie".

   Para llevar a cabo este trabajo, Moya estudió una red trófica que incluía 18 especies de arañas y dos de ciempiés de los bosques caducifolios de los montes Apalaches (Estados Unidos). Las 20 especies practicaban lo que se llama depredación intragremial, es decir, se comen unas a otras. El trabajo se centró en la tasa de crecimiento y la fenología de las arañas, es decir, el momento en que nacen dentro de la época de cría.

   "Si las tasas de crecimiento son muy diferentes entre individuos, se abre una oportunidad de interaccionar con otras especies y se fomenta el canibalismo", ha explicado el investigador. Del mismo modo, ha apuntado que también es importante la variación en la personalidad del animal, su timidez o agresividad, que las empuja a salir más a cazar y a aumentar las posibilidades de ser comidas por otras especies, aumentando las interacciones de la red.